El escritor danés Hans Christian Andersen ha prevalecido en la historia de la literatura como un autor de cuentos “infantiles”: La sirenita, El patito feo, El soldadito de plomo o La reina de las nieves. No obstante, a pesar de la gran popularidad que sus narraciones han obtenido a lo largo del tiempo y del mundo, poco se ha hablado del autor como sujeto histórico y social que vivió durante la artística Edad de oro de Dinamarca. La fuente más auténtica a la vida del principal autor de cuento romántico nórdico se trata de un par de tomos titulados El cuento de mi vida, escritos entre sus 50 y 70 años, que, si bien permite hacer un recuento de su vida desde una visión idealizada, nos limita el acceso a los últimos 25 años del escritor, porque el final de la obra data del año de 1850, cuando los soldados daneses fueron aplaudidos por su victoria en la batalla de Idsted contra Prusia.

En 2005, bicentenario del nacimiento de Andersen, el centro de investigación Hans Christian Andersen de Odense tradujo al español un par de artículos que se limitaron a elaborar una extensión de datos biográficos del autor, sin perspectiva crítica al sujeto histórico, en cuya autobiografía nos da múltiples huellas acerca de una mentalidad patriótica y humanitaria. Es a falta de la traducción de estudios, incluso al inglés, que poco hemos conocido al hombre detrás del emblemático autor “infantil”, categorización literaria que tal vez ha desviado la atención de los estudios “serios”.  A falta de mayores estudios al alcance de nuestra lengua [i], ¿qué mejor fuente para confrontar el lugar histórico de nuestro autor que la lectura de su propia obra? Inmemorial ha sido el debate sobre la pertenencia de un autor en su obra, del sujeto externo e interno, del poeta y el poema, del presente del escritor y el presente de la casa de la presencia, como denomina Octavio Paz a la poesía. Incluso, podemos involucrar el otro debate acerca de la decadencia de la mentira de Oscar Wilde, sobre “el arte por el arte” y el “suicidio literario” frente a la realidad, pero lo cierto es que un texto, a pesar de pertenecer a un presente siempre distinto, mantiene algunos rasgos que nos permiten aproximarnos a su contexto original de producción, es decir, que a través de un análisis literario pueden descubrirse aspectos relacionados al contexto social e histórico del autor.

Enrique Bernárdez elaboró una denominación de “cuentos patrióticos”, en los cuales podemos encontrar una inclinación nacionalista de Andersen. Se trata de narraciones como Holger el danés, El ave fénix, El nido de los cisnes o El pequeño Tuk, que nos resultan desconocidos frente a los clásicos cuentos del autor, motivo que nos facilita entender por qué las lecturas populares nos han alejado de las otras caretas narrativas de Andersen. Escrito a los 58 años del autor en 1863, “Los fuegos fatuos están en la ciudad”, dijo la mujer del pantano nos ejemplifica la inclinación de un artista comprometido con su contexto histórico. En ese año Dinamarca comenzó una segunda guerra contra Prusia por los ducados de Holstein y Schleswig, conflicto que había iniciado en el año de 1848 y se había detenido en 1850 con la provisional victoria de los daneses. Desde ese primer periodo de guerra, como describe en su autobiografía, Andersen se había preocupado por demostrar su apoyo a la patria mediante sus cartas privadas dirigidas a sus cercanos luego de que se le acusara por su “filogermanismo”, debido a sus grandes relaciones con la sociedad intelectual prusiana, la cual había conferido al autor una aclamación literaria que se antecedió al aplauso danés.

La confrontación entre la nación que lo vio nacer y la que lo aceptó como artista provocó que Andersen comenzara su cuento presentándonos a un hombre desmotivado al que “se le habían escapado los cuentos”; apesadumbrado, buscó al “cuento” en distintos lugares donde antes lo había encontrado: los libros, las flores, el viento, las dríadas de los árboles y en una lápida. El cielo se oscurece cuando el hombre encuentra un trébol de seis hojas, y logra percibir un lago repleto de vapores que le permiten entrar en contacto con la mujer del pantano, con quien indaga sobre la desaparición del “cuento” [i]. En esa conversación fantástica, la mujer del pantano le contesta al hombre que el “cuento” carece de importancia, así como la “poesía”, de la cual ella tiene una colección completa de frascos. Lo que es verdaderamente importante, es la desaparición de los fuegos fatuos, los cuales se han trasladado a la ciudad [ii]. Luego de una narración fantástica del surgimiento de estos seres malignos, el hombre ve al “cuento” frente a sí mismo y opta, bajo recomendación de la mujer del pantano, por comunicar a los hombres que los fuegos fatuos han invadido la ciudad y que deben actuar para expulsar al “mal” de su territorio.

En este cuento podemos encontrar un momento nostálgico en el que Andersen se encuentra desmotivado por la ausencia del “cuento”, y otro en el que tiene contacto con el mundo mitológico. El texto nos sugiere una relación directa con la guerra entre ambas naciones por medio de grandes referencias fantásticas. Es interesante observar la postura neutral a la que el autor terminó por apostar, si bien a lo largo del cuento se mencionan héroes, reyes y poetas daneses, nunca se señala al pueblo prusiano como el invadido por los fuegos fatuos, es decir, que no se esclarece a un enemigo. Los fuegos fatuos pudieron haberse apoderado de ambos bandos, o incluso, de los mismos daneses.

Podemos suponer que, más allá del evidente mensaje del “mal” que se había apoderado de algunos hombres por culpa de los fuegos fatuos, Andersen buscó justificar en las leyendas populares de su región, es decir, en su identidad nacional, la invitación a sus lectores, tanto del pueblo danés como del pueblo prusiano, a enfrentar a los “fuegos fatuos”, a los “desvalores” de los hombres que son los que provocan la guerra. Así es como encontramos en este cuento la correspondencia del arte, el romanticismo nórdico, con el conflicto político y la expansión imperialista [iv].

De la vida de Hans Christian Andersen puede leerse que fue un dramaturgo frustrado, que escribió cuadernos de viajes, que estuvo enamorado de la cantante Jenny Lind, que dedicó La pequeña cerillera a su madre, que su relación con los niños no corresponde al del mito de su imagen o que fue coetáneo de hombres ilustres como Kierkegaard o Thorvaldsen, pero más allá de todos estos datos acerca de su biografía, podemos vislumbrar otro tipo de acercamiento al hombre decimonónico por medio de su propia narrativa. En este caso particular, nos extiende su pensamiento político y nacionalista a partir de su propia visión fantástica. Debemos comenzar a abordar a Andersen como un sujeto histórico que ha superado la visión del cuentista “infantil” al que se le ha categorizado. El arte, aunque universal, jamás ha sido apolítico. He aquí que los fuegos fatuos abandonan la ficción para apoderarse del mundo real: “¡Los fuegos fatuos están en la ciudad! ¡Andan sueltos! ¡Tened cuidado, humanos!”.


NOTAS

[i] Apenas contamos con el estudio que, Enrique Bernárdez, experto en literatura nórdica, incluyó en el estudio introductorio para la edición de Cuentos completos por editorial Cátedra. Donde nos presenta diversos aspectos de la vida de Andersen, desde la compleja intimidad sexual del autor hasta el desahogo de sus conflictos sociales en la redacción de sus narraciones. Asimismo, organizó una clasificación temática de los cuentos, se enfocó en la trascendencia biográfica de los textos del autor y, por si fuera poco, ubicó los espacios geográficos de los cuentos en un mapa.

[ii] Este personaje, producto de una leyenda danesa, ya había aparecido en el cuento La muchacha que pisó el pan (1859) de Andersen, donde el autor señala que la mujer del pantano es tía paterna de las elfinas del bosque y que solo se percibe su presencia cuando los prados echan vapor durante el verano, lo cual refiere que “la mujer del pantano está haciendo cerveza”.

[iii] Los fuegos fatuos son fenómenos naturales que consisten en la aparición de luces de distintos colores, que aparecen por lo general de noche y en ciénegas, pantanos, fangos o cementerios, además de que desaparecen ante el contacto humano. Alrededor del mundo se les ha dado distintos significados populares. En este cuento, los fuegos fatuos son seres malignos que pueden adaptar cualquier figura humana para actuar como si fueran ellos mismos y perturbar a las demás personas. Solo al ser identificados, pueden ser vencidos con un soplido que los regrese al pantano.

[iv] Finalmente, Dinamarca perdería los ducados en 1864 ante la alianza de Austria y la Prusia de Otto von Bismarck.

Bibliografía

Bernárdez, Enrique, Introducción y Anexos en Christian Andersen, Hans, Cuentos Completos, Cátedra, España, 2012, pp. 13-76 y 1165-1196.

Christian Andersen, Hans, El cuento de mi vida. Tomo I, Ediciones de la Torre, España, 1987.

Christian Andersen, Hans, El cuento de mi vida. Tomo II, Ediciones de la Torre, España, 1988.

Christian Andersen, Hans, “Los fuegos fatuos están en la ciudad”, dijo la mujer del pantano en Cuentos Completos, Cátedra, España, 2012, pp. 882-893.

Escrito por:paginasalmon

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