Fotografía de Areli Rema
la muerte.
Entre humo, entre cenizas y miseria,
–entre corrientes de pensamiento y pensamientos corrientes–,
aullidos diurnos, el llamado de una fiera,
como siente el lobo que ha mordido.
Salir a trabajar –o a vagar–, dejaré la idea abierta,
por las calles templadas de basura comunal.
Al caer la noche eres presa fácil…
a veces pienso que eres demasiado fácil.
¿Cuándo te ha molestado la vida nocturna?
¿En qué vida quepo, en qué vida estorbo?
Me voy incauto, desde las entrañas,
acudiré a las verbenas del abismo.
Amar sin vida, ¿será más interesante?
¿qué muere primero, el espíritu o la sangre?
La danza en derredor de la fogata,
entre humo, entre cenizas y miseria.
¿Has pensado en todas esas cosas que has perdido
entre humo, entre cenizas y miseria?
¡hasta nunca!
Las bromas que suelo jugarme a mí mismo,
las trampas en las que suelo caer,
son un gran disparate, lo juro,
que ni el agua que me vio nacer
quiere solaparme… nunca quiso ser
cómplice ni testigo, de mis sucios vestiglos,
que rondan al amanecer
después de rumbear desde el anochecer.
De sus machetes me hacen cosquillas sus filos
para reivindicar la reputación que mi nombre habrá de preceder.
Tan sosa y magra es la realidad,
que a veces por diversión,
yo me monto un circo venal
que desajuste un poco la razón.
Cartas de los padres pidiendo mi expulsión,
confinamiento y excomunión,
extradición, deportación…
¡Hasta nunca, vestiglo!
entre piratas.
Emprendí un viaje que ya me ha expulsado del paraíso,
de Lilliput y de las islas habitadas.
Busqué las islas desconocidas; aquellas arenosas cuevas de soledad y hastío…
entre piratas, el vino y los boquerones saben mejor.
De navegar no puedo hablar, pues sólo recuerdo cantos de sirena,
mi planeta es mi condena.
Nunca supe en qué momento el barco levó anclas al firmamento,
nunca supe la razón de que haya mar sin gravedad ni movimiento.
Llegado el momento, desenfundé mi espada,
de pelear no entiendo nada, pues sólo recuerdo marchas en silencio.
Caprichosos reyes me encerraron sin motivo,
sin lápices ni tiza, y muy lejos del mar.
Entre piratas, el vino y los boquerones saben mejor,
cuando es momento de compartir el cuerpo de Cristo…
y la Sangre…
los grilletes de mi cuerpo sabrán un día contar mi vida.
en tránsito.
Llévame a casa, la guerra por fin terminó,
quisiera gozar de tu hospitalidad desmedida,
nunca he olvidado lo bien que mi espíritu
brilla en tu compañía.
La luz –sinestesia– del candelabro en el salón,
destello de tus dotes de santera,
magia artera… pareciera que nunca me fui.
Antes de abordar el tren brindé por volverte a ver,
en esos minutos los licores me subieron con fe.
Todo el mareo, en pos de lograr una galante batalla,
no sólo por ti, también por los que solemos quedar detrás de la valla.
Te quedas, te vas, por la senda que tracé,
me dejas silencio o me dedicas “La Ritournelle”.
Amabas mi soledad, amabas que te incluyera,
nunca, lo amargo de mis lágrimas te asustó de veras.
Con el estoicismo que me inyectas
llévame a tu cama, es momento de las arias
que sobre mi cuerpo interpretas,
yo murmuraré el prestigio de mis heridas
mientras nos damos cuenta
que no tengo más dignidad qué defender ya.