Fotografía de Gerardo Alquicira
Cuando llega la noche me embalcono
Y cuando me embalcono en el edificio de enfrente tiembla una luz como un enfermo
Escucho susurros que tal vez no existen
Pero no importa
De noche la ciudad es un perro semidormido
Todas las noches amanezco
A un dormido manicomio de internos que tal vez no existen
y a una revolución de grillos marginados
que claman y claman ante nadie
Pero esto es recurrente bien se sabe
Que la ciudad es sorda la mayor parte del tiempo
−¿o lo somos nosotros?−
Ciega e inmune
−¿y nosotros?−
La ciudad disfruta lamer sus llagas como un animal leproso
Solo así
Solo por esta sordera me explico varias cosas:
……………La gente tirada en la calle como topes
……………Los ciclistas embestidos por el accidente
……………El gorjeo estridente de los coches
……………Los amantes de sollozos invisibles
……………Los yugos de la prisa
……………Las grietas y grietas en el asfalto y en el concreto y en los edificios y en las
…………………………banquetas y en la esperanza
……………Los cadáveres de edificios expuestos como monumentos a la patria
……………El tú que cada día me pesa más
……………El yo que cada día te pesa más
……………El nosotros extraviado
……………El ustedes a través de la mira de sicarios
……………Y otras tantas cosas que se lee en los periódicos
……………O en los rostros de la gente si nos atrevemos a mirarlos
A veces cuando estoy embalconado
Escucho mujeres que lloran por la calle
Escucho perros que llevan serenata a los faroles
Los mismos perros que esbozan cartas de amor en las banquetas y en las esquinas
Epístolas de orina que aguardan un destinatario
Escucho puertas de coches que se azotan
……………Como se azota la gente dolida cuando se acuesta
Un profesor dijo: las grandes ciudades tienen ríos
Los ríos son relojes naturales
Los ríos son la conciencia de las ciudades
Los ríos son drenajes de lamentos
Los ríos como una madre que le advierte a sus hijos que la vida pasa vanamente
Los ríos arrastran versos y colillas
Los ríos arrastran polvo y cadáveres y olvido
Dijo el profesor: esta ciudad no tiene ríos
El tiempo está estancado en estas calles
Pero la ciudad sí tiene ríos
Ríos estancados de concreto
Y aunque suene el segundero
Como un demiurgo demoniaco
Las manecillas siempre están trabadas:
Siempre es hora del llanto y la carrera
Hora del desasosiego y de la angustia
Hora de llegar tarde siempre
Siempre la misma hora
Siempre la misma hora en que anochece de mañana
En este sangriento maratón de locos
Que precipitan su vida hacia la hoguera
Siempre la hora del vicio
El alcohol, la mariguana y la memoria
Siempre la hora del tabaco
Para saber que algo más se quema
Para saber que algo se quema
Para saber que algo avanza
Para saber que algo se incendia y avanza hacia su ruina
Como el amor y como los cigarros
Para ver que algo se enciende
Desde una cama hecha de tedio y de ceniza
Cuando me embalcono y le pregunto a las ardillas
Si pueden albergar mis sueños cada noche
Ellas se alejan temerosas
Hacia sus madrigueras de plástico y azufre
Por eso no duermo
Y a veces
Solo a veces
Pregunto por ti
Y los grillos me responden lo mismo que los relojes
Y las sombras desfilan y el recuerdo se adormece
Y si vuelvo a preguntar por ti de pronto sale a flote
El barquito de papel que me regalaste
Un papel lleno de versos y tristeza
Y si me atrevo a desdoblarlo me respondo
En el edificio de enfrente la luz sigue temblando
El viento escarba entre las sombras
Y el silencio acurruca despedidas