En los últimos años hemos sido testigos de una creciente divulgación de las otredades, especialmente de las alteridades de género. En este sentido, creo que nos enfrentamos a un tema que no debe pasar desapercibido: no sólo por el hecho de tratarse del reconocimiento de algo diferente, sino porque se trata de seres humanos. No me considero un experto en el tema ni una voz autoritaria para definir lo que es o no es, lo que debe ser o no debe ser algo. De esta forma, cuando me senté a escribir este texto, me imaginé que las palabras circularían fluidamente, pero me topé con la gran pared de la realidad: me es imposible hablar de este tipo de temas sin evitar encabronarme, o peor aún, me es imposible hablar fluidamente si no sufrí previamente una provocación.

Y es justamente lo que me encabrona aún más. Antes circulaba por las redes sociales como un niño puberto y pedante, buscando únicamente espacios lúdicos para compartir paja informativa que, en retrospectiva, francamente ni a mí me interesaba. Sin embargo, conforme se va madurando se es cada vez más consciente de los alcances y limitantes de la era de la información. Ahora me es prácticamente imposible circular por Facebook sin leer un comentario desacreditador: hoy todos somos expertos.

Desde hace ya tiempo he procurado no hablar desde un pedestal académico ni intelectual en el que se ve hacia abajo; trato de que mis opiniones sean lo más horizontales posibles, evitando la experiencia y el discurso dictatorial. Personalmente me parece molesto ver cómo la gente apela a estas estructuras jerárquicas. Sin embargo, debo situarme en el campo académico en el que me desarrollo; no para hablar desde él como si estuviera en un pedestal, en una estructura vertical, sino para explicar el contexto de dicha lectura. Tengo 23 años y soy biólogo. Creo que lo más bonito de la biología es que es parte de una de las disciplinas más hermosas que existen en este universo: la evolución. La evolución es, sin temor a equivocarme, el territorio en el que la filosofía y las ciencias fácticas se intersectan. A pesar de no dedicarme al estudio evolutivo, siento una gran pasión y emoción por todo aquello que tenga que ver con sus procesos. Pero, ¿qué tiene que ver la intersección de la biología (y evolución) con las relaciones de alteridad?

La introducción fluctuante y no concreta de arriba no fue sino para contar una anécdota reciente. Hace aproximadamente dos meses circuló por redes sociales un video de un sujeto que apelaba al orden “natural” para desacreditar las concepciones personales de las personas trans. Esas son el tipo de cosas que me provocan. ¿Lo natural? ¿Qué chingados es ‘lo natural’? Si este sujeto sabe cuáles son las ‘reglas’ naturales que conforman nuestro universo, entonces que prepare más que un rally ultraconservador para explicarle a la comunidad científica lo que ha descubierto. Sin embargo, el fin último de este texto no es contar una historia.

Actualmente mencionamos la palabra “posmodernidad” para referirnos a algo que no nos gusta —que es básicamente todo. Usamos la palabra “modernidad” cuando queremos criticar a nuestras autoridades más viejas. En el campo científico, nos batimos entre aceptar y regodearnos en la confianza plena en la que nos acoge la modernidad o demostrar activamente que si bien la ciencia no va a resolver los problemas mundiales sí puede hacer de este mundo un mejor lugar y restregarlo en la cara del posmodernismo. Personalmente, he optado por la segunda opción.

En ese sentido, puedo entender a la posmodernidad cuando la ciencia usa una voz autoritaria y normalizadora para dar explicaciones a fenómenos sociales actuales. “Lo natural es que haya varones y mujeres en una familia convencional”. Que puto asco: estoy con el posmodernismo aquí. Me mata de pasión mi carrera, mis investigaciones, pero hemos de reconocer cuando la ciencia no puede explicar los procesos sociales más complejos que envuelven a 4,500 millones de años de evolución humana. Eso, y que el vato del video es un pendejo.

Hacer alusiones a “lo natural”, a lo que “funciona naturalmente” es hablar desde la ignorancia. Lo que más me molesta de la biología que se enseña en los estadios básicos del aprendizaje es el blindaje que se le da a todas las materias de ciencias fácticas o formales. A lo largo de 4 años de licenciatura en biología no me quedó nada más claro que la inconsistencia de lo natural. La biología está llena de excepciones, y la excepción hace a la regla —o por lo menos eso nos repetían los maestros de biología comparada. En efecto, uno no puede distinguir límites claros en la biología, mucho menos puede dar definiciones concretas de ciertos conceptos y, sobre todo, no puede atribuir funciones claras a cualquier cosa que se atraviese en el camino. ¿Entonces por qué definir “naturalmente” a un hombre, a una mujer? ¿Por qué atribuir funciones claras a partes de cuerpos que no necesariamente evolucionan con un propósito? ¿Por qué delimitar claramente el género?

Entiendo por una parte que la dicotomía del género es probablemente el rasgo demográfico más sencillo para clasificar y distribuir una población. Sin embargo, debemos reconocer que, tratándose de un cuerpo que vive en este mundo, no podemos realizar ninguna de las acciones mencionadas anteriormente. La determinación del sexo es un tema complejísimo en la biología actual. Las aproximaciones genómicas y moleculares nos han permitido reconocer el grado de complejidad en la determinación del sexo. Los humanos recibimos un par de cromosomas sexuales de nuestros padres, siendo que si recibimos un cromosoma Y paterno, entonces podemos estar seguros que seremos varones, mientras que recibir un cromosoma X paterno significaría que seríamos mujeres. Sin embargo, la expresión de un cromosoma X es suficiente para mantener un “estado de feminidad”, de forma que uno de los dos cromosomas X se silencia por procesos epigenéticos complejos. Sin embargo, la epigenética no es un proceso moldeado a la perfección. De hecho, ningún proceso en biología es un proceso optimizado a la perfección —siendo un reto real encontrar algún proceso biológico perfecto. La inactivación del cromosoma X puede ser parcial, de forma que hay mujeres con mayor expresión de genes “femeninos” que otras. La degeneración de cromosoma Y es un hecho, de forma que podemos tener hombres con expresiones génicas “masculinas” atenuadas o con menor expresión de “genes femeninos” por el grado de silenciamiento del cromosoma X. Los mismos procesos epigenéticos, influenciados por el ambiente, nos pueden dar expresiones diferenciales en ciertos genes que hacen que una persona sea de una forma u otra. No creo que los genes determinen el proceso cognitivo completo de un humano, pero sí hay ciertos rasgos génicos (como las hormonas) que pueden moldear el sentir de una persona en términos de género. Entonces, ¿por qué definir una persona si tiene pene o vagina o XX o XY? Lo aparentemente natural, va más allá de una dicotomía…

Los siguientes argumentos se basan en las funciones de ciertas partes corporales. El pene sirve para penetrar a la mujer y la vagina sirve para recibir el semen y posteriormente como canal de salida al parto de un bebé. Este es, probablemente, el comentario que más me molesta. Como un defensor de la teoría evolutiva y seguidor de Darwin, me complace mencionar que así no es como funciona la evolución. La herencia teleológica del mundo occidental (probablemente del mundo oriental también) nos ha hecho pensar que las cosas pasan por algo, que el azar no existe, que todas las cosas tienen un fin particular. Y eso es porque los modelos económicos, educativos y de desarrollo siempre ponen un objetivo claro y fijo al que se deben aproximar y cumplir porque se tiene un fin específico: aumentar la riqueza, conseguir un grado que me dé mejor posición, comprar un nuevo carro, salir de jodido… Pero la biología no es así, la evolución no es así. Las características se adquieren por azar ontológico, no forzosamente tienen que ser atribuidas a un fin específico. En algunas situaciones se confirieron ventajas que, con el paso del tiempo, fueron seleccionadas naturalmente, surgiendo una adaptación. Sin embargo, es muy difícil reconocer una adaptación clara. Numerosos estudios se han realizado para confirmar adaptaciones con pocos resultados exitosos. ¿Por qué el cardenal es rojo? La respuesta va más allá de “para atraer hembras”. El cardenal surgió rojo por azar y probablemente después lo utilizó a su ventaja para atraer hembras, que es diferente a que el cardenal necesitaba atraer hembras y surgió rojo para hacerlo. Suena ridículo y lo es. ¿Por qué no verde o azul o dorado? Porque el rojo del cardenal no tenía un fin particular. Fue rojo porque sí y luego lo usó a su ventaja. El pene no sirve para follar. El pene surgió sobre todo con uso reproductivo y a lo largo de los años le hemos dado diferentes funciones: recreativas, lúdicas, eróticas, de esparcimiento, escultóricas y artísticas… ¿o creen que el pene surgió para ser chupado?

La última parte del discurso normalizador es la de la definición de conceptos. Es probablemente aquella en la que encuentro donde ambas partes se tambalean con la misma intensidad. Si tenemos problemas en dar una definición exacta de una especie, ¿por qué creen que debamos tener claro qué es un varón o qué es una mujer? Ni siquiera los biólogos podemos delimitar la unidad funcional con la que trabajamos. Delimitar a un varón porque tiene pene es igual de simplista que delimitar a una mujer porque tiene un cromosoma X expresado. Algunas especies partenogenéticas de lagartos tienen pene y son fecundados. En algunas especies de peces el varón es fecundado. ¿Cuál es la definición formal de un varón y una mujer que abarque a la naturaleza completa? Si la línea que la define no es tan clara, ¿por qué hacer alusión a “la naturaleza” para definir el género? Creo además que en la era del auge de la neurociencia y el desarrollo cognitivo es aún más bárbaro no poder reconocer el poder de la conciencia humana. Estrictamente hablando como ateo, no creo en el poder de la mente para cambiar situaciones desfavorables, pero hablando como neurocientífico, puedo reconocer la complejidad (no perfecta) del cerebro humano y del proceso cognitivo. Una vez reconocido esto, no me extraña que las personas se conciban como varones, mujeres, neutrales o simplemente otros; no me extrañan las miles de preferencias sexuales y juegos eróticos que existen ahora; no me sorprenden ni me asustan las alteridades.

Es en ese sentido en el que creo que debemos de hallar un punto medio entre el posmodernismo y el modernismo. El discurso normalizador y autoritario de la ciencia en el modernismo cree que puede definir un cierto orden natural que aún hoy en día la ciencia no puede explicar. Por otro lado, el discurso funesto del posmodernismo con una desconfianza y decepción total hacia la ciencia, aparentemente pierde contra discursos totalitarios y “científicamente fundamentados” del modernismo. Reconocer alteridades es uno de los rasgos más bonitos de las generaciones actuales; nosotros no odiamos. Me indigna el discurso autoritario y científico que pretende definir las cosas, porque la biología lo puede ser todo menos una ciencia formal. Los penes y las vaginas pueden desempeñar el papel que deseen; no tienen que cumplir con un propósito “natural”. Los individuos pueden sentir lo que ellos quieran porque son el producto de 4.5 mil millones de años de evolución cognitiva. La naturaleza te hizo imperfecto y, por lo tanto, te abrió millones de posibilidades de concebirte.

Las cosas no deben servir forzosamente para algo; disfruta. Las cosas no tienen definiciones absolutas; construye. La naturaleza es imperfecta y por lo tanto es bella; no te preocupes.

Imagen tomada de Superstock

Escrito por:paginasalmon

6 comentarios en “Deconstruir la ciencia para construir lo natural | Por Alonso Ortega

  1. Aunque estoy de acuerdo con tu mensaje en general, hay que aclarar que la inactivación del cromosoma X ocurre unicamente en los individuos XX, no en los XY. Por lo tanto, si bien puede haber variaciones de expresión de distintos genes relacionados con la diferenciación sexual secundaria, esto no está debido a que el cromosoma X de los hombres tenga distintos grados de silenciamiento. E

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  2. La única revolución válida del individuo es hacia su interior. Tenemos 70 millones de años en ella y apenas empezamos a concebirla. ¿Somos la única especie que la imagina?

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  3. He llegado a tu texto por cierto azar cruzado con cuestiones especulativas propias. Qué interesante que desde la bilogía hicieras estas observaciones. Sin embargo, llegué aquí por la duda de saber la posibilidad de hacer deconstrucción de la ciencia.
    No soy especialista ni de filosofía ni de teorías postmodernas, pero sí son de mi interés. He seguido, incluso con dificultad, algunas partes expuestas por el uso de los tecnicismo. Sin embargo mi duda persiste, primero, porque no me quedó claro cómo «Deconstuiste la ciencia» para «construir lo natural», y segundo, porque no sabiendo evolución cabalmente no sabría identificar los puntos «deconstructibles»
    El punto es que me encantaría poder charlar contigo al respecto, pues me resulta sencillo imaginar deconstrucción de textos literarios (mi área), pero no de discursos científicos. ¿Es que es factible la deconstrucción de teorías científicas? Esa es la duda.
    Saludos y abrazos.

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