Si aún no me olvidas,
no busques enterrarme en un álbum fotográfico.
Porque podrás quemarme si quisieras,
leer un libro a mis recuerdos para que callen
o fabricar conjuros para ahuyentar mi fantasma,
pero lo siento, si aún no es tiempo,me traerás
junto al tímpano, tras los párpados y en la punta de tu lengua.
Recoge nuestro hilo, une la totalidad de tus cabos,
te regalo los míos, remienda la grieta de nuestra ruptura,
teje una hamaca y calma tu intranquilidad. Nunca llames
equivocadamente escombros a mis pertenencias,
ni en nombre de tu emancipación exijas a mis ropas
y a mi fantasma: desalojar tu casa.
Los recuerdos, creo yo, nos sensibilizan
y no hay peor soledad que la de los cajones que se quedan
sin ropa de manera violenta y precipitada.
No intentes olvidarme como lo hice yo,
porque la comedia de la vida se trata de darnos inviernos
y lluvia cuando estamos muriendo de frío; sal a la calle
conmigo latiendo en tu pecho, no necesitas olvidarme,
cierra los ojos y alégrate de verme. Si aún no es hora,
no tienes por qué olvidarme.
Cuida mis ropas segura de que algún día voy a necesitarlas.
Quién sabe qué día, por qué broma de nuestros enemigos,
pueda aparecerme desnuda al pie de tu puerta.
Desayuna, come y cena conmigo
mientras la memoria te lo permita.
Cántame, conversa conmigo, déjame acompañarte
hasta que conozcas a alguien que tenga mejores oídos
y te dé mejores respuestas; no sé quién nos dijo que
hay que hacer malabares para olvidarse. Será que antes de ti
y el nosotros nunca tuve que olvidar a nadie.
Si te encuentras batallando con encontrar la manera,
detente, tranquila, haz lo que te digo:
Deja que me consuma poco a poco, que se desvanezcan
tus preguntas y nuestras conversaciones. No tengas prisa.
No presiones al tiempo. Yo, como tú y lo nuestro,
fluimos despacio, somos espesos, pero no será difícil
saber cuando ya sea el olvido y no yo, quien esté contigo.
Fotografía de Kati Horna