Qué difícil es escribir esto en vísperas del 25N, porque cuando pienso la menstruación como tema en nuestra vida, no se me ocurre otra forma de analizarlo sino desde la violencia: la violencia del silencio, del estigma, del tabú. Nos hacen sentir vergüenza por un proceso fisiológico que vivimos mes con mes, cuatro décadas de nuestra vida.

Desde que iniciamos el proyecto de #MenstruaciónDignaMéxico, queríamos posicionar la menstruación como un asunto público. Nombrarla y visibilizarla porque lo que no se nombra no existe. Romper ese silencio que nos habían impuesto. Para iniciar con esto, repensamos la menstruación y decidimos utilizar el concepto de gestión menstrual en lugar de higiene. La menstruación debe ser entendida como un proceso amplio y no únicamente relacionado con la salud. La gestión hace referencia a las condiciones estructurales, sociales, culturales, psicológicas, entre otras, que implica la menstruación. Cuando hablamos de higiene, tiene una connotación de que algo está sucio y debe ser limpiado. La menstruación en ningún momento es sucia.

La menstruación, al ser un proceso biológico inevitable para la mayoría de las mujeres y otras personas menstruantes (recordemos que no todas las mujeres menstrúan y no todas las que menstrúan son mujeres), se debe gestionar de una manera digna. Esto requiere diferentes condiciones que es responsabilidad y obligación del Estado proveer, ya que implica el ejercicio de un derecho humano.

Hay que dimensionar la importancia de la gestión menstrual digna y cómo repercute en nuestro día a día. Niñas y adolescentes alrededor del mundo pierden entre el 10 y el 20% de sus días escolares al año por la falta de productos de gestión menstrual, baños y saneamiento inadecuados, dolores menstruales o estigma social. Si hacemos una estimación de tres días promedio de menstruación, las niñas y adolescentes llegan a faltar un mes completo a clases, lo que las pone en una situación desigual frente al sexo opuesto. Los conocimientos y herramientas que no se aprenden en esos días difícilmente se reaprenderán en el futuro, y las brechas de género se empiezan a ensanchar.

A menudo, los maestros y compañeros intimidan a las mujeres que están en su periodo impidiéndoles usar el baño, haciendo burla si tiñeron su ropa de rojo, menospreciando su dolor menstrual y avergonzándolas por estar menstruando. Esto causa un efecto en su autoestima y asistencia a la escuela. Esto nos recalca la importancia de la educación menstrual para todas las personas, no solo para mujeres. ¿A cuántas de nosotras nos fueron a hablar de menstruación en las escuelas y pidieron que se salieran los hombres? Esto no es un secreto: es un proceso fisiológico con el que se convive día a día.

La menstruación, por lo tanto, pone a las niñas y adolescentes en una situación incómoda ya que está acompañada de estigma social, tabúes, desigualdad de género y discriminación. Como resultado, se abstienen de participar en actividades cotidianas y se obstaculiza el acceso a sus derechos básicos.

El retraso académico que resulta de las ausencias relacionadas con el periodo se va acrecentando y, con demasiada frecuencia, las niñas terminan por abandonar la escuela por completo. Con esto tienen más probabilidades de ser víctimas de trata, ser obligadas a contraer matrimonio infantil y tener embarazos no planificados (es importante recordar que, al tratarse de menores de edad, estos embarazos son siempre el resultado de una violación).

Por lo tanto, una niña que puede gestionar su menstruación de manera segura, higiénica, con confianza y sin vergüenza tiene más probabilidades de permanecer en la escuela una vez que llega a la pubertad.

En el mundo, aún hay culturas que sancionan la menstruación socialmente. El Chhaupadi es una antigua tradición practicada en Nepal que consiste en desterrar a las mujeres, adolescentes y niñas que menstrúan a chozas de barro durante el período, pues se las considera impuras. Sin ir más lejos, preguntémonos ¿cuántas veces nos hemos auto limitado de hacer actividades cotidianas por miedo a teñir nuestra ropa de rojo? ¿Cuántas veces en el trabajo/escuela, a pesar de tener productos de gestión menstrual, nos generó una sensación de estrés que nadie vea la toalla, el tampón, que nadie note que estoy menstruando?

Pensando en el cuidado, ¿quién cuida a las personas que cuidan? ¿por qué no quitar una carga más de la vida de las mujeres que no pueden costear los productos de gestión menstrual? Redignificar la menstruación es un paso adelante hacia la igualdad sustantiva. Redignificar la menstruación es erradicar la pobreza menstrual, desde el Estado proveer que ninguna mujer, niña, adolescente u otra persona menstruante se quede sin acceso a una toalla, un tampón, una copa o cualquier otro producto de gestión menstrual. Que todas las personas menstruantes tengamos acceso a la infraestructura pertinente para gestionarla: agua potable todos los días, un baño propio, electricidad, gestión de residuos tanto en nuestras casas como en los espacios públicos. Redignificar la menstruación implica que todas las personas tengamos acceso a la información de calidad sobre la menstruación. ¿A alguna de nosotras nos dijeron cuánto es normal que nos duelan los cólicos? ¿O solo asumimos que debe haber dolor y que debemos aguantarlo hasta que derive en una condición más grave? ¿Nos hablaron de la menopausia?

Resignificar la menstruación es también cuidarnos a nosotras, cambiar el chip de nuestra menstruación como un proceso doloroso, tortuoso e incómodo, y empezar a valorarla como un recordatorio de que nuestro cuerpo está bien. Tomar esos días que estamos menstruando para cuidarnos, consentirnos, entendernos. Para cuidar a otras personas es importante cuidarnos a nosotras mismas, y la menstruación, al ser parte de nuestra vida cotidiana, debe ser digna. El Estado es garante de derecho y por tanto la menstruación no debe ser un privilegio ni un lujo, sino un derecho para todas las mujeres, niñas, adolescentes y otras personas menstruantes.

Imagen de la serie «Periodo» de Rupi Kaur

Escrito por:paginasalmon

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