Lacónica e ingeniosa: dos adjetivos que se le pueden asignar a la narrativa que Yuri Herrera desarrolla en Señales que precederán al fin del mundo (2009), su segunda novela publicada por Editorial Periférica. La trama: Makina, una joven valiente en busca de su hermano, quien ha traspasado el territorio nacional para enfrentarse a otras verdades, a otro orden vivencial al cual termina anexándose, no sin atravesar un crisol de experiencias en la complejidad mexicana-norteamericana.
Mediante un lenguaje coloquial y distendido, Herrera nos muestra con esta novela las posibilidades semánticas que los espacios, las palabras y el paisaje pueden contener a la hora de construir y narrar una historia. Si seguimos la línea que ha trazado para guiarnos como lectores, su novela nos lleva de la mano a explorar territorios conocidos, pero cuya narración hace parecer que nos habla de un mundo soterrado, un mundo fantástico visto desde diversas aristas:
Los gabachos juegan un juego con el que cada semana celebran quienes son […] uno pega un palazo, luego se va así como a recorrer el mundo por cada una de las bases que tienen, usté sabe que los gabachos tienen bases por todo el mundo, ¿no?, bueno, pues el que pegó el palazo las recorre mientras otros siguen golpeando para distraer a los enemigos, y si no se lo devuelven regresa a casa y su gente lo recibe con abrazos y fiesta (63).
Caleidoscópica –si es que no pecamos con el adjetivo– la obra de Herrera alberga las dimensiones humanas a través de la composición geográfica: su hablar, su tono, su paisaje, y su vida cotidiana por medio de sus acciones. El contraste: lo otro, lo peligroso, lo desconocido. Hablar sobre las interacciones fronterizas es un tema vigente en los autores contemporáneos: en este espacio se mueve Makina, protagonista de la historia.
Mujer autónoma e instruida quien domina “las tres lenguas”, Makina se erige como el fruto de esta interacción de dos territorios. A través de su experiencia cotidiana, ella sorteará el mundo atravesando diversos obstáculos para poder llegar hasta su hermano, conjugando el valor y la pericia ante la precariedad y el desarraigo, como una estrategia de supervivencia en su entorno: “llevar mensajes era su manera de terciar el mundo” (14).
En el intersticio de los espacios geográficos y culturales sumamente diferentes, los personajes de esta novela transitan y se reinventan por medio de la extrañeza de su país en donde la realidad cada vez es más difusa. La reiteración constante de la alegoría “cruzar al otro lado” se manifiesta como un mecanismo de inserción y ruptura de todo lo sabido, mostrando las diversas posibilidades que el viaje puede ofrecer.
Sustrayéndonos hacia una multitemporalidad constante, Yuri Herrera logra establecer un diálogo ritual entre lo contemporáneo y los saberes prehispánicos para abordar dos temas esenciales de la literatura mexicana: la violencia y la migración. El recorrido de Makina y su desarrollo en nueve capítulos nos remite, indudablemente, al camino hacia el Mictlán, el viaje que las almas hacían para llegar a otro mundo, el de los muertos, atravesando diversos desafíos y obstáculos. A su vez, Makina podría ser un pseudónimo contemporáneo para nombrar a Marina, mejor conocida como la Malinche, personaje fundamental dentro del simbolismo de la cultura mexicana.
Relaciones con narcotraficantes y capos, comercialización con “coyotes”, contacto con apátridas, así como las interacciones con más personas migrantes en su tránsito, son tan solo algunos aspectos que se integran en la diégesis del relato, los cuales son presentados de forma directa y libre de eufemismos:
Pero conforme se acercaban discernió los rasgos de la gente, que no era mujer; ni era la suya panza de embarazo, era un pobre infeliz hinchado de putrefacción al que los zopilotes ya le habían comido los ojos y la lengua (30).
Señales que precederán al fin del mundo es una novela que despliega el conflicto de la migración y las consecuencias que esto conlleva, se trata de una obra que escapa de lo anecdótico respecto a los desplazamientos para, más bien, incitarnos a comprender este fenómeno desde la imaginación, pero también desde la crudeza y la severidad que implica.
Existe un misterio que permea en toda la novela a través de la voz narrativa, en el que los acontecimientos y los espacios son vistos desde otra latitud, permitiendo observar cómo dos mundos se contraponen y se intercalan al mismo tiempo a través de los personajes y sus aspiraciones. En esta novela el lector encontrará una historia que se inscribe en una problemática económica y social, pero que ha dado como fruto la creación de otra cultura y otra forma de comprender el mundo, aquella en la que transitan los migrantes y quienes la erigen cada día: “más que un punto medio entre lo paisano y lo gabacho, su lengua es una franja difusa entre lo que desaparece y lo que no ha nacido” (45).
Señales que precederán al fin del mundo es una obra que pone sobre la mesa un tema tan recurrente, la migración, pero trayendo a colación sus ramificaciones: la memoria colectiva, la lengua, el abandono y la lealtad; refiriéndonos a esas raíces suspendidas de las que habla la poeta venezolana Ida Gramcko para llamar al vínculo que nos habita durante dicho proceso.
Mediante un ejercicio reflexivo y de exploración, Herrera logra trasladarnos a una realidad cotidiana en los márgenes del desplazamiento forzado sin la necesidad de utilizar un lenguaje pecaminoso y atrofiado como generalmente se suele hacer al momento de narrar la violencia. En ese sentido, Herrera trasmuta el léxico y la expresiones del habla cotidiana para otorgar un equilibrio no solamente verosímil dentro de la estructura narrativa, sino también para construir un mundo narrativo y poético a través de la contemplación: “[…] y justo cuando el sol comenzaba a alzarse vio que del otro lado una luz papaloteaba con intención. Contra la lumbre limpia del amanecer distinguió que era un tipo […]” (26).
En Señales que precederán al fin del mundo el lector asiste a una realidad que va más allá del eje rector narrativo: la entrega de una comitiva por parte de la Cora –madre de Makina– a su hijo. La premisa del viaje migratorio se transforma y converge en los diferentes límites de las complejidades de este proceso. Al final de la obra el lector descubre que la premisa del viaje siempre fue un replanteamiento constante en el que la identidad es atravesada innumerables veces hasta lograr la transformación interior: salir para no volver, sino para ir hacia lo otro. Aquello interno y externo que alberga lo extraño y que de a poco va construyendo la nueva identidad a su paso, anticipando las señales que, efectivamente, precederán el fin del mundo al que pertenecemos.
Referencias
Herrera, Yuri. (2009). Señales que precederán al fin del mundo. Periférica.
Imagen tomada de El Péndulo.
| David Pineda (Michoacán, México, 1996). Poeta. Licenciado en Humanidades con Orientación en Letras y candidato a maestro en Estudios de Literatura Mexicana por la Universidad de Guadalajara. Ha publicado crónica, poesía y cuento. Su crónica “Los estrechos caminos” obtuvo el segundo premio del Concurso Número 50 de la revista Punto de Partida de la UNAM. Obtuvo Mención Honorífica en el Concurso XI de la Revista Luvina, de la UdeG, en la categoría de «Poesía» por el poema “Dedos de luna”. Sus intereses son la memoria, las violencias, y los desplazamientos migratorios. Ha publicado en Punto de Partida y Punto en Línea (UNAM), Luvina y Carruaje de Pájaros. |
