Iba a iniciar esta columna diciendo: “ir al puesto de periódicos (+ algo que dijera que no hay nada literario ahí)”, pero afrontémoslo, ya nadie va al puesto de periódicos. Es 2016 y este es el punto de la columna. Asumo que la frase “ir al puesto de periódicos” imposibilita lo literario, porque viviendo en México y bajo sus políticas mochistas es fácil olvidar que, de hecho, no estamos en 1954. Y me gusta la hipocresía descarada del mexicano, porque igual asumo que en las librerías sí hay literatura, pero entro a Gandhi y lo primero que me encuentro es el nuevo puto libro de Yordi Rosado. Sin embargo, me queda una esperanza: el circuito de poesía underground de la –ahora– CDMX. Llego a un café/foro/cooperativa dedicado a la difusión y apoyo del medio «indiependiente». No sé cómo esté la situación en otras ciudades, pero aquí me encontré un muerto y un arrimado después del tercer día. Sé muy bien que, en cantidad, los poetas superan a los americanistas, pero no sé cuál de estos grupos me provoca más rechazo o miedo por su clara falta de raciocinio. Bajoneado, triste y desesperado acudí a mi mejor amigo, un chino barroquista con TDAH. Para aliviar mis penas me recomienda a Valeria Luiselli. Compro sus Ingrávidos y salgo vomitado de la librería. Esta indigestión de esnobismo cultista y autobiografía transgenerada hace que el estómago me baile un tango (la autobiografía es el verdadero mal de nuestros tiempos). ¿Qué vergas hago con mi generación?
Ya habrá tiempo de criticar todo eso (o podemos asumir que es malo, get over it y seguir. Lo recomiendo enfáticamente) (de verdad, enfáticamente), yo vine aquí a hablar de narrativa gráfica y, perdón por decírselos ahorita, (también) iba a iniciar esta columna diciendo: “Al hablar de narrativa gráfica surgen algunas dudas”, pero ya es hora de afrontarlo (también), nadie habla de narrativa gráfica. Y no puedo hacer nada (sí puedo). Podría, por ejemplo, evidenciar que no hay más de 10 publicaciones gráficas en México (Kalimán, Fantomas, Los Supersabios, Chanoc, El Santo, Las Aventuras de Cantinflas, Memín Pinguín, La familia Burrón, Lágrimas, Risas y Amor, El Santos contra La Tetona Mendoza, Fábulas de Policías y Ladrones o El Libro Vaquero), o decir que, a pesar de encontrar más de 10, nadie habría escuchado hablar de ellas. Como no quiero que se me pase mencionar más cosas, voy a aclarar de una vez lo que es y lo que no es narrativa gráfica.
La narrativa gráfica es, simple y llano, una historia contada gráficamente. Puede o no puede tener un narrador, diálogos, notas o viñetas. Simple ¿No? Pues no porque dentro de otras formas de arte gráfico puede haber una narración: aunque un poema gráfico tenga narración, la intención de la obra es ser un poema, no una narración (ahí está el detalle). Y ya, eso hace que la “narración” sea una mera característica. Y así podemos mencionar montones de casos, porque nadie habla de narrativa gráfica en este país de los 50.
Me dicen entonces que El Libro Vaquero no puede ser literario por su estética explícita. Y luego me dicen que los autores del siglo XX no tenían miedo de ser explícitos. Me dicen que La Familia Burrón es un pilar del costumbrismo (en algún otro momento hablaré ampliamente del costumbrismo y cómo diferenciar el costumbrismo del panfletarismo) y que no puede ser literatura, y luego me enseñan que el costumbrismo fue, de hecho, un modo canónico de tratar las historias del XIX. Recuerdo que, hace muchos años, compré una edición de Memín Pinguín (al que mi abuela llamaba Memín Pingüín) en el cual una anciana adinerada confundía a su nieto con el protagonista. Lo recogía de la estación de trenes (creo… ya no me acuerdo bien), y después de llevarlo a su casa le daba una gran cena y veían televisión. Luego, un coche negro dejaba una maleta en la puerta de la casa y Memín la descubría. El verdadero nieto estaba descuartizado dentro de la maleta (Daaamn). Y así bajita la mano, para El Libro Vaquero ya escribió Jordi Soler (La ley y el opio) y Yuri Herrera (Un capitán Cimarrón, definida por el autor como una adaptación de Otelo en Nuevo Orleans).
Ya tiene un rato que abrieron la sección Novelas Gráficas o un símil cualquiera del nombre, lo cual es un intento por agrupar en un estante toda la narrativa gráfica mercable (o sea que nos venden lo que quieren). Y entiendo que sea confuso, igual si no nos enseñaron a cuestionar a Octavio Paz, por qué vamos a cuestionar al Fondo de Cultura Económica. Aquí otra aclaración sobre Narrativa gráfica: la extensión no importa. Puede ser de un cuadro (viñeta), una sucesión pequeña (tira cómica), una cantidad menor de páginas (historieta o cómic), o un número mayor de páginas (novela gráfica). Lo que no puede ser es una historia que privilegia la narración textual sobre la narración gráfica. Lamento informarles que estos bastarditos pululan por toda la industria editorial mexicana. Bendito sea el libre comercio y las adaptaciones cinematográficas.
No se preocupen, les explico. Supongamos que “Cine” es ese adolescente ávido de cosas nuevas, propositivas, provocadoras, interesantes (o sea que busca porno), para llevarle a sus amigos “Televisión” y “Streaming”. Encuentra (el porno) la narrativa gráfica y la (corta en los pedazos más chidos) adapta para mostrársela a sus amigos y ser popular. Sus amigos comienzan a hacer lo mismo (y a venderlo), pero hay alguien más en la escena, una persona grupal (o sea nosotros) y los de Brazzers (digo, los de la tienda de comics). Y estos morros no son tontos, huelen nuestras carteras hinchadas cada quincena y van a darnos algo para comprar. Entonces dedican sus brillantes mentes a tramar el plan maestro para que gastemos tanto que no podamos pagarle ni a la señora de los tuppers. (Y en sus genios inconmensurables) Dicen (¡claro! ¡genios!): vamos a agarrar esas novelas densas y pesadas que nomás nosotros, la élite de la cultura, la corte del Rey de la Literatura, los magnos y siempre muy bondadosos portadores del conocimiento verdadero y único entendemos, y vamos a ponerles dibujitos para que nuestra plebe pueda al fin entenderlos. ¡Vamos a remendarles su ignorancia! ¡Vamos a convertirlos a todos al buen camino! Y lo peor es que les funciona. Así de estúpidos estamos, creo.
Esta extraña difusión y desinformación sobre el género viene también del afán por canonizar lo que está dentro de la librería y desestimar lo que está fuera. Muchas veces lo único que pasa con esta intervención a las novelas densas y pesadas es que pierden todo. El dibujante impone una estética que le impide al lector hacer ese ejercicio imaginativo del que todos nos enorgullecemos tanto. Estas novelas llevan tanto tiempo enterradas que se nos olvida hacer un pensamiento crítico a su alrededor. (Opinar libremente sobre las vacas sagradas es el modo perfecto de ser un apestado) (bueno, tampoco se trata de criticar por criticar, es reflexionar por qué son buenos y en qué se equivocaron) No les toques ese son porque te matan. Pero ya ven, los cultos somos tan amorosos con los idiotas. Así el ambiente editorial ha roído el concepto de narrativa gráfica. Entonces te preguntan ¿Qué es la narrativa gráfica? y tú como la chica de humo, (ah ah) te entienden, te tantean, (ah ah) te encienden, coquetean y te evaporan. Y te quedas como ¿y yo qué sé? ¿dónde va? ¿dónde vive? Todo está mal. Siempre es igual. ¿Y yo qué sé? Yo no soy detective y la paso fatal.
Para que no me digan que nomás me estoy quejando aquí, voy a intentar proponerles con un lenguaje muy bonito, muy presentable, muy propio, unas opciones para acabar de una vez por todas con estos vicios de la vida, el universo y lo demás. Yo sé que aplicarlas es, si no imposible, bastante duro. Por eso tomen sus precauciones.
La primera será nuestra propia utopía. Implica, sobre todo, dejar de lado la rentable seguridad a la que se ancla todo el modelo de las editoriales. Supongamos que es posible, sin embargo, conseguirlo. Este es el escenario: cambiar la apuesta segura para fomentar (no se espanten, no somos el FONCA) los proyectos editoriales de narrativa gráfica (que su poética no sea tan endeble, porfa. Hay que exigir calidad). Aunque es claro que de los proyectos de narración gráfica que surjan bajo este modelo, un porcentaje menor será el mercable, al intentarlo no perdemos más de lo que estamos perdiendo en este momento, apoyando proyectos deleznables, de alcances poéticos y literarios cortos.
La segunda posibilidad, más amigable, requiere (chingos de) trabajo: recuperar las tradiciones gráficas, no solamente de México, sino de Latinoamérica, y sobre ese pequeño escalón construir una nueva narrativa gráfica. Condorito y Mafalda gozan de buena salud, pero nunca estuvieron solos. Están olvidados, en parte, porque seguimos considerando la comedia como un género menor ante el drama; la única verdad aquí es que ya no producimos ni comedias sólidas, ni dramas válidos; las narraciones últimamente se balancean entre los pastiches kitch combinados con diluciones costumbristas de panfleto (si tienen dudas, pregúntenle a los Alazraki); mientras del lado dramático reinan ampliamente los melodramas —que para eso sí somos muy buenos—, junto a una clase de narración polarizada y desentendida de sí misma: a esta clase la llamaré ultradramas de miseria. Explico: para crear personajes verosímiles es necesario un amplio ejercicio de consciencia, el cual no se está llevando a cabo. Al hacer historias escandalosamente miserables, olvidamos que nuestros personajes deben tener una dimensión más allá de la miseria misma. Esto guía a los dramas a ser maximizaciones viscerales. De estos vicios del desentendimiento provienen los estereotípicos personajes recurrentes.
La tercera (y la última, yo también tengo una vida) es a mediano plazo. Resulta difícil y, sin embargo, se antoja como la más realizable: comenzar a comprar narraciones gráficas (o eso que venden así), y ser honestos, difundir y participar de una crítica directa, informada y argumentada sobre la composición de las obras. Tanto las que se encuentran en el puesto de periódicos como las que están en Gandhi. Una vez al mes, comprar la más barata, para la que alcance, la que nos llame, y hablar con quienes les pueda interesar esto. De boca en boca sigue siendo el mejor medio para la difusión y crítica de la cultura. [Esta columna es sobre narrativa gráfica, si no sabes nada, no te espantes, aquí estoy yo (qué harías sin mí) para llevarte por el fino arte de hacer comedia además, apenas tenemos tiempo para salir del siglo XIX, reconocer el XX y llegar al XXI]
Imagen tomada de Marvel 1602 #1 (November, 2003)
Cesar Lopez (La Doctores, México, 1991). Realizador audiovisual, creador de contenido y UX Writer. Sus intereses se centran en la tecnología, la literatura, el cine, la música y el arte transmedial. Ha publicado en la colección Bajel de Letras, de la UAM-Japan Foundation. |