Altas ventanas
Cuando veo una pareja de muchachos
y supongo que él se la está cogiendo
y ella toma píldoras y usa diafragma,
sé que esto es el paraíso
que todos los viejos han soñado la vida entera:
lazos y gestos arrojados hacia un lado
como por una anticuada trilladora,
y todos los jóvenes bajando
sin fin, hacia la felicidad. Me pregunto
si alguien me miró, cuarenta años atrás,
pensando: Esa ha de ser la vida,
no más Dios, ni sudar en la oscuridad
pensando en el infierno y tal, ni teniendo
que esconder tu opinión del sacerdote. Él
y su rebaño caerán todos por la corredera
como pájaros libres y malditos.
………………………..E inmediatamente,
más que palabras, viene el pensamiento
de las altas ventanas:
el vidrio aprisolado,
y más allá, el aire azul profundo que muestra
nada, y no ha lugar, y no se acaba.
High Windows
When I see a couple of kids
And guess he’s fucking her and she’s
Taking pills or wearing a diaphragm,
I know this is paradise
Everyone old has dreamed of all their lives—
Bonds and gestures pushed to one side
Like an outdated combine harvester,
And everyone young going down the long slide
To happiness, endlessly. I wonder if
Anyone looked at me, forty years back,
And thought, That’ll be the life;
No God any more, or sweating in the dark
About hell and that, or having to hide
What you think of the priest. He
And his lot will all go down the long slide
Like free bloody birds. And immediately
Rather than words comes the thought of high windows:
The sun-comprehending glass,
And beyond it, the deep blue air, that shows
Nothing, and is nowhere, and is endless.
Decía Nabokov que pasar un texto de una lengua a otra era como caminar entre dos pueblos con la ayuda sólo de una vela. Me gusta pensar que esa flama en la mano es, para quienes intentamos esta empresa, la impresión que nos ha dejado la obra en su lengua original. «Altas ventanas» es, según sé, un poema bastante conocido de Philip Larkin, incluido en su último libro homónimo y publicado en 1974. En castellano conozco dos traducciones: la de Marcelo Cohen, y la de Bruno Cuneo y Cristóbal Joannon. Al empeñarme en trasvasar un vino ya bebido, he tratado no de alcanzar una verdad absoluta, sino una verdad individual. Habrá quien apunte elecciones más apropiadas que reproduzcan mejor los significados de la lengua inglesa, pero el sentido de atreverme proponer una versión más es reflejar un tajo de la naranja, no la redondez de la fruta. Traduzco no una abstracción de lo que Larkin escribe, sino la concretización que ocurrió dentro de mí cuando un amigo me mostró estos versos por primera vez. Es para mí un poema inmediato, de lenguaje llano, que en mi oído adquirió una rara solemnidad, acaso por el tema. Y es un poema que comienza en lo concreto y acaba disolviéndose en el aire; no encuentro mayor fuerza en un final, sin estruendos, un violín que no se apaga, que se diluye en la sala. El conjunto de las apreciaciones, quizá, nos acerque a la abstracción.