Desayuno

Antes de que el día,
rápido y doliente,
abra las puertas del mundo,
llena la mesa este instante
con su prisa tibia y gusto culposo.
Rebosa pudiente la dulzura
que se quiebra en las manos,
y el terciopelo de la fruta colma
sus decires en mi boca.
Apenas me resisto a las harinas
cuando ya unto mi pan con mermelada.
Y no diré que remojo en el café
los sueños de anoche,
o que lamo las angustias que rebana
el cuchillo para la mantequilla.
Solo diré que es sabrosa la ausencia de los otros,
o ese silencio que,
por lo menos un rato,
antes de que empiece la tardanza,
justo detrás de todo aquello que nos persigue,
nos dedica un canto que vuela,
un buenos días, un cuerpo que se estira.
Miro esta servilleta retorcida
con la que intento limpiar
un amanecer inevitable
y pienso que soy demasiado breve
como para acomodarme
en este rato para siempre.

Y mientras espero a que todo lo mayúsculo
se despierte de un letargo acostumbrado a la intermitencia,
yo, a la hora precisa,
en el mejor de los casos,
desayuno.

Pequeño milagro

Duele mantener el milagro,
darle de comer,
hacerlo estar hoy en el mundo
con su letargo bien vestido
y el aliño de su fauna cadencia.

Duele no saber de dónde sacar
ese alimento que me exige,
aquella sustancia de todo lo otro:
¿de los amigos, de los amores
          de los gatos, de los perros
    de las estrellas, de los sueños
    del polvo, del humo?

Duele verlo retorcerse de hambre a cada hora
y sentir cómo recorre,
dentro de una lágrima encerrado,
mi mejilla.
Duele que sea tan pequeño
y que su voz sea apenas un rumor milimétrico

Yo quisiera ahogarlo en el arrullo de algunas mentiras,
sobarle el cuerpo con mi lengua,
componer su pequeño mundo
para que cante todos sus estertores,
para que olvide su condición en el mundo.
Y duele su belleza que ya no me contagia
pues hace mucho tiempo renunció su luz.

De inmobiliaria

Habito esta casa desde afuera,
en calidad de inquilino ausente,
con mis dos plantas invisibles,
felinas y frugales como la duermevela.

Rento una casa que se encoge,
que respira mientras duermo
y que maúlla cuando no estoy.

Paseo a mi casa por entre los edificios,
le doy de comer
la desordeno,
la ordeno,
y la vuelvo a desordenar. (No hay remedio).

Algún día me iré y andaré buscando otra,
la dejaré tirada en algún sitio
como la piel de una serpiente,
como una concha de mar.

Sé que tiene vidrios rotos,
que una puerta le rechina infernalmente,
sé que gotea con su llanto habitacional
y que crujen sus cimientos cuando extraña el polvo,
sé que en el fondo desea volver a ser cal, arena y cemento.

Casa acortinada
Casa enmantelada,
Casa ajena que me viste,
que me personifica,
perdona mis ausencias,
Perdona que no sea una familia con sus vaivenes
y sus escándalos.
Entiende, por favor, mi forma de habitar.

Cuando me voy habito esta casa desde adentro
y si por la mirilla me asomo,
descubro un ojo que me observa.

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Escrito por:paginasalmon

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