Before this, the government had bartered away its wood, its metal, its wire and its telegraph poles in exchange for food or medical supplies: then it realised the worrying number of dogs that roamed the streets, feasting on corpses, could be turned to their advantage, and started selling them, too, to a few countries in East Asia (…) Who knew what the powers that be would think to sell next?
Dia Jubaili
Hace unas semanas se me ofreció el nada sencillo trabajo de vender un archivo. El destino debe ser una universidad o institución específicamente estadounidense dedicada a la compra de archivos de esa naturaleza. Para que nos entendamos, a diferencia de algunas colecciones existentes en México, en este intercambio lo que debe haber de por medio es la remuneración, por eso la oferta debe estar dirigida a alguien que de hecho compre. Mi contacto me dijo: “No es necesario usar el argumento de que el material es valioso porque puede servir como fuente de investigaciones futuras, eso no les interesa.” Lo que interesa es el valor futuro de las cosas: conseguir algo casi regalado (o robarlo) esperar a que valga más, venderlo, explotarlo, poseerlo y coleccionarlo. Y ahí estoy yo en el medio de ese quehacer esperando obtener una comisión porque el futuro económico del propietario depende de ese archivo que tal vez el cariño, el esfuerzo y el largo trabajo ya hayan sobrevaluado.
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En una escena de Interstellar (2014), Cooper lanza un nostálgico monólogo sentado en el porche, junto a su viejo. Se queja de la extinción del quehacer de la ciencia en el que se preguntaban por las cosas que hay “más allá”. Está harto de la muerte que los asecha a la vuelta de la esquina y lo regresa a la Tierra, de los campos llenos de polvo venenoso y de que su hijo tenga que ser un granjero y no un brillante científico, héroe de la profesión: quiere pensar en selenitas, en cómo tienen tres tetas y no dos.
Alguna ciencia ficción periférica (no importa en donde esté) no puede dejar de lado “sus traumas” de tercer mundo, no puede evitar hacer referencias a situaciones políticas contemporáneas. La imaginación científica, la especulación filosófica, la proyección al futuro quizá sea bastante más difícil de practicar cuando es casi seguro que no estarás mañana. El ser testigo de los contrastes, no tener trabajo, tener hambre o que ya no sepas qué vender dificulta un poco ese camino. Leía una cita y un artículo sobre que, literariamente hablando, se extrañan las narrativas ciencia ficcionales que “no son políticas”. Como si eso fuera posible, la idea detrás de ello era la ausencia de ingenio que se ha rendido al mercado (¿qué es eso?) y resta puntos en el área del valor artístico. No habría que olvidar que todo lo que se considera como clásico o grande en la ciencia ficción renegó de sí mismo, de “la ignorancia”, o como quien dice “de su humilde origen”. A decir verdad, la gran ciencia ficción fue y es hecha por intelectuales provistos de por lo menos una mediana biblioteca y de una educación académica. Yo sé que la gente está cansada de distopías repetitivas, pero sólo es repetitiva si uno se sigue enfocando de la misma manera en la misma 1984. Por ahí hay otras distopías que piden atención.
En el 2016 se publicó la antología Iraq+100: stories from a century after de invasion, la cual reúne 11 relatos de 11 autores y 7 traductores encargados ex profeso. Hassan Blasim, el editor y compilador de la obra, pensó en la necesidad de publicar algo así en pleno 2013, 10 años después de la invasión estadounidense y británica (principalmente) en Irak y un año antes de la caída de Mosul a manos de ISIS; narrativas que imaginaran el futuro de y la vida en sus ciudades principales.
De esta antología todo es inesperado: el prólogo no es una historia de la ciencia ficción, es una toma de postura que describe muy bien los motivos de la antología; brinda un panorama de las dinámicas de poder dentro del sistema literario iraquí (grupos y corruptelas); llama asesinos a George Bush y a Tony Blair; explica las ausencias de los discursos “no realistas” en la literatura en su país y busca poner al frente relatos que no dejen que se olviden las cosas:
We both found ourselves wondering if the horror and the scale of that atrocity would now, in Britain at least, be neatly packed away and sent down into the long, high-vaulted archive of ‘crimes this country has commited abroad’, never to trouble the British conscience again. We wanted to commission a book that kept the consequences of 2003 at the forefront of the reader’s mind (…)”. (Page, 2016)
La apertura de la convocatoria se refleja en la variedad de los textos, nadie encargó a nadie escribir algo de ciencia ficción, ya que no es posible exigir consideraciones genéricas a productores y público que en escasa proporción saben qué es eso. En países como Irak los lectores de ciencia ficción son muy pocos, y esto tiene sus razones, como lo explica Cristina Jurado, escritora, editora y promotora española del género en el panorama de la ciencia ficción que presentó en la Eurocon 2016: “Introducción a la ciencia ficción actual en los países árabes: retos, características y nombres”.
Jurado al momento de la presentación llevaba 7 años viviendo en Emiratos Árabes donde había conocido a algunos autores como Noura al-Noman. Jurado abre con la complejidad de la distribución geográfica de las lenguas en Medio Oriente; la situación de la diglosia en el caso del árabe estándar y el árabe hablado. El tema más tratado según Jurado es el salto en el tiempo y el espacio. En el caso de Iraq+100 no faltó la crítica por parte de sus lectores de que los cuentos no cumplieron sus expectativas. Querían algo más distópico, un Irak imaginado más a detalle, donde “lo tecnológico” no se perdiera en el fondo. “Cuentos poco logrados”, “a mí nadie me engaña esto es fantasía” fueron los comentarios negativos y que a mi consideración resultan desatinados.
Las perspectivas de los cuentos son not your daily literary choice: la homosexualidad en Medio Oriente, la estatua de bronce de Sadam Husein como personaje, un autor iraquí asistiendo a su propio suicidio, la implantación del chino como lengua del estado, un abuelo-holograma que quiere ser enterrado en la tierra de sus padres, etc. Anécdotas enmarcadas en desgracias subvertidas y en el despojo cotidiano. Hacer uso de conceptos altamente institucionalizados por las iglesias musulmanas: como el tiempo y lo que pasa después de que uno se muere. Estos conceptos son, dentro del canon iraquí, transgresores, pero de una coherencia ideológica suficiente, como dice Jurado: “el ser trascendente es el que los controla”, aunque a uno le parezcan básicos.
Nadie quiere (conscientemente) sonar como un pobretón resentido y desubicado, pero hace algunos días experimenté algo muy parecido al odio. Para quienes no lo sepan M. Elizabeth Ginway es una de las académicas más prominentes en el estudio de las escrituras especulativas en Latinoamérica, que se especializa en la ciencia ficción brasileña. Su obra como investigadora y editora es necesaria y básica para quienes quieran empezar a estudiar la ciencia ficción en Latinoamérica. Algunos de sus ensayos están disponibles en internet pero las obras extensas de referencia no. De hecho, en ninguna biblioteca pública en México o en librerías se pueden conseguir: Amazon es tu única opción. La literatura crítica gruesa del género es cara para aquellos que la quieran conseguir y apropiarse de los textos con subrayados y notas. Pero no sólo eso, en dichos estudios uno asistirá a la presentación de textos y narrativas (el corpus) que en su vida ha visto o leído a pesar de haberse publicado en español (por ejemplo) por editoriales latinoamericanas.
De todas maneras, no hay que preocuparse, esos textos están resguardados en colecciones en Estados Unidos (y ni siquiera estoy hablando de textos antiguos) tan accesibles como ustedes se pueden imaginar. Tampoco hay que dudar de la calidad y variedad de esos archivos, por lo general las universidades no reciben ejemplares ni usados, ni maltratados, mucho menos traducciones, puros idiomas originales, primeras ediciones, normas que los vendedores están dispuestos a acatar. Algunas de las cosas que nos quedan en regiones como México es hacer arqueología entre los desechos, las toneladas de Asimoves y más allá de las etiquetas; hay una notable diferencia (en calidad si se quiere) entre las líneas que sigue la investigación en México de la ciencia ficción en México y la ciencia ficción en México en Estados Unidos que se debe no sólo a las metodologías de estudio sino a la disponibilidad de los materiales.
Yo creo que el sentimiento se ha de parecer a aquel en el contexto del despojo del patrimonio cultural de Bagdad en el marco de la invasión, cuando piezas del Museo de Bagdad aparecieron a la venta en el mercado europeo y estadounidense, no tanto porque sean de alguna manera invaluables o porque sean de algo nuestro o propio, sino porque se han privatizado y el mejor postor es el único que tiene acceso a ellos. (Dinámica del capitalismo ligado a la cultura, pero no quería ser tan reduccionista.) El libro editado por Ginway, Latin American Science Fiction: Theory and Practice (2017) cuesta alrededor de 1,800 pesos mexicanos y contiene 7 artículos. ¿En serio voy a tener que trabajar 2 meses para cómpralo?, ‒pensé, y pues me lo descargué ilegalmente, situación lamentable para mí porque valoro mucho el trabajo académico serio y creo y espero que los autores reciban una remuneración por parte de las editoriales.
En “The Corporal”, cuento incluido en Iraq+100, el protagonista es un soldado resucitado, más bien caído del cielo con permiso de Dios, que regresa 100 años después de la guerra de 2003. Su nombre es Sobhan y nació en Nasiriyiah, ciudad al sureste de Bagdad. Soldado desde los 18 años, Sobhan es lesionado siete veces en “las guerras de Sadam”. Aunque las noticias oficiales no lo mencionaban al principio de los acontecimientos, los soldados sabían que “los americanos” venían y que estaban cruzando el mundo para invadirlos. A pesar de la desproporción de armamento estaba prohibido expresar la inminencia de la derrota con riesgo de ser fusilado. Sus superiores preguntaban a Sobhan que por qué estaba tan feliz y él decía: “Porque vamos a ganar”, pero en su fuero interno deseaba el advenimiento del Estado americano, porque según él las condiciones de vida serían mejores:
I wasn’t the only one saying it, lots of Iraqis believed we’d be better off with them. Everything they’d bring us would be wrapped in cellophane. Everything would be new, still in its box, and wrapped in cellophane. It’d be like flowers on your birthday (…) I believed them. I was sure of this as I was sure of myself, my salary, my ear that fell into my pocket, my shattered ribs, and my stomach ruined by gunpowder, hunger and beatings. (Bader, 45)
Pero antes de ver sus expectativas cumplidas, un francotirador ‒que describe como afroamericano‒ le da un tiro en la cabeza sin darle la oportunidad de dar la bienvenida. Lo que hace de este cuento uno de los más memorables de la antología es la amplia perspectiva histórica con que la fábula retoma la caída de Bagdad. En 2103, año del regreso de Sobhan, Bagdad, que ahora se llama Kut, es una ciudad como Manhattan y Miami, con edificios, un metro, limpia, teme a las ideologías religiosas que amenazan el orden y todas esas cosas, cuyo estado civilizado sólo se debe a la organización social y no a la intervención extranjera. Mientras, allá en América, hay un dictador, el extremismo es el camino a seguir y exportan terroristas.
En mi imaginario siempre se me ha aparecido la estructuración de las ciudades antiguas con su biblioteca y sus archivos al centro de ellas. El robo, el despojo y la venta de los patrimonios, simbólicamente deben representar la caída de la ciudad. No es la primera vez que cae Bagdad, pero sobre todo no es la primera vez que es considerada una ciudad de esplendor: allá en el siglo VI tenía también una gran biblioteca llena de cosas, que recuerda la práctica de comprar y monopolizar el conocimiento y los materiales, no importa de donde vengan. Así, no estoy segura de que las Beijings, Nueva York, Londres y California caerán algún día, no estoy segura de si el despojo de lo que consideran como la base de sus ciudades tenga un sentido o más bien es un incesante peregrinar de las cosas que se sienten por sus ausencias y sus resentimientos. Yo tengo mi archivo ilegal, The Getty tal vez tenga un archivo más junto a sus fotos de la invasión en Irak.
Those that weren’t burn were thrown into the Tigris and the Euphrates by the invaders. The water in the Euphrates is said to have turned blue from all the ink that bled into it from books. (Blasim, vii).
Imagen tomada de Getty Images