La frecuencia con la que solemos oír en cualquier lugar la frase ya de uso corriente “esto no es arte” es asombrosa. Preocupante, además, que sea dicha por personalidades públicas que de una manera u otra se autodefinen como intelectuales (lo que quiera que esto signifique el día de hoy) e, incluso, por unas cuantas más que son reconocidas como críticos de arte (cuya labor tampoco es tan clara). No hace falta decir tantos nombres para comprobarlo (recuérdese por ejemplo lo llevado aún más lejos durante la inauguración del MUAC con Cantos cívicos, de Miguel Ventura, donde Enrique Krauze y Avelina Lésper, entre muchos otros, lucen su intolerancia y confusión); todos lo hemos escuchado y, por qué no, también participado en ese discurso. Entre otras muchas cosas, es fácil hacerlo por evasión, por “educación”, porque somos “críticos”, por tradición, por orgullo, por principios, por terror…

Ante un objeto en un espacio de exhibición, es posible llevarse la mano a la barbilla, inclinar la cabeza, ponerse la mano en la cintura y pensar en cualquier otra cosa, pero es necesario (parece que creemos que absolutamente necesario), indispensable para mirar, dar un juicio contundente acerca de la cuestión principal: ¿es arte o no es arte? Demos por hecho que alguien sabe qué es arte o, mejor, que todos sabemos qué es arte, porque en realidad todos tenemos una idea de lo que es, ¿cierto? No tenemos que decirlo, estamos de acuerdo, implícitamente, como en casi todo. Ahora digamos que esto no es arte. Esto, por ejemplo, el OROXXO, del que todos podemos hablar sin siquiera haber visitado; o esto, un enorme cuadro abstracto lleno de tierra y otras cosas no identificables, del que tampoco necesitamos referencia porque muchos se parecen y podemos formarnos fácilmente una imagen mental. Esto no es arte porque…

(El lector piensa en todos los argumentos que se le han pasado por la cabeza o que con seguridad sabe que ha escuchado de bocas de personas calificadas para hacerlo)

a) El OROXXO tiene pegadas estampitas en muchos productos. Estampitas echas industrialmente y no salidas de la mano creadora del artista, con pinceles y pinturas, que son su herramienta principal.
b) El artista que firma el OROXXO no participó en su creación, la instalación es una tienda prexistente con pocos cambios.
c) Es una burla para ganar dinero, como sucede mucho en el arte contemporáneo, con cosas que no tienen verdadero valor artístico, una idea de FEMSA y de la galería Kurimanzutto en contubernio con Gabriel Orozco. Un negocio.

a bis) El artista jugó con sus materiales. Da igual que haya quedado como es, a que haya sido distinto. Casi cualquiera podría hacerlo. Yo tengo ganas de hacer algo así, si tan sólo tuviera tiempo y dinero.
b bis) El cuadro abstracto no significa nada. Es un montón de materia firmada y colocada en el museo.
c bis) El arte abstracto no tiene un discurso y ya sabemos lo que podemos esperar de él.

Podríamos hacer un abecedario entero, sin duda. Pero estos puntos son suficientes para entresacar algunas de las ideas principales del considerado por los expertos (reaccionarios) no arte. Pero, si estamos en desacuerdo, ¿qué podemos decir de cada uno de estos puntos?

Para empezar, diré que hay algunas ideas comunes en todo esto: considerar al artista un craftsman, creer que hay una sola manera de readymade que ya es inactual, que la mayor parte del arte contemporáneo es un engaño lucrativo, que al artista no se le exige una técnica, que el arte tiene que significar algo… Las diferentes combinaciones y aplicaciones de estos argumentos a obras específicas son variables. El juez de la pieza puede enfatizar un punto, mezclar algunos de manera inesperada, generalizar trabajos, exposiciones, épocas, países, etc. Prácticamente, su repertorio parece inagotable. Al parecer, adscribirse a estas posturas responde a una razón principal: la incapacidad de colocar una obra dentro de un determinado horizonte histórico, desde dos vertientes: el desarrollo del arte moderno y contemporáneo, por un lado, y el de los museos y galerías, por el otro, aunque acercarse a una pieza no implique una necesidad ineludible de hacer esto, por supuesto; me refiero únicamente al hecho de que un grupo de comentaristas, creador de opinión pública, exprese estos juicios sin más.

De esa falta de posicionamiento histórico surgen las dicotomías en las que se basan esos argumentos, el binarismo entre lo creado manualmente y la producción industrial que mencionamos para el OROXXO, por ejemplo; el del arte arte y el no arte negocio; o el de lo significativo y lo sin sentido, que surgió de nuestra pieza abstracta imaginaria. Estamos aplicando entonces categorías del arte de una tradición o, mejor dicho, de una época, a la de otra. Digamos que una técnica de representación determinada era esperada y obtenida de ciertos artistas del siglo XIX, que las exposiciones universales durante el siglo XX requerían un tipo muy específico de obras, que el readymade fue una bomba, pero hace muchas décadas, que en muchos momentos la creación requirió tomar una postura social. Pero, si evaluamos el arte contemporáneo con esos parámetros, ¿no estamos dejando de lado otra gran serie de acontecimientos? La liberación formal que comenzó con las vanguardias, el auge de la creación de museos y galerías, la creciente complejidad del mercado del arte, la variedad de posturas estéticas contemporáneas, la relativización del significado, la aparición de lo conceptual, lo performático, lo minimal, la instalación…

Si decimos que el OROXXO no es arte porque no se produjo por medio de un trabajo artesanal de la materia por parte del artista y porque está hecho de objetos cualquiera; o, si creemos que la pieza abstracta no es arte porque no significa nada, estamos diciendo al mismo tiempo que esperamos de una pieza lo que esperaría un crítico de siglos pasados de lo que le presentara una exposición en una galería de la nobleza. El OROXXO está inserto en una galería cuyo fin es en buena parte precisamente la comercialización de su arte. Si alguien se espanta de que esto ocurra, es porque no sabe que siempre ha sido y será así, que el arte ahora consagrado dentro de una tradición ha pasado por similares dispositivos de legitimidad. El cuadro abstracto, por su parte, se coloca voluntariamente fuera de los procedimientos en algún momento convencionales de representación y significación; exigirle lo contrario es innecesario y aberrante si buscamos comprenderlo.

El asunto, en fin, es que es fácil descalificar una obra con esos y otros argumentos similares, muy fácil y muy cuestionable. No todo el arte contemporáneo es buen arte (quizá el OROXXO no lo sea, ni nuestra pieza imaginaria), claro, pero hay maneras de criticarlo, mejores que colocarlo sobre un tamiz de clichés. Tal vez un trabajo extra que tenemos los asistentes a los museos y galerías es no leer estas opiniones aceptando sus posturas sin cuestionarnos de dónde vienen y, mejor todavía, reflexionar sobre hasta qué grado tenemos nosotros mismos estas concepciones aferradas a los ojos.

Imagen tomada de kurimanzutto

Escrito por:paginasalmon

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