Fotografía de Manuel Alejandro

Lengua bífida

PREÁMBULO

Las serpientes reptiles que han sobrevivido desde el periodo Cretácico son organismos de sangre fría que pueden desplazarse a gran velocidad tanto en ecosistemas acuáticos como terrestres. Desde el principio de todos los tiempos, su condición de depredadoras las ha convertido en laurel y objetivo de los cazadores.

MEMORIA PRIMERA

Cuentan los relatos apócrifos de las mujeres calcinadas en el fuego que, cuando Eva rechazó la oferta del fruto prohibido, Dios, desconcertado, optó por posponer el desenlace:

Dio vida a los mitos en la lengua de Adán y el hombre ―ciego ante su mortalidad― nombró desobedientes a la mujer y a la serpiente que hibernaban sobre la misma piel en alguna región selvática.

*

En el nombre del padre

Así como Adán nombró todo lo circundante en el mito, es un hecho que el hombre ―y entiéndase «hombre» como esa construcción patriarcal que determina la organización social, política y económica― ha escrito y perfeccionado, a lo largo del tiempo, el deber ser de lo femenino.

Ante esa imposición que hemos llamado discriminación, no sé si para amortiguar la connotación de esclavitud que impera en el primer sustantivo, el feminismo ―como movimiento social y como discurso político― ha encontrado en el lenguaje una herramienta de liberación que comienza con apropiarse de las palabras y del pensamiento lógico reservado para lo masculino, con el propósito de romper y quebrantar ese silencio heredado.

Al feminismo y al quebranto de mi silencio llegué a través del slam de poesía y ha sido a través de sus voces femeninas que he ido desentrañando problemáticas que a mí misma me atraviesan, pero no había podido nombrar, porque no tenía un referente lingüístico para hacerlo.

Siempre me dicen que me coloco en el lugar de víctima cuando hablo de lo personal. Entiendo su repudio. El sistema patriarcal les ha dicho a ustedes, sujetos que se identifican con lo masculino, que los espacios públicos son viriles y que la objetividad de no ventilar lo personal son la norma de la racionalidad específicamente masculina.

Por el contrario, a nosotras se nos ha guardado en los hogares y se nos ha restringido el espacio a un par de vagones exclusivos para no ser manoseadas, pero sí observadas y acechadas a la distancia. Por eso ya no temo importunar con mi experiencia, porque lo que yo hable de mis vivencias personales será un paso más para quebrantar la idea de que lo que nos atraviesa no debe ser ventilado, ni publicado, ni difundido, ni escuchado.

El primer acoso que viví fue a los 10 años. Un hombre en bicicleta se atravesó en mi camino, bajó su bragueta y me preguntó si sabía para qué servía lo que tenía entre sus manos. Acto seguido, me dijo que con eso se hacían los bebés. No pude moverme. Afortunadamente, un par de mujeres salieron de una iglesia y él no tuvo más remedio que subir nuevamente a su bicicleta y partir.

Llegué a casa y no conté lo que me había sucedido, porque no sabía cómo hacerlo. Todavía soy parte de esas generaciones educadas con eufemismos y tabúes. El punto es que, cuando llegué a los slams de poesía, cuando conocí a las mujeres que escribían para presentarse en estos formatos literarios, liberé la lengua, con todo el sentimiento y el miedo que me atravesaron durante mi adolescencia y me convirtieron en una mujer que no podía disfrutar de su sexualidad.

Lo tuyo es el hogar

En casi todos los medios de comunicación afirman que una mujer empoderada es aquella que es libre sexualmente, aunque a veces esa libertad está condicionada al mismo placer masculino, así que yo me entendía doblemente esclava: no era libre ni para hablar, ni para el deleite sexual. En esa condición, rota y callada, llegué a los slams de poesía.

Hablar de la capacidad que hemos tenido las mujeres para comunicarnos, me llevó irremediablemente al prejuicio que algunos hombres usan para afirmar que no escribimos tan bien como ellos. Con ese pensamiento rondando en mi cabeza y con un ejemplar de Un cuarto propio de Virginia Woolf (2016) a mi lado, escuché en YouTube una entrevista que le realizaron a mi admirada Jimena González, poeta de la Ciudad de México quien, a sus 19 años, ha participado en la publicación del poemario Tsunami, compartiendo espacio con Margo Glantz.

En esta entrevista, Gabriela Jauregui se admite sorprendida por la lucidez de Jimena a tan temprana edad. Pensé en Virginia Woolf argumentando que, para escribir, necesitamos tener recursos económicos; pensé que, a la fecha, muchas mujeres viven en condiciones precarias y pensé en la historia del periodismo en nuestro país.

En sus inicios, los diarios mexicanos estaban destinados a un público masculino, como he mencionado anteriormente, el espacio público no nos corresponde a nosotras; y tanto la política como la economía y los problemas sociales son cuestiones que se «solucionan en público».

Las primeras publicaciones mexicanas dirigidas a mujeres, escritas por hombres, definieron una lectura «muy privada» para nosotras. En la segunda edición de Hacia la construcción de un periodismo no sexista (CIMAC, 2011), se menciona el diario La semana de las señoritas, editado en 1851 por Juan E. Navarro.

El propósito de este periódico era «recrear a sus lectoras con anuncios de las últimas modas de París, artículos religiosos, históricos y novelescos, aspectos relacionados con la economía doméstica y anuncios publicitarios con productos como el bálsamo regenerador y conservador para embellecer el cutis». (16)

Así se definió el «deber ser lector» de las mujeres, pues, más adelante ―y aunque también hubo publicaciones a finales del siglo XIX que abordaron temáticas feministas y políticas, escritas, editadas y publicadas por mujeres como Hermila Galindo o Elisa Acuña― la mayoría de las ediciones se enfocaron en «el ámbito doméstico, la belleza femenina, la vida cotidiana, moral, social, educación». (18)

Ellos trabajan, nosotras parimos

In illo tempore, los medios de comunicación nos escribieron cuáles eran los temas que debían ocuparnos como «señoritas de bien». Porque o somos putas o somos virtuosas, según este paradigma tendremos acceso a la justicia y seremos juzgadas hasta en las redes sociales.

Es cierto que estoy hablando de periódicos del siglo XIX, pero sus contenidos no han pasado de moda. Los medios de comunicación que rigen, junto con nuestra lengua, una gran parte de nuestra forma de pensar y opinar, mantienen estos presupuestos de lo que a las mujeres interesa ¿Recuerdan las revistas adolescentes como Eres o los programas matutinos como Hoy, con su escenografía que no es sino la imitación de un «hogar»?

Haciendo un paréntesis, el mismo periodismo nos ha relegado a ser reporteras de cultura, espectáculos o sociales, porque son secciones que abordan temáticas de la vida privada. No así las de economía o política. Pero ese es un tema que nos desviaría por completo, aunque nos hará llegar a la misma conclusión: necesitamos más perspectiva de género en los planes de estudio de todas las ciencias exactas y sociales. Y entiéndase género como una problemática que afecta y compete tanto a hombres como a mujeres.

Volviendo del paréntesis. No me sorprende que se haya generado un prejuicio respecto a los intereses de las mujeres, observando los contenidos que nos ofertan los medios de comunicación.

Me he encontrado miles de comentarios en redes sociales que aluden a la superficialidad femenina. Ya saben, el interés por la belleza que nos siguen imponiendo en revistas de moda, como si la obligación femenina fuera lucir hermosas en el espacio público.

El interés por el amor (le diré amor tóxico porque fue la palabra de 2018) que nos prescriben algunos novelistas y guionistas de series, y obras cinematográficas, quizá con el afán de mantenernos ocultas en la torre más alta a la espera de un arquetipo inexistente, que, al primer hijo, se convertirá en ausencia.

El interés por la vida privada que ha sido ventilada en las revistas de espectáculos, porque nos reafirman que esos son nuestros espacios: lo privado, lo subjetivo, lo sentimental y lo silencioso.

La «o» no es la medida de todas las cosas

Todo lo que nos circunda —con sus fronteras culturales, físicas, sociales— lo concebimos a través de la palabra. Por eso, si nos repiten constantemente que las mujeres sólo entendemos de economía doméstica, no deberían sorprendernos las caras de enfado de esos profesores del Politécnico que acosan a las alumnas que han decidido estudiar alguna ingeniería.

Porque esas alumnas, como las que hemos decidido estudiar letras y escribir, hemos atravesado los límites intelectuales que nos han sido impuestos y nos hemos atrevido a interactuar en un universo que el sistema prescribe como masculino. Pues no les ha quedado claro que lo masculino no es la norma y que no aspiramos a convertirnos en ellos. Simplemente empleamos nuestras capacidades cerebrales para comprender lo que nos rodea y para nombrarlo.

Pero no somos todas aún, porque no todas tenemos las mismas oportunidades educativas ni las mismas experiencias de vida para luchar contra esas imposiciones. Lo que queda claro es que casi todos, como describe Virginia Woolf en Un cuarto propio, se sienten intimidados por nuestra inteligencia. Porque en este sistema, para poder ser superiores tienen que nombrarnos a nosotras como inferiores. ¿Nunca les ha pasado que un «caballero» llega a sus post de Facebook a decirles que están equivocadas y que ellos sí observan todo con claridad?, ¿o que sus mismas parejas sentimentales o compañeros se creen con el derecho de aprobarles o desaprobarles hasta los géneros musicales que ustedes deciden bailar?

Enmudece y ofrenda la otra mejilla  

No sólo es mentira que las escritoras seamos una invención de la modernidad o que sólo escribamos de amor, príncipes y finales felices. Pienso, por ejemplo, en Christine de Pizan, nacida en 1364 (Ferrer, 2010), autora de La ciudad de las damas. En su temporalidad, ella sustenta que la realidad es desfavorable para nosotras porque hemos sido educadas por los mismos hombres.

Ergo, no es cierto que la madre sea el pilar de la familia y la educación, tan sólo se ha convertido en la figura que comunica la educación creada por y para el sistema patriarcal.

Pienso también en el nushu, la lengua de las mujeres, ese sistema de signos oculto a los hombres y a los occidentales por siglos. Creado por y para las mujeres quienes, sometidas y sin acceso a la educación, tenían la necesidad de crear y transmitir sus ideas, pensamientos y sentires de generación en generación.

El nushu surgió en China, en una situación de opresión en la que a las mujeres no se les permitía ni siquiera el acceso al papel, por lo que, con su inteligencia, crearon esta lengua y la transmitieron en sus ropas, en sus accesorios y en sus cuerpos a sus hijas para que, cuando comenzaran su vida marital, pudieran escribir sus sentires y sus esposos no pudieran leerlos (Montes de Oca, 2010).

También podríamos abundar en la historia de mujeres que tuvieron que firmar sus obras con seudónimos masculinos para ser tomadas en serio o mujeres que usaron la ropa destinada a los hombres para tener un acceso a la educación. La realidad es que, para poder ejercer nuestro derecho a comunicar, se han sucedido infinidad de luchas que siguen vigentes, incluso en diversos estratos sociales, incluso en slams de poesía.

La mujer en el imaginario: En 2016, durante una batalla de raperos en Secretos de Sócrates, uno de ellos insultó a su contrincante con la siguiente frase: Gino «es la voz más femenina que del Hip Hop ha existido» … aplausos, gritos, ovaciones (Secretos de Sócrates, 2015).

La mujer en la escritura: Los hombres, en su posición de artistas, han defendido su derecho a que sus obras no sean juzgadas por sus decisiones personales. Cuando un hombre es señalado como potencial agresor sexual, defiende que eso demerita su trabajo y exige que no se vincule lo personal con lo público. Cuando una mujer recita un poema erótico, recibe mensajes de texto en la madrugada con insinuaciones sexuales. De nuevo, para nosotras, lo personal sí se antepone a nuestra poiesis.

La interpretación masculina del mundo: Cuando un hombre viola a una menor de edad y la menor de edad usaba una tanga, el sistema judicial absuelve al acusado y las opiniones, en su mayoría, refuerzan esta decisión al considerar que una prenda significa que la menor de edad ya planeaba tener relaciones sexuales.

Cuando una tienda de ropa vende un manual de violación impreso en una playera, la mayoría defiende que es sólo una playera y no significa nada. Aun así, algunos afirman que la lengua y su interpretación no son patriarcales.

El feminismo y la RAE: Las academias de la lengua tienen la función de registrar palabras y sus significados según el uso generalizado. No obstante, la Academia puede manipular esos significados en función del pensamiento predominante que, evidentemente, es el patriarcal. O agregar términos como «feminazi» que son muy utilizados y que demuestran el prejuicio constante frente a esta teoría política y frente al movimiento social.

De esa manera, la RAE y el feminismo sostienen un enfrentamiento épico. En cuanto a las batallas ganadas por el feminismo se encuentra la última actualización del diccionario, en la que se agregaron términos como «sororidad» y se renovaron entradas para definir el «escrache» feminista.

Queda constatado que el feminismo contribuye a la riqueza de las lenguas y continúa en la lucha por reescribir un sistema de signos que también incluya a las mujeres.

En cuanto al lenguaje inclusivo y los recientes titulares sensacionalistas que afirman que la RAE lo rechaza, no queda más que reiterar la confusión constante entre jerga feminista («cuerpa») y lenguaje inclusivo. La primera, usada en un contexto específico del feminismo, ya sea coloquial o académico; y el segundo destinado a la producción de textos de todo tipo, institucionales, informativos…

El lenguaje inclusivo no es una imposición, son recomendaciones para que, en textos específicos, las mujeres tengan mayor visibilidad. Entre estas recomendaciones se encuentran evitar el masculino genérico: escribir «la senaduría», en lugar de «los senadores», o usar el relativo «quien»: «quienes están presentes» en lugar de «los presentes», o definir sustantivos: «presidente» como «quien preside» y no como «el que preside».

Además, se recomienda poner especial atención al tipo de contenidos que se difunden, para que las mujeres dejen de ocupar espacios secundarios y sus órganos sexuales dejen de ser ornamento para la publicidad. En cambio, la jerga feminista es aquella en la que las palabras pueden modificar una vocal por algún otro signo o bien se pueden crear palabras o agregar significados como en el caso de «escrache». (Palabras que, en su uso coloquial, se pueden convertir en parte de nuestro vocabulario)

La batalla perdida: El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, en su vigésima edición, definía el feminismo como: «doctrina social favorable a la mujer, a quien concede capacidad y derechos reservados antes a los hombres. Movimiento que exige para las mujeres iguales derechos que para los hombres».

Después de la polémica y las críticas por definir al feminismo en función de los derechos del hombre como norma, las academias actualizaron esta entrada:

La primera acepción explica, ahora, que el feminismo es un principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre.

En la segunda, determina que es un movimiento que lucha por la realización efectiva en todos los órdenes del feminismo.

Aunque les ha quedado claro que el feminismo no es una doctrina favorable a la mujer y que exige los mismos derechos que el hombre, la primera acepción que define al feminismo como un principio, niega, no sé si a propósito o no, toda la teoría feminista escrita por mujeres.

Un principio es una idea fundamental que rige el pensamiento o la conducta, según el mismo diccionario de las academias y justo eso es lo que no es el feminismo, porque entre tantos contextos sociales, políticos y económicos, entre tantas formas de opresión ejercidas contra las mujeres, el feminismo se ha reescrito en plural y ha creado diversas formas de comunicarse que son mutables y se adaptan según el tiempo y las imposiciones establecidas. El feminismo no es el mismo para una mujer habitante del primer mundo que para una mujer del sureste chiapaneco. Si antes el feminismo exigía el derecho al divorcio, ahora exige derechos reproductivos como el aborto. El feminismo no es un principio, es una y muchas teorías políticas y es un movimiento social con anclaje a cada temporalidad.

El feminismo analiza nuevas problemáticas y se mantiene firme en sus posiciones frente a situaciones que consideraríamos arcaicas, aunque aún existen.

Prueba de ello son los mismos textos que he escuchado en los slams de poesía, que, por un lado, desde la visión masculina, romantizan a los «poetas a la Bukowski» con su irresponsabilidad afectiva bajo los influjos del alcohol o alguna sustancia psicotrópica y con esa antiquísima manía por convertir a las mujeres en simples vulvas, senos y nalgas dispuestos al deleite sexual varonil.

Pero, por otro lado, desde lo femenino, desde el hastío, desde la inconformidad y la toma de conciencia del lugar que se nos ha impuesto en estas sociedades, se describen pensamientos, cuestionamientos y sentires que seguro nuestras abuelas callaron hasta el final de sus tiempos y, ahora, como herederas de un pasado que no nos han querido relatar en las escuelas, hemos decidido enunciar.

 

Referencias

Woolf, V. (2016). Un cuarto propio. Tres guineas. México: Penguin Random House.

CIMAC. (2011). Hacia la construcción de un periodismo no sexista. Recuperado el 2 de enero de 2019 de http://www.mujeresenred.net/IMG/pdf/hacialaconstrucciondeunperiodismonosexistacimac46.pdf.

Ferrer Valero, S. (2010). La primera escritora, Christine de Pizan. España: Mujeres.

Mujeres en la historia. https://www.mujeresenlahistoria.com/2010/12/la-primera-escritora-christine-de-pizan.html.

Montes de Oca Sicilia, M. (2015) Sólo para mujeres: el nushu. [versión electrónica]. Algarabía, núm. 18.

Asociación de Academias de la Lengua, «Diccionario de la lengua española (DLE)», en Real Academia Española, http://dle.rae.es (consultada el 2 de enero de 2019).

Secretos de Sócrates. (2015, diciembre 7). Aczino vs Gino – Secretos de Sócrates México «Las Mentes Despiertas Debaten Ideas». [Archivo de video]. Recuperado de https://www.youtube.com/watch?v=QUIo7etkg0Y.

*Una versión de este texto se presentó como ponencia en el evento A piel de ideas: conversatorios sobre un tiempo crítico, en el Museo del Estanquillo, el día 17 de enero de 2019.

Escrito por:paginasalmon

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