Platón, ese gran inventor de mentiras, nos dejó como su más funesta herencia una idea: tenemos un cuerpo y un espíritu, pero sólo éste último es digno de cultivarse; el otro es un lastre que debe repudiarse porque nos hunde en los vicios. A este juicio y sus continuadores debemos varias atrocidades: la proscripción de la sexualidad, la identificación del cuerpo con el pecado (y de la mujer con el cuerpo y con el pecado), la separación del trabajo manual e intelectual, la subsecuente división en clases sociales, la reclusión femenina en las labores domésticas, la proyección de los hombres en las esferas públicas y, en fin, casi todas las arbitrariedades de nuestras sociedades. No nos llamemos a engaño: la historia del dualismo del cuerpo y del espíritu es la historia de la desigualdad humana.
Por ello, y porque así parece exigírnoslo la conjunción de tres eventos (las elecciones presidenciales del 1 de julio, el Mundial de Futbol FIFA 2018, y el 50 aniversario de los movimientos estudiantiles y los Juegos Olímpicos de México 1968) en Página Salmón queremos detenernos, hoy, a repensar uno de los frutos de ese dualismo: el que separa los deportes de lo que nos ha dado por llamar “actividad intelectual”. Este prejuicio nos importa porque nos ha hecho ignorar toda una dimensión de los deportes: aquello que tienen para decirnos sobre nosotros y nuestro presente, para modelar desde ellos una ética y una política. Casi ninguna de las lecturas del deporte que nos llega, sobra decirlo, ha sabido profundizar en algunos problemas que este fenómeno plantea, en tanto que microcosmos de la sociedad; son, casi todas, comentarios edulcorados sobre perseverar y ser competitivos. ¿Y acaso no resuena la ideología en estas dos palabras? Aquí una primera línea de investigación. Pero no la única.
Jacobo Rivero y Claudio Tamburrini, dos de los pocos lectores críticos del deporte que conozco, enumeran en su libro, Del juego al estadio. Reflexiones sobre ética y deporte (2014), algunos otros de los problemas a pensar: “el elitismo relacionado con la hiper-profesionalización, el espectáculo que se genera en torno al deporte, el sexismo o el dopaje”. Los integrantes de Página Salmón, advertidos de que éste es un territorio fructífero para el análisis y de que los problemas hasta aquí enlistados no suman ni siquiera una parte mínima de lo disponible, hemos decidido dedicar a este asunto nuestro séptimo dossier, que tiene como título “Deportes y sus dimensiones políticas”. Nuestro propósito no es, sin embargo, el de representar en el “mundo intelectual” al cuerpo y sus actividades, a la manera de los etnógrafos; nuestro objetivo es el de cuestionar la misma base de esta división, el dualismo, para ayudar con esto, aunque sea modestamente, a la abolición de las desigualdades que de él provienen. Por eso decimos “dimensiones políticas”: porque el deporte puede y debe ayudarnos, sobre todo, a pensar la forma en la que nos relacionamos. Es decir, la forma en que nos oprimimos. La arena deportiva, con sus victorias y derrotas, con sus calificaciones y récords, no es un asunto menor; es el foro en el que se decide quién pierde y quién gana en el juego de la Historia.
P.S. Nos alegra anunciar que tendremos mucho contenido nuevo en este número. Se estrenan tres columnas: “Niña interior”, de Mónica Zempoalteca, en la que la autora bordeará con ojo crítico la literatura infantil y juvenil; “Hybris. Literatura y arte expandido”, de Jerónimo Emiliano, en la que el autor buscará refutar, a través de la revisión histórica, la idea de que las intermedialidades sean una novedad; y “Mitología de los canales”, de Jonathan Rosas, que investigará las posibilidades políticas del género de terror. Nos estrenamos, además, en la producción del programa quincenal de comentario político “La mafia del beber”, en el que cuatro jóvenes interesados en la política mexicana de hoy se sentarán quincenalmente a beber con un invitado, con quien discutirán las novedades de la agenda pública. El reto: quitar la solemnidad de la política sin vulgarizar el asunto; mantener una argumentación meridiana en medio de la niebla etílica. Todos nuestros otros contenidos mantienen su lugar, tónica y autor: “Espigar el cine”, de Flora Sandoval”, “La ciencia ficción del tercer mundo”, de Ximena Jiménez, y “Ante oculos ponere”, de C.M. Noé. Igualmente, continúan publicando nuestros colaboradores permanentes: Marcela Santos de la Peña, Fabián Espejel y Javier Medina. Sólo dos excepciones: “Los hermanos menores”, mi columna mensual, que entrará en un descanso trimestral, y Bárbara Pérez Curiel, cuyas colaboraciones extrañaremos durante un tiempo.