Hace unos meses tuvo lugar en la Facultad de Filosofía y Letras en Ciudad Universitaria el conversatorio “Voces ante el feminicidio. Estrategias y resistencias”. Ahí, una de las ponentes nos habló sobre las primeras movilizaciones, alrededor del año 2000, por los feminicidios en Ciudad Juárez. Era una irregularidad, algo que sólo ocurría ahí. Venían a la ciudad, dice Mariana Berlanga (no son las palabras exactas), y entonces sólo éramos unas diez mujeres marchando con las madres de las desaparecidas exigiendo justicia. Quién diría, concluyeron ella y Lydiette Carrión, que años después este fenómeno tomaría tal nivel: asesinan a nueve mujeres por día en México.
¿En qué momento nos dimos cuenta de que somos parte de un sistema que se gestó en favor de unos cuantos? Seguramente alguien, otra mujer, nos dijo que no era normal, no debía ser normal que murieran mujeres todos los días, que tuviéramos salarios restringidos, que nos golpearan, nos violentaran verbalmente; que no podamos decidir sobre nuestros cuerpos. A esa mujer, se lo dijo otra, y otra a su vez. Entonces, empezamos a ver nuestro entorno de otra manera; resulta que esto que te sucedía, que creías que sólo ocurría en tu casa, en tu escuela, resulta que no, que nos pasa a todas, pero nunca más estarás sola. Gracias a esa amiga, esa hermana, esa prima que te dijo que “no era normal” o que “no debía ser normal”, es que empiezas a construir redes. Pequeñas, grandes, no importa. Algunas de ellas se volvieron colectivos en la universidad, en la colonia, en la ciudad, cada uno aboga por un interés común que a su vez es más grande: un sistema que nos oprime, nos violenta, nos mata, nos objetiviza, nos sexualiza, nos hace creer inferiores.
Sabemos que todas están ahí, levantándose, resistiendo desde un lugar de enunciación que cada vez sube más el volumen; aun así, parece increíble que no nos conozcamos entre nosotras, las feministas mexicanas, que no sepamos de nuestras luchas locales. Así que queremos preguntarles a todas ustedes, ¿qué está pasando en términos de políticas públicas, movilizaciones y colectivos en estados y municipios de México en relación a la agenda del feminismo?
También, sabemos que llega tarde, pero éste es el primer número de Página Salmón dedicado al feminismo y en particular al feminismo en México.
Al principio de este proyecto nunca contemplamos la responsabilidad que implica el acto de leer y revisar todos los distintos tipos de texto que nos llegan como una prioridad, sopesar cada uno por su propio movimiento, intuir de dónde viene cada texto, qué cosas (que tal vez no son comunes) hay ahí y a quiénes se están dirigiendo. Al final del día, tenemos el propósito de satisfacer de algún modo la necesidad de las personas de compartir, de ser leidxs, valoradxs y retroalimentadxs. Nos gustaría utilizar una palabra distinta a la de responsabilidad, pero es algo muy parecido a lo que hacemos cuando decidimos cuáles textos merecen ser publicados y cuáles no. Y es en este vaivén de lo relevante a nuestros ojos que luchamos todos los días contra la mirada experta del editor masculinizado. Una idea masculina de editor corresponde a la de un organismo siempre individual, siempre con credibilidad, que con y a pesar de todas las opiniones de “su” equipo sabe lo que es mejor y lo que deberían de ser las cosas; sirve siempre a cierta idea de revista y todo el tiempo está en contacto con su historia y tradición. Sin embargo, esta revista es mucho más grande que un solo ojo editor y ha tenido que trabajar de formas más flexibles e inconmensurables de las que supone la edición.
En este dossier, también queremos compartir con nuestras colaboradoras y lectoras nuestro propio trabajo editorial feminista que consiste en la selección y modificación de ciertas palabras y de ciertas temáticas, el filtro para ciertas líneas argumentativas muy repetitivas, el escepticismo hacia imágenes como la idealización del asesinato de mujeres, el bloqueo de ensayos al parecer infalibles, pero sin voz y el rechazo hacia ciertos discursos. Todo esto para decirle a nuestras colaboradoras que sus experiencias y sus experticias tienen, de antemano, un lugar y un eco.
Así, en vez de saber con precisión lo que buscamos más bien tenemos preguntas que le irán dando cuerpo y voz a este número. Además de la convocatoria general de colaboraciones, este número recibiremos textos que hablen del feminismo en México desde cualquier óptica y enfoque: lírica, ensayística, narrativa, visual; personal o de investigación.
Bravo, muchachas. Éste número no me lo pierdo. ¡Abrazos!
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