10 de octubre
Mis ojos se abren de manera automática mientras me pregunto de forma constante si de verdad vale la pena continuar abriéndolos para seguir lidiando cara a cara con el tedio que se apodera poco a poco de mí hasta impedir todo signo de querer levantarme de la cama.
No pude pensar en una razón válida para continuar.
¿Para qué hacerlo?
No es como si la situación mundial guarde alguna clase de clemencia para alguien como yo.
Para mí, la vida afuera ya se perfilaba rutinaria y aburrida. Ahora las cosas se han vuelto tan asquerosamente predecibles que me llenan de un sentimiento de repugnancia.
¿Qué más?
15 de octubre
Siento que mi mente colapsará en cualquier momento, no he podido conciliar el sueño desde hace varias noches y las cosas no parecen mejorar.
A veces todavía me pregunto cuánto tiempo ha pasado en realidad.
Ni siquiera el pálido cielo rosa que se asoma por mi ventana una vez que me levanto derrotada de la cama es capaz de animarme en momentos como este.
30 de octubre
Siento mi cuerpo cada vez más pesado, es como si mis músculos se negaran a moverse en la dirección que quiero.
¿Qué podré hacer?
La desesperanza sigue apoderándose de mí lentamente, sin que pueda hacer algo por evitar que suceda.
1 de noviembre
Ya es un nuevo mes, pero la situación continúa teniendo el mismo aire decadente en estos momentos.
Me gustaría preguntarle a alguien qué tengo que hacer para que todo esto termine, aunque estoy convencida de que las posibilidades de que alguien me dé una respuesta son bastante escasas.
No me queda ni el consuelo de un postre frío.
21 de noviembre
Entre tantos días que han pasado uno tras otro sin que de verdad me diera cuenta, hoy ha llegado un paquete extraño a mi casa, no pesa casi nada y no produce un sonido fuerte mientras lo agito para intentar adivinar el contenido.
Una vez que decido abrir la caja, salta hasta el piso un pequeño bote lleno de pequeñas pastillas de un ligero tono rosa.
Me quedo estática reflexionando el motivo de que me hayan entregado esas píldoras, estoy bastante segura de que entre mis compras recientes no hay un producto similar.
Leo las instrucciones con cuidado y me llama la atención que se recomienda un uso moderado ya que puede acarrear secuelas considerables.
En mi interior ha iniciado un debate, pero al final he decidido que no necesito tomar las pastillas.
21 de noviembre, medianoche
He pasado despierta más horas de las necesarias, muchas más de las que normalmente me quedaría pensando en la nada antes de caer dormida.
Después de haber dado muchas vueltas en mi cama, finalmente me decido a ingerir las pastillas. A simple vista, las pastillas no lucen para nada potentes. Parecen tener el aspecto de las grageas que hace unos años se usaban en todas las casas para aliviar los dolores de garganta, nada fuera de lo común.
Aunque, ¿qué sé yo?
Meto la pastilla en mi boca, chupando un poco antes de ingerirla completamente.
De momento, no ha pasado nada. Habrá que esperar.
21 de noviembre, tres de la madrugada
Esto es sencillamente asombroso, ¿cómo es que nunca lo había probado antes? Estas alucinaciones son mucho mejor que cualquier viaje que me hubiera podido pagar.
Esta clase de regiones, estas que únicamente están en mi cabeza, son maravillosas. Incluso los colores y las luces estrambóticas que rodean las escenas las llenan de vivacidad.
No me quiero ir de aquí.
9 de diciembre
Ya he consumido casi todo el frasco, no sé que hacer. Solamente me quedan dos pastillas y no sé si pueda soportar que se acabe mi escape de este mundo aburrido que se reduce a las espantosas paredes de mi habitación.
Esta es quizá la decisión más difícil de toda mi vida, pero simplemente me concentraré en tomar mis últimas dosis y esperar tranquilamente a que mi cerebro se funda. El diván luce como el sitio ideal para una espera tan cort…
Los vecinos que encontraron el cuerpo y las últimas páginas del diario no pudieron evitar preguntarse qué clase de pastillas convertirían a su vecina en un ser tan poco racional, especialmente cuando la situación crítica ya había terminado. Por más que buscaron ni siquiera fueron capaces de encontrar el frasco producido por Sueños & Co.
Fotografía de Elizabeth Maxson