Collage de Areli Rema con fotografía de Kati Horna

Basta saber como ha sido la vida de las niñas y los niños de diferentes culturas y periodos históricos para notar que la infancia es una creación cultural más que un hecho natural. Una niña existe per se, pero su infancia es una construcción social. Y hay tantas infancias como sociedades existen.

El ejercicio de pensar en las escritoras que admiro como las niñas que alguna vez fueron, me gusta. Conocer su niñez me revela nuevas capas de interpretación y comprensión de su obra.

En la sociedad mexicana de Comitán, Chiapas creció la niña Rosario Castellanos Figueroa (1925-1974). Desconozco si alguien sabía, algún vidente o simplemente alguien perspicaz, que ella tenía madera de escritora, pero lo que sí es un hecho es que no se esperaba gran cosa de Rosario en el ámbito de lo público por haber nacido niña. Además su nacimiento no fue recibido particularmente con  alegría, sino más bien con resignación. Al año siguiente sus padres tuvieron un niño, el cual sí fue bienvenido y muy celebrado.

Para entender mejor esta condición, en las primeras páginas de Balún Canán, su primera novela, Rosario narra los acontecimientos de su infancia (autobiografía) entremezclados con la ficción: “Soy una niña y tengo siete años […] Miro lo que está a mi nivel. Ciertos arbustos con las hojas carcomidas por los insectos; los pupitres manchados de tinta; mi hermano. Y a mi hermano lo miro de arriba abajo”.

Benjamín, su hermano menor (cuyo nombre en la novela es Mario) es el hijo favorito. La hermana mayor lo sabe. En algún momento este hermano fallece. En Balún Canán, es la nana quien da la noticia de que Mario morirá. Este hecho lo confirman una mujer que lee el destino en las cartas e incluso un sacerdote. Ante lo cual la madre reclama «Si Dios quiere cebarse en mis hijos… ¡pero no en el varón! ¡No en el varón!». Mario muere de paludismo. En la vida no ficcional de Rosario, se sabe que el hermano también feneció siendo un niño y que la reacción de la madre fue de lamentación por el hecho de que de entre sus dos hijos, quien se muriera fuera el “varón”, su hijo y no su hermana, en todo caso. Después de este hecho, tanto la protagonista como Rosario en su infancia, siguen siendo tan invisibles como antes lo fueron.

En Cartas a Ricardo (correspondencia entre Rosario y Ricardo Guerra), la también filósofa, comparte su sentir respecto a este momento clave de su infancia: “Usted sabe que tuve un hermano y que se murió y que mis padres, aunque nunca me lo dijeron directa y explícitamente, de muchas maneras me dieron a entender que era una injusticia que el varón de la casa hubiera muerto y que en cambio yo continuara viva y coleando. Siempre me sentí un poco culpable de existir; durante todos esos años hubiera querido pedir perdón a todos por estar viviendo y me sentía culpable en cierto modo de que las cosas hubieran sucedido de ese modo y no del otro que ellos deseaban”.

En la poesía de Rosario también podemos conocer las condiciones en las que creció.  De entre los poemas de Poesía no eres tú, encontramos Entrevista de prensa:

Pregunta el reportero, con la sagacidad
que le da la destreza de su oficio:
—¿por qué y para qué escribe?

—Pero, señor, es obvio. Porque alguien
(cuando yo era pequeña)
dijo que la gente como yo, no existe.
Porque su cuerpo no proyecta sombra,
porque no arroja peso en la balanza,
porque su nombre es de los que se olvidan.
Y entonces….Pero no, no es tan sencillo.

Escribo porque yo, un día, adolescente,
me incliné ante un espejo y no había nadie.
¿se da cuenta? El vacío.

La soledad, como condena en un principio, se volvió un estado natural y propicio para el oficio poético. Rosario decía “no es que el poeta busque la soledad, es que la encuentra”.

Entre las sombras y con los arrullos de su nana creció la niña Rosario, prácticamente en la condición de invisibilidad.  Y aprendió pronto que esto tenía sus ventajas: podía explorar el mundo a sus anchas. Desde la periferia se observa mejor. Con mayor tranquilad que desde el centro. Y saber observar es justo una de las mejores herramientas de una escritora.  Acostumbrada a la oscuridad, descubrió que ésta es una fuente sin fin para la creación artística.  Hay mujeres que aprenden a escribir desde la oscuridad y dan a luz poemas que nos deslumbran.

La invisibilidad de las mujeres en el terreno de lo público y lo cultural, aún hoy, sigue siendo un problema.  Aunque en años recientes ha habido mayor presencia de mujeres en estos ámbitos, ello no implica necesariamente una mejora en cuanto a la calidad (y realidad) de la representación y la concepción social que se tiene de su trabajo. Ni de sus propios intereses como individuo, y no como un ser cuyo propósito de vida gira en torno a los otros, exclusivamente.

Al respecto, Natalia Beristáin, directora de Los adioses, (versión libre de algunos aspectos de la vida de Rosario Castellanos) comenta en una entrevista “El sólo hecho de que (Los adioses) sea una película cuya figura central es una mujer que acciona y que responde a sus propios intereses, y no a los de un hombre, es un statement político en un mundo donde los medios de entretenimiento casi no ponen figuras femeninas representativas como personajes protagónicos. Generalmente son papeles que responden a roles de mamá, de hija, de esposa, de adorno, pero que siempre están como la cenicienta, siempre en pro de conseguir una pareja”.

Volviendo a Rosario, en su poema Lamentación de Dido leemos “Mis amigos me miran al través de sus lágrimas; mis/deudos vuelven el rostro hacia otra parte. Porque la/desgracia es espectáculo que algunos no deben/ contemplar”. El dolor femenino se ha guardado y silenciado desde siempre, pero el poder expresarlo ha unido a muchas mujeres en el mundo.  Y es hermoso decir “nosotras”, y expresar los malestares, que no por callarlos se sienten menos.

“Ah, sería preferible morir. Pero yo sé que para mí no hay muerte./Porque el dolor —¿y qué otra cosa soy más que/ dolor?— me ha hecho eterna”. Así termina Lamentación de Dido. De Rosario nos queda sobre todo su escritura. El registro del autoconocimiento de un ser humano que podemos revivir cuando la leemos. Esa conciencia que la escritora tuvo de la experiencia del dolor de las mujeres la cual atraviesa todos los tiempos, incluyendo su propio tiempo de vida desde la niñez. Y por eso, ella, como Dido en el poema, con todas sus contradicciones, con su otro modo de ser humano y libre, ya es eterna.

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Twitter: @moni_zen

Escrito por:paginasalmon

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