Omne vivum ex vivo
Francesco Redi
El hedor que se escapa de la roca,
sumergida entre acuáticas bacterias
donde la espuma hierve lo que toca,
unos peces aviva en mis arterias.
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Pronto el alga en mi paladar se instala,
pronto emite el molusco de mi oreja
el sonido del mar, que el mar no iguala
cuando a mi imagen turbia se asemeja.
.
Mientras, deviene el ojo en la burbuja,
el brazo su mecánica acelera
cuando la ola interna que lo empuja
al romperse en la mano, que la espera,
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la abre y helado el tacto se transluce.
La transparencia mi forma acapara,
mas la policromía la conduce,
aunque difusa, no ya menos clara.
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Porque el acuario que me configura
los ya no órganos muestra en la vía:
a un arrecife alberga entre la estría
el cerebro que el cambio conjetura.
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Y del tórax el pulpo se escabulle
-latiendo aún, que su labor no cesa-
dentro del cuerpo vaga con destreza
y su pigmento altera si rehúye.
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Tan inflamado estaba en su mudanza
el estómago lleno de alimento
que globo pez ya es sin movimiento,
cuyo veneno en su interior avanza.
.
Pero en ese temprano ecosistema
¿no halla también acaso sus contornos
la materia inasible, aunque suprema,
sus fórmulas acaso, sus adornos?
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Desde la caverna del inconsciente
se asoma el sueño y llega a los corales,
caballito de mar que tras mi frente
incuba entre los prados de las sales.
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El pensamiento por instinto sube
y para respirar el aire en fuga
-que carece de branquias la tortuga-
ya se traga el reflejo de una nube.
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Y más y más me pesa a plena huida
el lenguaje y sus sílabas que entumen
-una por una un pez en el cardumen-,
a orillas del canto… habla la vida.
Imagen tomada de Lorraine Shemesh