Guerra en el Paraíso es una novela política que narra los hechos ocurridos durante la guerrilla en Guerrero; estos son tratados a partir del 11 de noviembre de 1971 —día de la muerte de Genaro Vásquez— al 2 de diciembre de 1974, fecha en la que el revolucionario Lucio Cabañas fue cercado y ultimado por el ejército mexicano. Los personajes son los políticos, funcionarios y las personas que combatieron y protagonizaron esta parte de la historia de México durante los años de la guerrilla. Carlos Montemayor (1947-2010), quien también publicó novelas como Las armas del alba (2001) y Chiapas. La rebelión indígena en México (2007), tuvo un gran interés por temas sociales de gran relevancia como los expuestos en estas obras: con una escritura política nos dijo entre líneas su opinión y postura sobre los sucesos que narra. No solo es el desacuerdo con la desigualdad social, con la élite política que es capaz de hacer todo menos su trabajo, con el ejército y la relación de la prensa con el poder y la verdad: es, en realidad, un grito de indignación, de dolor, de denuncia.

Desde el título mismo, Montemayor nos da dos elementos para interpretar: por un lado, podemos ver Guerra en el Paraíso como la paradoja de la guerra en un lugar como Guerrero, que por su ubicación podríamos identificar como “un paraíso”: el clima, la gente, los lugares de lujo, el disfrute y el descanso. Naturalmente, funciona también como un oxímoron comparativo entre zonas de Guerrero como Acapulco y otras en las que la pobreza se muestra con falta de agua, electricidad y la falta de condiciones mínimas para una vida digna. 

La obra nos atrapa desde la primera narración sin un prólogo como preámbulo, vamos directo al impacto y el interés aumenta página tras página con la descripción física y la relación de los actos de cada protagonista. Se va develando el carácter de la clase política y militar, así como de Lucio, Genaro y el papel que jugarán dentro de la trama. Sin embargo, en ningún momento es predecible y se mantiene como un aliciente para seguir leyendo. Los nueve capítulos contienen al menos los sucesos que ocurren en lapsos de uno a seis meses; en todos estos hay flashbacks que nos remiten a lugares y acontecimientos de un pasado un poco más lejano que desencadenan o contribuyen al primer orden de la narración, estrategia que, lejos de causar confusión, da elementos de interés para la comprensión del relato.

De forma impresionante, Montemayor nos sitúa en escenarios y momentos tan terribles como reales: desde la muerte de Genaro Vásquez, pasando por los múltiples asesinatos, torturas y abusos por parte del ejército a cientos de personas habitantes de distintas comunidades de Guerrero, el secuestro del senador Rubén Figueroa, hasta llegar a la muerte de Lucio Cabañas pocos días después del rescate de Figueroa.

De aquel terrorífico momento en México conocido como la Guerra Sucia, el autor enfatiza ciertos momentos, como los cateos a las casas, las técnicas usadas con personas empobrecidas para que confesaran, los encarcelamientos injustos, y más iniquidad. Esto se nos adentra en el alma y nos conmueve, al grado de provocar coraje, ira y llanto entre crueles destellos de ironía.

No es que al comenzar a leer Guerra en al Paraíso haya manera de spoilear lo que va a pasar, porque desafortunadamente ya sabemos el desenlace de esta historia. Conocemos a los personajes y la tragedia que se avecina, sin embargo, confiamos cada vez más en Lucio y aborrecemos un poco más al General Cuenca Diaz, al después gobernador Rubén Figueroa y hasta al propio Luis Echevería, que fungía como presidente de la República Mexicana. Pese a conocer la continuación de la historia, descubrimos en las páginas más motivos de indignación e impotencia. Esta novela fuerte e impactante es también esperanzadora porque escuchamos clara la voz mental de Lucio que dice que «queda mucho por hacer, por hacer, por hacer…». (37)

Es interesante la comparación de la información dada en las conferencias de prensa organizadas por los encargados de cuarteles militares, así como de senadores y el propio gobernador. En estas se exaltaba el papel del «noble» ejército mexicano, así como de las dificultades que sus integrantes “sufrían” a causa de las organizaciones “delictivas” armadas como la Liga Comunista 23 de Septiembre o el Partido de los Pobres (PDLP).

Según las declaraciones de estos funcionarios, dichas organizaciones eran malignas para el desarrollo de la democracia en el país: asesinos, ladrones, violadores, perversos promiscuos, drogadictos, narcotraficantes, terroristas… en fin, toda una serie de adjetivos peyorativos que tenían la intención de descalificarlos ante la opinión pública. Todo parecido con la realidad actual de los feminicidios, las desapariciones y los asesinatos de activistas, periodistas y estudiantes.

Esta campaña de desprestigio por parte de políticos, militares y presidencia se une a la realización de obras públicas, como la colocación de teléfonos públicos en zonas rurales de Guerrero, la construcción de los Centros de Salud, tiendas Conasupo, puentes y carreteras, entro otros factores que solo se promovieron como parte de una campaña de apoyo al gobernador y al Partido Revolucionario Institucional, al tiempo que iban tomando el control de zonas que por mucho tiempo habían estado en el olvido (que eventualmente regresaron al mismo), en las que sabían que podría estar Lucio Cabañas.

Algunas de las tácticas utilizadas por el ejército eran el encarcelamiento de campesinos bajo sospecha de apoyar a Lucio —una forma de aleccionar a quienes efectivamente lo apoyaran—, el robo de sus animales, el asesinato de mujeres y niñas (botines de guerra por excelencia) y de personas en general; violaciones, torturas extremas como las de amarrarlos en forma de arco hacia atrás durante días en sucias calderas, sin alimento ni agua. Otros de los procesos de tortura fueron el llamado «tehuacanazo», asfixia por ahorcamientos hasta casi matarlos, asfixia por ahogo, introducción de cuerpos en agua electrizada, enterrarlos vivos y luego sacarlos, además de golpizas multitudinarias que producían en sus víctimas fracturas, deformaciones y graves daños físicos y morales.

Evidentemente nunca se reconocieron ante la ciudadanía estos inhumanos actos, incluso se llegaron a negar cuando algún periodista preguntaba en conferencias de prensa sobre ellos. Son las versiones que hasta la fecha seguimos escuchando: «le aseguro que no sé de qué me habla», «no hemos capturado a nadie» y «yo solo recibo órdenes”. Además de las declaraciones oficiales ante la prensa, cada vez que una madre o una esposa —sí, mayormente ellas— iban a buscar a su familiar a los cuarteles, solo escuchaban respuestas como: “aquí no está registrado», «aquí no lo han traído”, “aquí no hay nadie preso”. Los cadáveres eran arrojados al mar abierto, muchas veces aún vivos.

Naturalmente, después de todo tipo de torturas y abusos, muchos campesinos tuvieron que confesar, aunque no fuera cierto lo que decían y de lo que se les inculpaba: «ustedes nos obligan a confesar lo que no sabemos” le dice un campesino al general cuando es aprehendido por sospecha de estar ayudando a Lucio. Es muy claro que con esas torturas cualquier persona podría terminar confesando cosas que no sabía.

De cualquier forma, una vez obtenida la confesión, los mataban o se les obligaba a enlistarse en el ejército, de tal forma que tuvieran la posibilidad de ir cercando a Lucio cada vez más, sobre todo después del secuestro de Rubén Figueroa, que desata una serie de problemas dentro del mismo PDLP, como la toma de decisiones erróneas, deserción y delación, específicamente la de José Isabel Ramos Cruz, hecho que dio otra dirección y otro final a la lucha y que desembocaría en el asesinato de Lucio.

Además de tácticas de soluciones a corto plazo, los funcionarios utilizaban a los medios de comunicación como aliados. En caso de que la prensa hiciera preguntas incómodas o cuestionara los actos y decisiones tomadas desde el Estado, los funcionarios daban en exclusiva la información que les convenía difundir, aunque a veces usaban tácticas más radicales y violentas, como asaltos a oficinas en los que destrozaban prensas, robaban información, encarcelaban a periodistas, como fue el caso de la revista ¿Por que?.

Por supuesto, estas fechorías eran realizadas por el ejército y por elementos de la policía judicial que «solo seguían órdenes”. De esta manera, los medios de comunicación cumplieron un papel innegable dentro de esta Guerra en el Paraíso, y es sustancial situarlos, incluso ahora, en el mismo papel. Pero trasladémonos al presente: mientras hay periódicos que ocultan información de este tipo de casos, hay medios que contravienen la narrativa hegemónica, porque la resistencia existe en la medida en la que ese discurso oficial intenta negar la verdad. Esta novela es muestra de ello.

En aquel momento era muy poco probable la idea de enjuiciar al Estado Mexicano, como años después sucedería con el caso de Rosendo Radilla, que se dedicaba, entre otras actividades vinculadas a la justicia social, a componer corridos por el PDLP en las brigadas. Fue detenido durante el periodo de la guerrilla, el 25 de agosto de 1974 y desaparecido desde entonces. La Corte Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), con sede en Costa Rica, acusó a México de violación de derechos, abuso de autoridad y otros cargos. Sin embargo, es difícil pensar que algún día se hará justicia, pues el cinismo y la justificación de los funcionarios sigue siendo una característica intrínseca al gobierno mexicano.

Es difícil enterarse siempre de aquellas cosas que el gobierno y medios de comunicación cómplices quieren ocultar. Sin embargo, es imposible e injusto ignorar los problemas de educación, desigualdad, justicia y abusos que aún son parte de nuestra realidad. Es en estas regiones en donde el Estado se convierte en enemigo y se dan las condiciones para guerrillas que después serán calificadas, por el mismo Estado, como subversiones sin motivo, solo por rebeldía, como si la rebeldía no tuviera su raíz en la opresión, injusticia, la desigualdad y la impunidad.

En el caso del PDLP la revolución significó la forma efectiva de luchar y enfrentarse a su realidad: «el revolucionario muere peleando […] está consciente que su vida ya no le pertenece, de que le pertenece a la revolución»[1]. Así es como inician las guerras en paraísos mexicanos como Chiapas, Oaxaca, Guerrero y otros territorios en disputa: con desconfianza, un mal gobierno, pobreza extrema, despojo y muchas otras violencias y desigualdades estructurales.

Guerra en el paraíso provoca reacciones y emociones inenarrables mas que por el cuerpo. Impotencia, rabia contra la impunidad, abuso de autoridad, corrupción, cinismo y mentiras. Si bien la lucha armada no es la respuesta para la mayoría de nosotras y nosotros, la lectura de esta obra nos deja con un fuego encendido en el corazón, en la mente, en la boca y en la sangre. Dan ganas de quemarlo todo, de cambiarlo todo, transformarlo todo. De hacer algo desde cualquier trinchera, desde los medios de comunicación, desde nuestra humanidad. Pensar, estudiar, cuestionar para después poder actuar.

Referencias

Montemayor, Carlos. (1991). Guerra en el Paraíso. Diana.

Pierce, Robert N. (1982). Libertad de expresión en América Latina. Mitre.

Imagen tomada de ADN Cultura

Alejandra Collado (Ciudad de México, 1983). Investigadora, docente y tallerista. Comunicóloga feminista y gestora cultural. Autora del Poemario Mudanzas Descarnadas y compiladora de las antologías Autobiografías Rebeldes Vol. I y II, resultado de talleres de escritura autobiográfica. Ha sido colaboradora en diversas antologías literarias feministas, realiza trabajo académico, pedagógico y comunitario a través de talleres de escritura, bordado, fanzine y collage. Ha sido ponente en diversos coloquios, congresos, conversatorios, charlas, mesas de trabajo y discusión. Ha publicado fanzines como Textere Ndixu (ene 2023), fanzine Sorginak (Núm. 0 y 1, ago, sept 2021) y fanzine La Historia de mi cuerpo (jul 2021, MUAC UNAM). Ha publicado en Revista MAD África, Revista del Centro Nacional de Equidad de Género y Salud Reproductiva, Hysteria Mx y Revista Monolito. Participa en el Proyecto Autobiografías Rebeldes (mediación de lectura y escritura autobiográfica).

[1] Citado por Pablo Cabañas en el documental La Guerrilla y la esperanza: Lucio Cabañas (2005) de Gerardo Tort.

Escrito por:paginasalmon

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