Quemado a rayos sigo siendo árbol,
a los ángeles y santos ahuyento
con mi perfume de cedro mojado.
Recubren mi corteza
serpientes, arañas,
gotas de fuego y manchas de tierra.
Persisten en mis ramas
flores rojas, rasgaduras de infierno,
espinas violáceas.
Sobre mis hojas la luna reposa,
los cuervos descansan.
El silencio me grita cuando el viento llora;
la soledad tritura mis raíces,
pero el agua me salva.
Soy un triste mezquite encerrado
en la nada.
Fotografía de Vía Orgánica