Caída
Vértigo en círculos,
cae por una escalera de caracol,
como los oídos que revientan
que se sumen en ecos,
en sonidos que no cesan,
en gritos silenciados.
¿Cuánto mide mi cuerpo?
Ha de formar una espiral al centro de mi cama
el día del derrumbe.
El día que caí rodando por las escaleras
y desperté al día siguiente con los ojos llenos de lagañas
Me mordí la lengua y el labio,
probé mi sangre y escuché un grito.
Al día siguiente quise abrir mis ojos
pero las pestañas estaban tan entrelazadas,
parecían tejidas, bordadas
como los hilos del parche de mi suéter.
No se había ido el aturdimiento.
Un sonido agudo a veces regresa,
un zumbido, a todos les pasa.
También el miedo a caer puede expiarse en palabras,
por las que nombran al vértigo, al mareo, al destanteo.
Dicen que el equilibrio está en el oído,
escondido al fondo del laberinto en forma de espiral,
ahí donde se originó el zumbido.
.
Reflejo
Hoy desperté llorando
no lo supe hasta que sentí mi cuerpo
empapado de lágrimas:
dicen que la lluvia reverdece el campo.
¿Qué valor tendrá la creación en la infertilidad del mundo?
Escuché mi voz al regreso del eco
me dijo cree,
mientras me dejaba en una cueva al lado de la playa.
En el encierro quise abrirme al mundo,
quise ser ola: subir, bajar, revolcarme,
quise reventar y descansar en la arena.
El agua inunda mi cuerpo,
puedo sentir su flujo, siempre vuelve y se va.
Permanezco sitiada en este pequeño charco
agua estancada que también refleja y brilla
a ratos, gracias al sol.
Recuerdo que en tiempo de lluvias
en los charcos nacen renacuajos
que después pueden saltar y convertirse en ranas.
El mundo seguirá creando.
.
Respiro
De pronto quise ser un objeto desplomándose en el aire
cayendo en el más profundo abismo,
en el más amplio cielo,
sin límites, con total libertad de vuelo.
Un objeto que se abisma y no pierde la vida
porque nunca la tuvo.
De repente quise ser eso, dejar de sentir,
entregar mis latidos
y ser una cosa inerte.
Al segundo siguiente,
después de sentir una tras otra las palpitaciones de mi cuerpo,
después de sentir cómo el aire intentaba llenar mi pecho,
después de saborear por un segundo el dolor y la desesperanza,
después de saberme como la única capaz de salvarme,
el deseo de ser ese objeto inerte
se consumió al centro de mi estómago,
se mezcló con todo lo que lo llena y quise expulsarlo exhalando,
sacando de mí todo ese aire de muerte y desamparo.
Contemplé cómo se disolvía poco a poco,
cómo me urgía que se desvaneciera,
porque siempre me gana la vida.
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