Despierto en acuosa niebla… mi primer deseo, soñoliento y hedónico, es ir a la playa, en bici. El Isra me compró esta bika roja, grande y pesada, con llantas blancas: –Your own beach cruiser! –dijo. Yo, en realidad, prefiero las bicis livianas y delgadas. Veloces. La compró en un yard sale. Está hermosa, brillocita y casi nueva. Además, funciona a la perfección. Al momento de salir, no hay coches ni gente al cruzar el Ocean Boulevard. Y como vivo a una cuadra del mar, en unos instantes, respiro a esencia de algas marinas remojadas en sal; frescas del océano. Oceánide, en el Long Beach Shoreline Bikepath.
De golpe, comienzo a navegar, la brisa rebota reciamente en mis piernas. Hace frio, se me entumen las manos. El aroma a hondonada oceánica despertando, se hace más crudo ahora. Se adentra por minúsculas aperturas entre mi cabello, picando, casi hiriéndome el cuello. No sé a dónde voy. A ningún lado, pienso. No tengo la menor esperanza de ir a algún lado. Pero igual voy. Desprendida de expectativas, desmemoriada del arte y sus experiencias estéticas “genuinas”, me aventuro. Sin propósito: placer puro, simple y cotidiano: an effortless engagement. Rutina sin voluntad, sin dolor, bellamente atemporal, pure, will-less, painless, timeless: Solos, yo, la bika y mi mar, “dinámicamente sublime”. Mi bici vuela, le crecen alitas, me gusta ir rápido. Hay algunas gaviotas escandalosas peleándose por comida, y unos batitos Mexafricans skateboarding. They kick, push, and coast… so slanky! Al igual que yo, with no place to go.
Dos horas pedaleando y me doy cuenta de que me he ido, mega lejos. Pasé la escuela de buceo, The Aquarium of the Pacific y el Queens Way Bridge. Decido regresar a casa por las calles y avenidas, en medio de largos edificios glaciales, e indiferentes. Paro a comprar café, y un bagel with cream cheese. Continúo. Al voltear atrás, me doy cuenta de que un güey me está siguiendo. Es un chico mexicano, chilango. Conduce una bika amarilla, chiquita, de niños, toda desvencijada. Me sigue y me sigue y comenzamos a platicar. No me doy cuenta de que estamos pedaleando súper rápido hasta que al dar una vuelta, me caigo, más bien, colapso en la banqueta. Una señora con acento norteño, con quien casi choco, en lugar de preguntar si estoy bien, dice: –Ay mijita, está loca tu cabra. El compatriota chilango me alcanza y se acerca para ver qué me pasó. Al ver mis cortadotas, dice: –Me tengo que ir porque ya me está haciendo falta la porquería blanca. Se va.
Herida, me detengo en la florería y compro a dozen sunflowers. Son unos girasoles colosales, muy bellos. Los pongo en la canasta metálica de mi bicicleta. Como es viernes, y verano, traigo mi raspberry minidress, que compró Isra en el mall, y unos tenis negros, raros, de plataforma. Dos grandes gotas, rojas lágrimas me revientan de las rodillas. Sangran… sangre húmeda, que de volada seca. Pero las leves cicatrices se reabren instantáneamente, con los estirones de mis piernas girando. Como a dos millas de mi casa, me doy cuenta de que alguien más me sigue… en su patineta. Manejo mi red bike de una calle a otra, soñando continuamente en detenerme, pero sigo, sin la más leve esperanza de parar. Elijo la ceguera de esta persecución insensata. Fantasma náutica soy, transatlántica, náufraga… en mar de nadie, flotando. Mi corazón pudriéndose aún, en su anacrónico barco.
Él, es altísimo, triétnico y muy tierno. Se llama Tommy. Dice tener 21 años, miente… and away we roll. Rápido llegamos hasta la entrada de mi duplex home. Isra y yo vivimos en uno de los depas, de arquitectura Victoriana, con pisos de parquet, muy lindo y espacioso; con un balconcito que da al amar. Tommy y yo hablamos por mucho rato, tengo que practicar mi inglés, ¡cómo no! Quiere entrar… pero no lo dejo. Al día siguiente nos vemos de nuevo, y esta vez sí que lo dejo entrar. Hoy, y muchas mañanas más… mientras el Isra se va al jale; en su trabajo de carpintero, haciendo gabinetes para cocinas, en las casas mega ricas de Palos Verdes. Y tiene que pagar la renta. Y comprarme pinceles y óleos caros, Windsor and Newton, y además, sus gubias y buriles and such. Y yo estoy ahí, de ojete, poniéndole los pinches cuernos.
Por las tardes no salgo, me quedo en la casita studio. Isra y yo trabajamos los dos “juntos”, apaciblemente. Desde que llegué de México, Isra ha estipulado que solo nos podemos hacer el 69. Nadamás. Constantemente está enojado con todo, consigo, conmigo. Es más un padre que un amante. Éramos más felices, erótica y estéticamente hablando, cuando íbamos al taller de huecograbado en San Carlos, a hacer acuatintas. E incluso cuando vivíamos en la Prado Coapa, o en Santa Cruz Xochitepec, juntos… on and off. Pinto al óleo húmedos alcatraces, mientras el Isra talla sus bellísimas xilografías en madera de pino. Bueno, porque se supone que voy a pintar, y a dibujar, y a ser mejor artista. En lugar, toda la Santísima mañana, me pongo coger, con mi cute Wolf lover.
A ratos me viene a la mente su enorme cicatriz. Le empieza en la espalda, y gira. Al dar al frente, se hace vertical, erecta. Le recorre la boca de su entraña hasta donde empieza la misteriosa ruta hacia sus genitales. Violento es mi desconcierto, pero pasivo. Agitada mi bipolaridad lingüística. De heroína, su amarilla lengua. Abrupta y sosegadamente… Reality hits! Cabalgo ya no en mi bici roja, sino en los quebrados círculos de una estética sorda, total, sin placer, única, personal, non-hedonic. ¿Karma o celeste castigo? Neither. Más bien, parte inevitable de un pedalear lejos. Eventualmente, de un navegar más profundo, de un mirar adelante y atrás, with the little eye of occhiolism. Tal vez podría reorientar mi navegante, sin rencores, y quizás contra el viento, intentar de nuevo, atravesarme por otro puente… y hacerme amante de Kairos y Metanoia.
Fotografía de emily forever
| Maricruz Huerta (Ciudad de México, México, 1970). Maestra en el Distrito Escolar Unificado de Los Ángeles. Estudió Artes Visuales en la Academia de San Carlos y una maestría en Filosofía en California State University, L.A. La mayor parte de su actividad creativa ha estado dedicada a la pintura y a las artes visuales en general. Sus intereses se centran principalmente en los lenguajes visual, escrito y oral, la naturaleza, concretamente los ríos, la filosofía del lenguaje, la estética y la filosofía nietzscheana. Ha publicado ilustraciones y textos filosóficos en la revista Philosophy in Action de la CSULA y en la Gaceta de la UNAM. Forma parte del colectivo de poetas dirigido por Juan Carlos Martinez Parra. |
