Fresco
Recién bañado,
peinado,
fresco.
Una noche atiborrada de vientos fríos,
recién bañado,
gotas de agua todavía en mi espalda,
bajando por mi piel,
mi piel chola, mestiza,
de cuatro o tres colores diferentes,
de cientos de años de historia,
historia de sufrimiento, sudor y agua y sangre.
Veo en mis poros
los mundos rotando en ejes desgraciados
donde cazaban a megafaunas y celebraban
la muerte y la vida;
siento en las armonías de los vientos fríos
los cantos demenciales de los gritos
arremolinados en explosiones estiradas a través del tiempo pasado.
Fresco,
recién bañado,
me lavo los dientes y pienso en el pasado,
pienso en el oro, en el magma y en los cultos,
pienso en las bestias acéfalas del tiempo
convulsionando y desangrándose
sobre las plataformas inmateriales
que flotan y se agrietan
encima mío.
Recién bañado,
peinado,
fresco,
se retuerce la luz del sol con el devenir de las memorias
que no existen,
se inflaman las bestialidades, y así mismo,
la euforia y la liberación que propone recordar
sobre aquellos tiempos.
Poema sobre mi sangre
Corre de mi cuerpo, mi sangre,
trata de escapar danzando,
choca contra el techo y las ventanas y las puertas
de mi habitación;
aislada, llora,
gotea, ensucia,
huele a hierro.
Veo mis manos y la fuga de sangre de mis poros,
en mis manos veo el fuego,
el fuego ardiendo a través de la historia,
un solo fuego,
la encarnación del fuego del mundo son mis manos,
la animosidad del humano es la poesía devorando desde adentro mis dedos,
la imposibilidad del despertar es la mugre en mis uñas.
Tengo al mundo insano, retorciéndose
en la palma de mis manos,
y me pica.
Veo a los caballeros plateados
descendiendo de la luna
por sus puentes de luz,
no tienen corazón, no tienen ojos,
solo el mermar de almas como la única definición de vida,
para extinguirse,
como una rosa hecha de humo
ante el germinar de un viento colosal e inminente desde la matriz
de un mar oscuro.
Escribo lo que puedo
mientras mi sangre se va
y la historia descansa mefistofélica
en el desierto de mis manos
y los caballeros descienden
para acabarme
y grita la ciudad y sus luces invisibles
luego de mi ventana.
Imagen de Francisco Toledo