Durante un tiempo estuve buscando una película que no existe, y es extraño por la forma en que funciona mi memoria. Pese a que muchos no recuerdan su primera infancia, yo sí. Recuerdo cuando apenas gateaba y cuando comencé a caminar. También, cómo mi abuela me pasaba un chal por debajo de los sobacos y me sostenía, mientras yo pataleaba sobre sus pies y a veces tocaba el frío piso de piedra.

La cronología de mi vida la puedo vislumbrar como una línea casi sin cortes. No lo recuerdo todo, pero si me dan un momento, puedo enumerar detalles, como mi ropa hace dos años en el cumpleaños de mi tía o cómo ibas vestido hace ocho semanas a cierta hora. Algunos me han dicho que esta habilidad es un don, mi primo Joaquín dice que la hipermnesia es una enfermedad. Pero yo no lo creo, tener buena memoria tiene sus ventajas.

De todos mis recuerdos, fue uno el que siempre me inquietó, por el contexto y la época de mi vida. Sucedió durante mi infancia, cuando tenía siete u ocho años. Es raro por atemporal.

Mi padre gustaba de ver películas de arte, rentaba videos en formato beta para verlos en casa. A veces me escurría en la sala mientras los adultos las veían; debido a mi corta edad, me eran prohibidas. Así vi: La Naranja Mecánica, The Wall de Pink Floyd, El Topo. Durante muchos años pensé que este recuerdo correspondía a una película debido a su nivel de extravagancia y belleza, y, al mismo tiempo, me provocaba una profunda nostalgia y una paz antiquísima. 

Ya en la era del internet la busqué en vano. No la encontré ni por año ni por palabras clave. Además de que la estética, los efectos especiales y las imágenes de la época, estaban lejos de mi recuerdo. No había correspondencia. Busqué en el cine de Medio Oriente y de la India, por el color de la gente  y lo exótico de sus edificios. Nada. Lo más cercano que encontré fue una película donde salía Rachel Welch, pero la descarté y comencé a pensar en mis límites para recordar las cosas. 

Inesperadamente fue Joaquín quien me dio la idea un día que fui de visita con mi tía. Había acabado de comentárselo a Rosario cuando nos interrumpió: 

─Ay, hermanita, mejor ni le hagas caso. Se me hace que ya se está deschabetando nuestro primito y cree haber vivido un sueño.

Mi prima me defendió:

─Tú qué sabes, a ti nunca se te da eso de soñar. Además, mi primo tiene una mente dotada, no como tú, que apenas te sabes la tabla del cinco. 

Joaquín sonreía despectivo, los caninos siempre han sido más pronunciados en toda esa rama de la familia, pero solo en él, ese rasgo me parecía grotesco. En cambio, en mi prima, sus afilados caninos eran pequeños y embellecían su sonrisa, dándole un fulgor singular. Rosario me miró con sus ojazos negros y cambió de tema contando un sueño que había tenido.

─Fíjate, primo, qué raro sueño tuve: soñé que estaba tratando de despertar, pero no podía. Era como si estuviera dormida, pero sin dormir, y cuando traté de despertar, estaba en otro sueño, y así, tres veces. ¿Crees que sea una enfermedad? No me había pasado, la abuela Tita dice que me salí del cuerpo, ¿tú qué crees?

─Pues hoy todo se explica con la neurociencia y el cerebro. Aunque, por otro lado, apenas comienzan en este campo. Entonces, quién sabe.

Rosario aprovechaba para mirarme los labios cuando hablaba, parecía que no me hacía caso, ni entendía lo que decía. A mí no me importaba, solo con ella hablaba por hablar. Ese día pasamos la tarde conversando curiosidades científicas, así me reconfortó.

Después consideré plausible que hubiera recordado un sueño y a lo mejor lo pudiera recuperar. Así que en mis tiempos libres leí más del tema. Hasta conseguí libros que mostraban cómo realizar viajes lúcidos. Leí uno para evitar el riesgo de crear falsos recuerdos. Incluso comencé a practicar meditación para depurar aún más mis memorias. Pero no, nada funcionaba. Ese recuerdo en especial seguía vago y borroso. Hasta parecía durar menos. Me estaba resignando a olvidarlo cuando recibí un paquete. Mi bella prima me lo envió con una nota: 

“Primo, encontré este libro en casa de la abuela, es un recetario. Lo vi y me acordé de lo que platicamos, lo vas a encontrar interesante. Espero que se cumplan todos tus sueños. Abrazos y besos, Rosario”. 

Desenvolví la cubierta del libro: Sueños de otro Mundo. Plantas para lograr el ensueño. En el libro había recetas para infusiones con diversas mezclas de plantas según el propósito. 

La receta Volaris es para tener sueños en los que vuelas. Noctus funciona para curar el insomnio y la ansiedad sumergiéndote en un reposo sólido muy recuperador. Aunsentia permite parecer muerto por ocho horas, pero si te excedes, es letal. Memento sirve para recordar los sueños olvidados. 

Tardé varios meses en conseguir los ingredientes: calea zacatechichi, galanthus caucasicus, salvia divinorum, psilocybe caerulescens. La mezcla tenía que ser precisa y la preparación requería tiempo, al cabo era una receta. Al principio probé el té en pequeños sorbos. Además del sabor amargo y poco ácido, no noté algo raro. Tras una infusión completa, me recosté sobre mi cama. Traté de permanecer despierto pero, después de unos minutos, por fin entré en el sueño. 

El piso era de mármol rosa, estaba acostado en una gran cama circular, cubierto de sábanas blancas, suaves y frescas. El mar rugía su arrullo a las piedras del peñasco, mientras la luz solar se reflejaba en los techos abombados blancos y sedosos. El viento silbaba ligeramente entre los arcos de herradura, mientras agitaba las cortinas de colores tornasol. El aire acariciaba mi rostro, estaba templado por ser mediodía, olía a brisa de mar. 

Junto a mí había una mujer morena y desnuda. Era mi esposa. Me sorprendió admirándola, sonrió con sus ojos verdes mientras pasaba sus manos por su ondulada cabellera negra. Me incorporé para ver a través de los arcos que formaban un hexágono a nuestro alrededor. Estábamos en la cúspide de un palacio de piedras blancas. 

A lo lejos, la línea azul del horizonte marino se rompió de pronto: una tortuga gigante saltó describiendo una parábola enorme y lenta. Estalló el agua a su regreso. Agradecí el gesto y quedé maravillado. Mi esposa me abrazó por la espalda, mientras apoyaba su barbilla en mi hombro, contemplando conmigo el caparazón de la tortuga que se hundía en el mar. 

Busqué otra vez su mirada, quise hablar, pero ella me besó. Entonces, nos abrazamos mientras revolvíamos las sábanas como el viento a las cortinas, y las olas a las piedras; arrullado para hundirme en ella, como caparazón de tortuga en el mar.

Luego, desperté. De nuevo, en este puto mundo. 

Desde ese día todo me parece irreal: la gente, los problemas, las noticias, mi vida. Es como si me hubiera quedado atrapado en un sueño gris y largo. Siento que encontré la hebra que deshilvana mi existencia. No se malentienda, no me va mal, pero comparado con lo que perdí, esto es casi un infierno. Esta vida parece un forro falso que me envaina. 

Mi prima supo que yo andaba mal. Me llamó un par de veces, para pedirme disculpas por prestarme el libro y tratar de animarme. La verdad es que yo estaba bastante agradecido, pero, de pronto, hasta la voz de ella me parecía lejana e irreal. 

A veces, creo, este es el sueño. Y estoy atrapado en un mundo donde no existen tortugas gigantes y las personas viven esclavizadas por consorcios inhumanos que toman su vida por dinero. ¡Espejos por oro! ¡Otra vez! Crean ilusiones y odio para continuar con la guerra. ¡Aún más riqueza para sus insaciables arcas! Fundan desiertos individualistas que difractan los márgenes de la realidad. ¡Ya nadie sabe qué es real! Creo que este mundo es una puta pesadilla.

Aún así tengo esperanza, porque recuerdo mejor que nunca, las playas y los peñascos del Mar Verde, lo navegué con mi tribu, les abracé con mis brazos. Todavía siento el sabor del viento… la sal de mis ojos no miente. Cuando despierte, mi esposa estará ahí para consolarme de la pesadilla que viví en este mundo caníbal. 

Le contaré de una raza extraña de gente que no se considera igual entre sí. Lucha en grupos de todas las clases, tamaños y formas. Todos contra todos. En su batalla forman una montaña tan grande que su cúspide se pierde a lo lejos. Nadie sabe en realidad quién es el jefe o quién está hasta arriba. Mientras la pirámide de poder se alimenta del mundo. Ahora, siento lástima por ellos. No son como nosotros, donde vivimos cien o cincuenta, juntos y horizontales, pero todos en palacios.

Ella no va a creer lo que vi: ya no creen en los dioses, ni en las imágenes ni en los espíritus ni siquiera en sí mismos. Le contaré de cómo se pierden en el deseo, y del sin sentido que se alimenta de su existencia, como animal enjaulado, viven sin vivir. Le confesaré que yo también fui uno de ellos: infestado de angustia, miedo, furia y vacío…, espacio perdido donde encontré su recuerdo. 

Le contaré que una vez mi padre en ese mundo me dijo: “Persigue tus sueños”. Siempre lo consideré una tontería, ahora le encuentro sentido. Creo que lograré despertar allá, esta vez tripliqué la dosis.  

Imagen de Toni Demuro, tomada de Pinterest

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