Figuras del discurso. Exclusión, filosofía y política, coordinado por Armando Villegas, Natalia Talavera y Roberto Monroy, bajo el sello de Bonilla Artigas Editores, reúne los textos concebidos en el seminario homónimo de la Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos coordinado por Villegas Contreras, en el marco del proyecto de investigación “Figuras de exclusión en el discurso filosófico y político”.  Se trata de una colección de ensayos de calidad heterogénea dividida en seis secciones y cuya columna vertebral descansa en el texto introductorio de Erika Linding Cisneros. El resultado es un ejercicio polifónico de reflexión en torno a la producción de discurso contemporáneo –proceso que, para Foucault, reproduce los procedimientos de exclusión en una sociedad– bajo el análisis crítico de algunas de sus figuras.

La voluntad de verdad que a través de los discursos ha atravesado la historia, sitúa la oposición entre lo verdadero y lo falso como un sistema de exclusión. Para Foucault, el discurso verdadero no puede reconocer la voluntad de verdad que le atraviesa y la voluntad es tal que no puede sino enmascarar la verdad que quiere. Bajo el signo de Nietzsche, Figuras del discurso esboza los dispositivos de exclusión escondidos en esa voluntad, allí donde la verdad se propone justificar lo prohibido, definir la locura y engendrar sus figuras de exclusión: la mujer, el indígena, el bárbaro, el salvaje. Se elige la figura pues proporciona, a nivel semántico, unidad de sentido; y a nivel performativo, reproduce relaciones de dominio y poder en los actos de enunciación. Las figuras de exclusión son aquellas posiciones de enunciación de la diferencia y entreabren una distinción con el/lo otro. Suponen, por lo tanto, una reproducción de las condiciones de sometimiento y subordinación en una sociedad. La figura como acto performativo del habla ejerce un poder vinculante que profundiza y actualiza su discurso histórico.

Siguiendo a Nietzsche, se entiende que la experiencia sensible está mediada por el lenguaje figurativo: la verdad no es sino una interpretación cuyas instancias de producción y reproducción están siempre atravesadas por una voluntad de poder. El mundo es producto de un ejercicio de apropiación; es la victoria de un sentido específico que establece su dominio a través de la validación de sus referencias en el discurso. Linding Cisneros propone una crítica de las figuras; crítica necesariamente fundada en un examen genealógico del lenguaje y sus narrativas. Crítica que apunta a desnudar las relaciones de poder que caracterizan la interpretación y el sentido; entreabrir las figuras del lenguaje y hallar en ellas las condiciones de dominación latentes.

El despliegue de esta crítica a través de las seis líneas de fuga que propone Figuras del discurso resulta en un mosaico heterogéneo en el que se exploran figuras de exclusión específicas: la mujer, el bárbaro, el salvaje, el pepenador, el cuerpo, el hombre desechable y el animal, por ejemplo. Expongo a continuación algunas de las exploraciones que se esbozan en el libro.

Figuras de lo humano y de lo animal. Villegas Contreras retoma la noción de “construcción social del discurso” (Laclau y Mouffe): toda configuración social es una configuración significativa. Una figura del discurso es un conjunto de relaciones históricas y relaciones sociales de significación. Así, la figura del hombre nos remite necesariamente a una condición política en la polis griega: el varón, adulto y ciudadano –sujeto de derechos políticos–, que marca la relación con el resto de los sujetos: las mujeres, los esclavos, los bárbaros y los salvajes. Las figuras del bárbaro y el salvaje nacen con las teorías del contrato social que se desdoblan históricamente en el proceso colonizador: al salvaje, hombre en estado natural, habría que colonizarlo para enseñarle las bondades de la civilización. La figura del hombre también establece una escisión entre el humano y el animal; para Herrera Venegas esta oposición es el fundamento del antropocentrismo y se despliega históricamente como la razón instrumental que opera, bajo el signo del dominio, un programa de sometimiento del mundo natural al servicio del hombre. Por su lado, Flores Farfán da cuenta de las condiciones contemporáneas de explotación animal.

Para Rojas Gamboa –a través de Foucault y Arendt–, el hombre moderno perdió su condición política aristotélica y quedó reducido como “espécimen del animal de la especie humana”. La nuda vida del homo sacer constituye el horizonte del Estado Nación moderno: la política ha pasado a ser integralmente biopolítica. La administración de la vida supone la adherencia del hombre sagrado a la vida comunitaria normalizada mediante dispositivos de control disciplinarios. Los totalitarismos del siglo XX son, para Rojas, “el laboratorio privilegiado para observar la dimensión de los Estados abiertamente biopolíticos”.

Figuras de la naturaleza y el deshecho. Monroy et al. retoman la figura del hombre desechable (Ogilvie) en cuanto crítica al sistema de producción capitalista que produce un excedente, no solo de mercancía, sino también de una población desheredada. Después de Auschwitz, “el hombre ha devenido desechable no tanto por su condición política, sino por el valor que el mercado, como nuevo poder discursivo, ha construido”. Las figuras marginadas por la configuración económica y social contemporánea (los migrantes, los pobres, los indígenas, los pepenadores –figura discutida por Valencia Chávez–, las prostitutas, y también los obreros, fácilmente removidos y despojados), pueden ser recicladas como parte del metabolismo estéril del sistema capitalista. Para los autores, la figura del hombre desechable se ha extendido a la basurización del cuerpo, como da cuenta la hiperviolencia extendida en México: los cuerpos no sólo son mutilados y degradados, sino que son exhibidos. Las imágenes de los cuerpos-deshecho –cosificados, negados de subjetividad– son reproducidas, comercializadas y consumidas, alimentando así un perverso metabolismo.

Los otros (que somos todos). Martínez reivindica la experiencia del exilio en la lengua materna, como movimiento de resistencia contra la imposición de una lengua nacional. Se trata de la reivindicación de las culturas autóctonas frente a un proyecto de nación hegemónico. La experiencia colonial operó bajo el dispositivo del exilio de la población indígena –figura de exclusión que generaliza a una población a pesar de sus diferencias culturales y lingüísticas. La desaparición de lenguas es una tecnología de racismo y funciona como dispositivo de control indispensable para la victoria cultural de los conquistadores. La resistencia en el exilio se halla, para la autora, en el uso de la lengua materna fuera de las instancias institucionales y hegemónicas de mercado.

Por su lado, Montes explora otra configuración del exilio: la figura del refugiado. La caracterización del apátrida apunta directamente a una revalorización contemporánea de la figura del bárbaro, como aquel que por su posición originaria no es merecedor del reconocimiento en tanto ciudadano. Al mundo occidental –Europa y Estados Unidos– le parece inquietante e incómoda la figura del refugiado: la condición de precariedad de ciertas poblaciones las hace no acreedoras del reconocimiento y sus vidas “no son merecedoras de ser lloradas”. Las victimas de Baga son prescindibles; no así las de París.

Figuras de lo político.  Destaco el ensayo de Abdo Ferez, quien estudia la figura de “ciego” propuesta por Schmitt, como la acusación que se hace a quien no comparte la importancia de los propios valores, para abrir una lectura posible de La tiranía de los valores (Schmitt, 1960) más cercana a la crítica de la producción de regímenes de verdad modernos. Así como se producen efectos de verdad al interior de un discurso, se producen también efectos de valor. Ciego es entonces la acusación que se hace a aquél que no comparte la dignidad de un cierto régimen de producción de valor. Esta lectura supone que quien intenta poner en valor un no-valor merece un no-derecho lo que implicaría ser arrojado fuera del sistema de derechos.

Figuras del intersticio. Retomando a Benjamin, Alcubierre expone una crítica a la infantilización del niño: la sociedad burguesa estableció un programa que aniquilaría la potencia creativa de la infancia y pondría restricciones al juego. A través de la educación y socialización, la infancia quedó suscrita a las condiciones disciplinarias caracterizadas por la vigilancia –primero por los padres, después por los profesores–, y el castigo.

Discurso, cuerpo y poder. Los dispositivos de poder que atraviesan los discursos, disciplinan, niegan, producen y normalizan cuerpos. Para Preciado (citada por Castañeda), existen discursos que operan como una máquina de producción ontológica que funciona a través de la invocación performativa del sujeto como cuerpo sexuado. Castañeda propone dos metáforas sobre el cuerpo: metáforas de sangre, en cuanto cuerpo como objeto de castigo, y metáforas de la Scientia Sexualis: cuerpo como metáfora del biopoder. Dispositivo disciplinario y unidad de la administración de la vida; el cuerpo se revela como objeto de las ciencias médicas y jurídicas. Se vuelve, por lo tanto, normalizable, gobernable. El establecimiento de una economía del cuerpo y de la sexualidad supuso la emergencia de figuras discursivas para calificar las conductas “irregulares” ­­–desviaciones que habría que disciplinar. Para Talavera Baby, la perversión es una figura sembrada en los cuerpos para su extracción y registro; permite así la administración del placer.

***

La crítica a las figuras del discurso supone una revisión a las formas del discurso; resulta, por lo tanto, sorprendente que todos los textos de Figuras del discurso (2016) asuman la forma del ensayo académico sin reparo. Es, entonces, labor del lector construir un hipertexto a través de una lectura dispersa, no lineal y fragmentaria; establecer vasos comunicantes entre los ensayos que se presentan y con la literatura que sugieren. Inaugurar una instancia de conversación sobre el discurso de la crítica del discurso y sus formas.

Imagen tomada de Semana Sostenible

Escrito por:paginasalmon

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