Lograr un corpus teórico y conceptual que nos permita aproximarnos a la comprensión de determinados hechos sociales ha sido uno de los principales elementos dinamizadores en las ciencias sociales. Ahora bien, es cierto también que la especificidad que en cada rama de estos estudios se ha ido desarrollando ha conducido a cierta imposibilidad de generar herramientas y por ende conocimiento, todo integrado. Sin embargo, Loïc Wacquant en su libro Los condenados de la ciudad. Gueto, periferias y estado, compilado por la editorial Siglo XXI en 2007 y reeditado en 2013, nos invita a recomponer aquel desarrollo atomizado del conocimiento mediante un estudio donde se puede reconocer un amplio abanico de herramientas metodológicas que van desde el uso de la sociología comparada pasando por observaciones de campo, estudios estadísticos, análisis histórico, hasta el uso de determinados conceptos propios de la geografía humana.
El elemento nodal de Los condenados de la ciudad se ubica en arrojar luz sobre uno de los fenómenos socioculturales más característicos dentro de la actual fase del modo de producción capitalista: la marginalidad avanzada. Es decir, aquel “nuevo régimen de relegación socioespacial y de cerrazón excluyente […] que se ha cristalizado en la ciudad posfordista como efecto del desarrollo desigual de las economías capitalistas y de la desarticulación del Estado de Bienestar” (15). Asimismo, el autor se plantea demostrar –mediante un análisis comparativo entre el gueto negro de Chicago y los suburbios parisinos– que aquellos procesos de marginación no están tejidos con las mismas fibras, aunque es ineludible vislumbrar en aquellos espacios determinadas lógicas propias del capitalismo neoliberal que se repiten en cada una de estas áreas: hay formas específicas del devenir de cada espacio social que obligan a repensar su formación como un proceso individual e indivisible. Es decir, comprender aquellos espacios, tal como los ha definido Milton Santos (1990), como productos y productores de la realidad social.
En cuanto a la estructura del libro, podemos indicar que éste se articula en tres tramos, el primero de estos, cuyo título es “Del gueto comunitario al Hipergueto”, tiene como objetivo exponer aquellas transformaciones institucionales que ha conocido el gueto afroamericano en Chicago desde 1960 hasta los años noventa a partir de la reorganización del régimen de dominación racial, los cambios en la economía capitalista y las políticas públicas que los Estados Unidos ha llevado a cabo en torno a su mercado de trabajo y el rol asignado al estado en la economía. De este modo, Wacquant desarrolla los cambios acontecidos al interior del gueto en el devenir del siglo XX, sosteniendo la pervivencia de un discurso xenófobo hacia el interior de la cultura norteamericana que ubica históricamente a la comunidad negra en una posición desigual y “más allá de la pervivencia de la subordinación económica y de la clausura racial, […] el gueto comunitario de la inmediata posguerra, compacto, claramente delimitado, acogía a todo el abanico de las clases sociales negras vinculadas entre ellas por una conciencia colectiva unificada y una división social del trabajo de una amplia base social”. (63) Así, a partir de los años sesenta aquellas estructuras simbólicas e institucionales que sostuvieron una identidad negra se verán desestructuradas por una serie de procesos económicos, políticos y discursivos que enajenarán de sentido a aquella identidad y conducirán a la formación de los denominados Hiperguetos. Es decir, aquella configuración espacial, caracterizada por la doble segregación de raza y clase, un “universo étnica y socialmente homogéneo, caracterizado por una débil densidad organizacional y una menor penetración del Estado en sus componentes sociales y, por lo tanto, por una inseguridad física y social muy fuerte”. (17)
A continuación, Wacquant se pregunta: ¿cómo ha podido producirse tal naufragio de la estructura de clases? o en otros términos ¿cuáles fueron aquellas transformaciones que condujeron a la desintegración de todo un entramado sociocultural? Para responder a esta pregunta formativa de todo el libro, Wacquant se dispone a analizar cómo la crisis del régimen de acumulación capitalista característico del periodo 1945-1973 conduce inexorablemente a un reordenamiento de la economía mundial, cuyas nuevas características disponen de una reestructuración no sólo en el rol que ocupa el estado en la sociedad –caracterizado ahora por una activa ausencia como institución reguladora– sino también, y principalmente, se produce, bajo la égida de un nuevo modelo de acumulación, una nueva lógica de apropiación del espacio y de la sociedad donde la mercantilización se dispone como el elemento fundante.
En la continuidad, he intentado exponer las repercusiones que tienen estos cambios en la economía estadounidense y mundial, Wacquant expone un trabajo estadístico y de características etnográficas sumamente interesante, desarrollado por él en los barrios negros de Chicago durante más de tres años. En estos segmentos se puede observar las repercusiones que tiene la abrupta retirada del estado de bienestar en aquellos barrios donde el desempleo y la economía informal aumentan a partir de las condiciones que impone el modelo neoliberal mediante un mercado de trabajo que adquiere características transnacionales reformulándose en una nueva espacialidad global y, por ende, predisponiendo a una desintegración del anterior entramado social. Asimismo, aquel retraimiento del estado, acompañado (y generado) por la reconfiguración económica, estimuló el detraimiento de los servicios públicos (principalmente en educación y salud), el estancamiento de la asistencia social y principalmente la explosión de una sensación de inseguridad sobre aquellos espacios. De este modo, Wacquant concluye que “la explosión de la miseria en las ciudades es mucho más producto de la caída en la eficacia de los programas públicos que de la crisis económica”. (105)
La segunda parte, titulada “Cinturón Negro, Cinturón Rojo”, propone exponer las diferencias y semejanzas que presentan el Hipergueto norteamericano y la banliue francesa. Sin embargo, uno de los puntos principales sobre el que se sostiene este segmento es desarrollar un estudio comparativo que logre, en opinión del autor, superar el “determinismo seudocientífico” que rodea los estudios sobre las zonas marginales de Paris y Chicago. Wacquant, quien estudia el espacio a partir de estadísticas, estudios urbanísticos y de aproximación a los estudios culturales, denuncia que pareciera que hay claros intentos de “americanización” de los estudios europeos, extrapolando criterios y conceptos de forma completamente errónea.
En lo subsiguiente, Wacquant desarrolla este punto con intención de demostrar que, aunque en ciertos aspectos se pueden establecer similitudes entre estos dos espacios, en última instancia se tratan de dos formas socioespaciales de fractura y funciones diferentes en tanto que se expresan distintas formas de desigualdad, con un accionar distinto por parte del estado y una experimentación diferente por parte de los individuos. Es decir, “los mecanismos de agregación y de segregación que determinan su constitución y llevan a la marginación de sus habitantes no son los mismos”. (123) De este modo, contrariamente al gueto negro caracterizado por la doble segregación –de raza y de clase– y por componerse como un “universo étnica y socialmente homogéneo, caracterizado por una débil densidad organizacional y una menor penetración del estado en sus componentes sociales”, la banlieue francesa “no es una formación social homogénea, dotada de una identidad cultural unitaria, que goce de una autonomía y de una duplicación institucional alcanzada, fundada sobre el clivaje dicotómico entre razas”. (192); por el contrario, la marginación en “el barrio rojo” es producto de la diferencia entre clases sociales que se reproduce en el espacio con un carácter heterogéneo a nivel etnonacional (no sólo se observa al proletariado de procedencia parisina, sino también a aquellos grupos migrantes de antiguas colonias francesas y de otros sectores de Francia) y con una participación activa del estado que intenta resolver las problemáticas mediante su accionar, aunque sin los resultados esperados.
Además, Wacquant analiza cómo se reconfiguraron las formas de sociabilidad y las identidades de aquellas comunidades que se vieron degradadas en el periodo posfordista. Mientras tanto, los jóvenes de los barrios populares no sólo son víctimas de un proceso de desproletarización sino de la desigualdad y estigmatización ligada a la redistribución asimétrica de los recursos que estipula el estado y la opinión pública, que etiqueta estas zonas como “lugares sin derecho” o “lugares de la muerte”. Igualmente, acompañado por la pervivencia de un discurso racista en el caso del barrio negro y de la imputación por ser un gueto en proceso de “africanización” o “musulmanización” en el caso del barrio rojo, estos espacios –y con ellos sus habitantes– se encuentran enajenados de su propia identidad como ciudadanos y como clase.
Asimismo, la estigmatización y el número limitado de recursos genera, al interior de las zonas marginadas, la imposibilidad de forjar un sentido de pertenencia comunitaria y, por ende, una búsqueda constante por parte de sus habitantes de desprenderse de aquellas categorías, lo cual implica que aquella imposibilidad de generar una identidad común esté íntimamente dinamizada por la apropiación de un sentido de su propia realidad generado al exterior de aquel espacio. A su vez, el autor analiza las formas en que estas comunidades expresan aquella marginación, pudiéndose observar experiencias sumamente heterogéneas que van desde intentos de organización política de sus habitantes –demandando principalmente mejores servicios públicos y mayores garantías de seguridad por parte del estado–, la formación de organizaciones delictivas que se apropian del espacio público y zonifican sus “negocios”, hasta las experiencias más introspectivas donde, ante la falta de vías claras de reinserción al mercado laboral, se instituye un discurso nihilista exaltando el pillaje y la violencia para lograr acceso al consumo. (220)
Por otra parte, pero en sintonía con lo anterior, Wacquant nos incita a analizar la importancia que tiene el accionar del capital en la re-configuración del espacio. Al igual que Harvey (2008), mediante el concepto de acumulación por desposesión, Wacquant expone cómo el capital inmobiliario especula no sólo en torno a la construcción en las zonas guetificadas de inmuebles subsidiados por el estado para una gama de rentistas que luego sufrirán el monopolio de aquellas empresas, sino también cómo el espacio se constituye como un campo donde éste fluctúa y modifica la realidad a partir del devenir de las condiciones del mercado. Es decir, el espacio, y principalmente la urbanización, se configura como un lugar donde el capital se establece en vísperas de su beneficio y reproducción.
La tercera y última parte del libro, cuyo título es “La marginalidad urbana en el horizonte del siglo XXI”, tiene una doble finalidad: por un lado, funcionar como texto sintetizador de todo el corpus teórico y empírico desarrollado a lo largo de todo el estudio, retomando así las principales conclusiones alcanzadas en las primeras dos partes; por otro, desarrollarse como un texto de denuncia, en tanto que el autor plantea que las ciencias sociales se encuentran actualmente frente a dos desafíos: “uno intelectual y otro político, que llaman a una revisión radical de los modos tradicionales de análisis social y de acción pública” (286), demandando así la necesidad de generar un conocimiento útil y comprometido con la realidad del mismo modo que postula los peligros que conlleva el actual régimen de acumulación capitalista en tanto que ha conducido a un proceso de desclasamiento y marginalidad imposible de subvertir en la continuidad de la actual lógica de reproducción del capital. De este modo, Wacquant sostiene la necesidad ineludible de un retorno a la primacía de la política por sobre el mercado y una reconstrucción activa del estado de bienestar por sobre la trickle-down theory.
Sin embargo, el elemento fundante de este segmento del libro se observa en el interesante aporte metodológico generado por Wacquant para los futuros estudios respecto a la marginalidad, principalmente al exponer un corpus teórico propio, capaz de sistematizar –al mejor estilo de los tipos ideales Weberianos– las características propias de la marginalidad avanzada, es decir, el asalariado como vector de la inestabilidad y de la inseguridad, la desconexión funcional de las tendencias macroeconómicas con lo “local”, la fijación y estigmatización territoriales, la alienación del espacio y la disolución del “lugar”, la fragmentación social y estallido simbólico o la génesis inacabada del “precariado”. De este modo, aunque advirtiendo y proponiendo que estos rasgos distintivos pueden funcionar como un diseño teórico básico que debe ser puesto en funcionamiento mediante un ejercicio comparativo con aquellas otras experiencias y procesos de marginalidad que quieren estudiarse, el autor nos propone superar el esquematismo básico y tradicional de extrapolar conceptos y experiencias de un proceso particular a otro foráneo, buscando así la adecuación de los marcos conceptuales y de los enfoques analíticos heredados por aquellos que permitan hacer tangible la realidad de una era de la organización capitalista hoy trasformada (289). Bajo esta misma dinámica, y buscando sintetizar lo expuesto en la primera parte, Wacquant expone también cuáles son, en su opinión, aquellas lógicas estructurales de la economía neoliberal que alimentan la pobreza y que impiden una reversión en su exponencial aumento. Entre éstas podemos ubicar principalmente la deslocalización del capital, automatización de los procesos productivos, desproletarización, desarticulación del estado de bienestar, dispersión y deterioro de las condiciones de empleo y de las organizaciones sindicales, concentración (espacial) y estigmatización de los sectores marginados, características que, como hemos mencionado, se distinguen por su incompatibilidad con aquella característica del periodo fordista. Simplemente los condenados son desplazados por fuera del sistema mientras el todo integrado y dinámico mercado neoliberal del periodo posfordista encuentra su eficiencia y funcionalidad por fuera de las desigualdades económicas y sociales que puede producir en el espacio local.
Por último, el autor reflexiona sobre el accionar del estado –en su carácter neoliberal– en torno a la valorización y las diferencias que este mismo concibe respecto a la ciudadanía que lo compone. De este modo, Wacquant, al mencionar cuáles han sido las principales estrategias utilizadas por parte del estado a la hora de “contener” aquellos espacios, retoma algunos de sus preceptos presentados en dos de sus anteriores trabajos: Parias urbanos (2001) y Las cárceles de la miseria (2000), donde no sólo denuncia las operaciones discursivas cimentadas en la opinión pública que deslegitiman y enajenan de identidad a los ciudadanos de los espacios marginados, sino que también sostiene que existe “una tentativa por parte del estado de apoyarse en las instituciones policiales y penitenciarias para detener los efectos de la inseguridad social generada por la expansión del trabajo precario y el retroceso de la protección social” (318), conduciendo principalmente a la criminalización de la pobreza por medio de la contención punitiva de los pobres en los barrios decadentes cada vez más aislados y estigmatizados. Y es que, según esta visión, son las características intrínsecas del espacio y los ciudadanos que lo integran lo que predispone al ausentismo del estado, en tanto que la posibilidad de inversión en ellos es comprendida como un gasto incensario.
A modo de síntesis, podemos decir que Los condenados de la ciudad es un trabajo que cumple con lo que promete mediante un excelente trabajo multidisciplinar, al mismo tiempo que nos permite no sólo reflexionar en torno a las formas en que se apropia el espacio desde lo discursivo si no también, dar cuenta que, fuera de cualquier corpus ideológico que en la era del posfordismo se haya formado, el Leviatán sigue siendo el vector principal de la génesis y trayectoria de la marginalidad y la desigualdad en cada país.
Imagen tomada de DaTuOpinión.com