Regocíjate, cruel amo de las olas, y da por consumada tu venganza. No solo duplicaste el ya largo tiempo de mi exilio, zarandeándome de distante costa a costa, mandando por obstáculo a tus criaturas viles, volviéndome patrono de los viajes tortuosos. Después de todas mis cuitas y retrasos, cuando al fin arribé a limpiar mis umbrales y liberar mi hacienda, llegué justo a tiempo para ver morir a Argos.

Llegué para verlo mover sus miembros achacosos, alzar las orejas, mover el rabo y sonreír caninamente (¡Sencilla maravilla es un animal, que, sin hablar, expresa más de lo que pueden las palabras!). Tras mi disfraz, sus ancianos pero vívidos sentidos reconocieron a este desdichado: en su mirada sentí retroceder veinte años la memoria.

Y luego murió.

No pude siquiera otorgarnos el reencuentro que él se merecía: no hubo abrazos ni cariños, no hubo nada. Porque, ¡maldición!, tenía una última pelea esperándome a la puerta, y por mor de un estratégico secreto callé mis emociones, retuve mis abrazos, me reduje a derramar una sola, muda lágrima… y lo perdí, sin poder satisfacer una elemental necesidad del corazón. Llegué justo a tiempo para ver morir a Argos… sin despedirme.

¿Y sabes, inclemente megalómano del mar, lo que vi entonces? Vi, de una estocada, esos veinte años perdidos. Vi su envejecimiento solitario. Vi cada uno de los días que no corrimos juntos. Vi todo lo que pudo y debió ser y que no fue, y lo que sí fue en su lugar. Solo llegué para verlo viejo y cansado y muriendo sin abrazos.

Y entonces vi también todas las madrugadas que no pasé en vela por mi bebé; todas las mañanas en las que no me despertó a sacudidas mi pequeño; todos los mediodías en los que no nos perseguimos por el jardín mi niño y yo; todas las tardes en las que no practicamos tiro al arco mi muchacho y yo; todos los atardeceres en los que no nos sentamos a reconciliarnos mi joven y yo; todas las noches en las que no me fui a dormir preguntándome de dónde salió ese adulto que es mi hijo. Solo llegué para ver su barba incipiente y dar explicaciones dolorosas, que a mí nunca me convencieron.

Y entonces vi también todos los años en los que no fui esposo de mi esposa, ni ella mi mujer. Vi todas las veces en las que no hicimos el amor y todas en las que no quisimos odiarnos; todas las veces en las que no hicimos equipo y todas en las que no nos marcamos nuestros límites. Vi todos los fracasos y remontadas que nunca ocurrieron. Vi cada uno de los minutos en los que no fuimos reales, sino una promesa nostálgica y dudosa para el otro. Solo llegué para vernos las caras desgastadas por el tiempo, por las cuitas, por la mutua ausencia, y reírme del dolor de la ironía de que, para reunirnos al final, ella luchó por mantenerse casta y yo fui esclavo sexual de medio Olimpo.

Después de tantas tormentas y tormentos, llegué para verme abofeteado por todo aquello que no fue. ¡Cuándo una victoria puede resultar tan humillante! Llegar a la meta a contemplar lo que costó la carrera; ganar para averiguar cuánto se perdió. La alegría de la vuelta me rehuyó, pues resultó que primero debía vislumbrar todo aquello que perdí sin siquiera haber tenido. Hacer duelo por gozos que nunca se sintieron.

Esta ha sido mi condena: haberme casado para no ser marido, haber procreado para no ser padre, haber hecho un amigo para no disfrutar su amistad… haber regresado justo a tiempo para ver morir a Argos.

Pero, ¿qué podría significar todo esto para ti, inmortal a quien la finitud no afecta? ¿Qué sabrás de oportunidades perdidas, si para ti nada tiene fecha límite? Nunca entenderás qué son para un mortal veinte años perdidos, si tanto te dan veinte años como veinte días, ¿cómo podrías entonces medir el alcance final de tu castigo? Así que no puedo ni explicarte por qué te debes dar por satisfecho: nunca lograría hacerte entender lo que has contribuido a arrebatarme. Mas si supieras, inmortal, entenderme a mí, estarías más que complacido, carcajeándote. Ah, si tan solo pudieras comprender qué significa para mí haber llegado justo a tiempo para ver morir a Argos…

¿Tengo yo mi culpa en esto? Sí, pero por irme. “Déjenme en paz”, debí decirles; “Resuelvan sus propios líos de faldas”. “La amistad se vive”, debí decirles, “no se concede ni se cobra”. “Esto no me corresponde”, debí decirles, “arréglense entre Helena y tú, o entre tú y tu ego, que es quien manda aquí”.

Pero el deber de un hombre es ser leal nunca a sí mismo, sino a sus superiores, ¿no es verdad? Pues maldito sea el deber. ¿Qué, era mi deber ir al frente por el orgullo de otro? ¿Mi deber perder a voluntad diez años de mi vida, para que luego me quitaran otros diez? ¿Mi deber vivir acampando en una playa, regañar necios en necias reuniones, inventar caballos y destruir ciudades por la noche? Mi deber debió haber sido quedarme en casa, criar a mi hijo, amar a mi esposa y jugar con mi perro.

Pero no, el deber no cumple su deber, que es ser acorde al deber ser. En cambio el deber es obedecer a quien manda, aun si a quien manda le mandan su orgullo y tradición. Pero fui a cumplir con mi deber, como un zopenco. Este mundo de deberes indebidos le pertenece a los zopencos, y ¡mírame! Heme aquí: el zopenco de las mil penurias. Llegando justo a tiempo para ver morir a Argos.

Palas, patrona mía y de mis ingenios, una última plegaria elevo a tus oídos: que a los futuros Odiseos no les toque nunca llegar justo a tiempo para ver morir a Argos.

«Ulysses and Argus«, de Briton Riviere

Rodrigo Ruiz Spitalier (Ciudad de México, México, 1994). Escritor, articulista y corrector de estilo en el Programa Universitario de Bioética de la UNAM. Estudió la Licenciatura en Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Sus intereses se centran en temas literarios, filosóficos e históricos. Ha escrito para el espacio Una vida examinada: reflexiones bioéticas publicado en Animal Político.
Escrito por:paginasalmon

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s