Mientras leías por el sendero estrecho,
rebosante de la vitalidad del castaño,
hacia la húmeda y olorosa
respiración de las flores.
Me refugio del sol
bajo las ramas caídas de una gran haya,
rodeada por las franjas coloridas
de un seto circular con flores a mi izquierda,
de los dispersos
árboles violáceos,
de la hierba extendida como
la turquesa del agua.
Al abrir mi caja de pinturas:

‒Oh, un gorrión, un gorrión.
Se acerca uno,
se acercan dos,
otro, otro y otro más,
diez, veinte, no los puedo contar.
Frente a la delicada banca amarilla,
un gorrión me percibe, se acerca a mi:

‒Vengan y coman,
vengan y coman.
Hoy vengo preparada,
fideo y arroz he traído.
‒Vengan y coman
gorrión, gorriones, gorrioncitos,
parecen palomas frente a la figura de la Virgen,
bonitos e inocentes gorriones.

Cuando yo estaba en mi tierra,
al despertar pintaba,
al anochecer pintaba,
incluso en festividades, en domingos, en primaveras y otoños,
sin descanso pintaba
no tenía sosiego
para alimentar a las aves.

Oh, hermosos y curvados dorsos
cabecitas y picos,
se forman hacia mí.
Los miro como si fueran niños,
mis hijos que no puedo olvidar …
Los nombraré en voz baja.
A ver, Hikaru,
la pequeña y linda Nana,
Shigeru, Rinbô, Yatsuo …
¡Ah! Teme de mi mano levantada,
un gorrión huye,
no le abriste el corazón a tus padres,
como la pequeña Saho.

Yo decía algo …
Será que estoy loca …
¿alguna vez podré estar tranquila?
Ah, algo me preocupa, me abruma,
otra vez mis hijos…

La vida ocupada del Japón
no puede inspirar mi pintura,
me encuentro vieja y muchos de mis cabellos
pronto caen.

Olvidando a mis hijos, olvidando mi condición.
Me pregunto por qué decidí
emprender este viaje tan largo.
Como madre,
he robado horas preciadas
del cuidado de mis hijos
para alimentar unos gorriones.

Sin intensión, me has convencido de venir …

No, no,
yo lo deseo de corazón …

Vaya, de repente han volado los gorriones.

Fue por tu culpa.
Todos, todos los gorriones se han ido volando.

Querido, de cualquier forma regresaré
a Japón antes que tú.
No más, no más, no pintaré jamás.
Gorriones, gorrioncitos,
gorriones del parque Monceau,
a ustedes tampoco les daré comida ya.

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Hace aproximadamente año y medio, traduje este poema para el concurso de traducción 1×1. Tristemente, mis gorriones llegaron tarde y fueron rechazados de la competencia.

 

Considerada como “poeta de la pasión”, además de escribir poesía, Akiko Yosano (Osaka, Japón, 1878-1942) fue ensayista, activista, entusiasta de las letras, esposa y madre a la vez. Es una gran exponente del pensamiento femenino japonés. El poema es una cautivadora propuesta por incentivar en la mujer una fusión de sus diversos roles, ya sea como intelectual, como artista o como madre.

Akiko viaja junto con su esposo Tekkan a países europeos en 1922, seguramente llegaron a París y visitaron el parque Monceau, frecuentado por personajes como el pintor impresionista Claude Monet. El poema nos lleva a recorrer un jardín lleno de flores, estatuas, árboles espectaculares, una gran cantidad de aves y un estanque inundado de una agradable tranquilidad que se transforma en dudas, cansancio y quejas.

Parece la descripción de un cuadro impresionista: palabras breves ejecutadas de forma rápida sobre el lienzo. De esta forma, podemos oler la vitalidad del castaño y respirar las flores. Akiko es precisa y eficaz en la descripción, combina el uso de sonidos, colores, olores y sensaciones yuxtaponiendo “pinceladas” que permiten recrear la brillantez de la naturaleza. En mi traducción, intenté conservar estas “pinceladas” sin perder de vista a las dos personas que se mueven en ese mismo espacio.

Imagen tomada de The Metropolitan Museum of Art

Escrito por:paginasalmon

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