Yo era el joven que aprendía a mirar los rostros.

Yo era ese que intentaba tomar el dolor.

Yo era el que se suponía humano a la espera de sí mismo.

Así era, pequeño entre todos, igual al canto de los perros.

Era ese también, el que se enamoraba con las hojas a medio día.

Ese mismo lo era, al anochecer con la sonrisa joven

con el bello aroma de los días,

con sus flores tibias,

a la sombra de su pequeñísima voz

y dulce

al sonido de quien llamaba con el nombre

que nadie podía,

que nadie intentaba,

porque no era como ellos;

Yo era joven, enamorado,

Yo era joven, ah, envejeciendo

al ritmo tierno de la voz…

Era ella algunas veces

en lo tibio,

en las hojas

Allí, entre su palabra

y mi silencio.

Ilustración de Justin Ogilvie, tomada de justinogilvie.com

Escrito por:paginasalmon

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