Hablaba hace un par de días con dos o tres amigos [ya ni me acuerdo] a los que casi nunca veo. Como ellos ni leen la columna, voy a contarlo como lo vi. Si alguno leyera por casualidad, dios quiera que no haya bronca. En la azotea de algún lugar céntrico nos reunimos a escuchar discos ese sábado. Entre la plática me di cuenta que algunas personas pueden estar aterradas del futuro y otras creen entender este avance tecnológico [que no da chance ni de jalar aire] y juzgan, sin poner mucha atención, lo que alcanzan a cachar. Bueno, el caso es que me cortaron el Netflix, y lo que alguna vez fue un idilio (mientras yo pagaba, claro está) se me hizo ultimátum en las manos: Netflix me amenazó con desaparecer mi cuenta si no pagaba a efecto inmediato. Si no cuento detalles es porque me embarga la tristeza [y los de Netflix, chale]. Lo que quiero decir es que los servicios de stream son todos lo mismo. Tenía un amigo que después de rentar durante quince años el mismo departamento recibió la oferta de comprarlo. La renta sería la misma, pero cada pago mensual se iría acumulando para por fin ser dueño del departamento. Bueno, según sus cuentas, duraría quince años más su autofinanciamiento. Lo mismo sucede con los servicios de stream. El catálogo (aparte de que tengan o no tengan lo mejor y eso) se va filtrando según tus preferencias (que cualquier chimpancé puede truquear) y te dirige a la parcialidad de contenido que el algoritmo, supone, te gustará. Esta interacción a largo plazo arruina el stream [no ves nada nuevo, ya no te recomiendan nada nuevo, todo se vuelve gris y parece la filmografía de Xavier Dolan (todo es lo mismo pero maquilladito diferente)]. Bueno, chistes aparte [ah, te dolió tu dolancito], cuando dejas de pagar te quedas sin nada. Es una concatenación de acciones donde la linealidad prevalece. Imaginen cuando en lugar de estos servicios de streaming existan servidores en los cuales podemos crear nuestro propio contenido y luego soltarlo al mundo, no sólo como narración, sino también como música o producto transmedial. O simplemente seleccionar hacia dónde llevar todo lo que vemos. Hasta con gusto les regalaba mis centavos. Sería un laberinto tan complejo que hasta Borges, mi viejito pocaluz, se levantaría de su tumba.
Un comentario en “Opción Pez”