Me gustan las manos de algunos hombres
y las golondrinas.
Me gustan las sierras de tus cuatro dedos
y el penúltimo alado.
¡Cuidado!
¡Que no me descubran
cavilando sobre tu mano en la mesa!
Que no me oigan levantando la vista
y no me encuentren
escarbando la tierra de tus yemas.
¡Cuidado!
Es posible que entre tanto revuelo
puedan escucharme pensar.
Afuera ya no existe
Me suspendo como tu palma sobre la mesa.
Afuera ya no existe
Habito alrededor de un nido
y olvido qué es hablar.
Afuera solo existen
mis formas para balbucear:
no sé si estoy aquí.
Imagen tomada de Mediateca INAH.