En el marco de la temporada electoral en México, me viene a la memoria un evento: era el año 2006 y la primera ocasión en que Andrés Manuel López Obrador competía en las elecciones presidenciales como candidato del PRD, del PT y demás (en “La coalición por el bien de todos”). En ese año yo todavía no tenía la edad necesaria para votar, pero en mi casa, representada por la opinión política de mi mamá, lo que abiertamente imperaba era un ánimo lopezobradorista. Siempre cuento la anécdota entre mis amigos de la vez que fui arrastrada a una de sus presentaciones masivas en el zócalo de Coyoacán. Entre esas exacerbadas demostraciones de apoyo y amor por el candidato mesiánico, en la muchedumbre yo destacaba dos puntos, que en ese momento fueron forjados en mí, sobre la idea de la representación social: 1) Dentro de los torpes y desquiciados atropellamientos que han significado todo lo que ha dicho AMLO a través de los años, lo que rescataba era la urgencia con que decía que todos los jóvenes del país deberían estudiar, y que deberían tener un lugar digno donde hacerlo. Lo que hicieran de ahí en adelante ya era su problema; 2) La segunda era la visibilización que había significado su papel como jefe de gobierno de la Ciudad de México para con la gente pobre de la tercera edad. Gente que en el panorama-mercado contemporáneo apenas si tiene un lugar, si no es dentro de ese fastidioso discurso del mantenerse joven y seguir haciendo lo que se ama. Esas dos cosas parecían importantes de reconocer en público.
Todos los días se alimenta por sí misma la idea de que cada vez que me levanto despiertan conmigo los millones; que hay personas hasta debajo de las piedras (y entre las piedras). En este punto de la evolución humana me sigo preguntando por qué no funcionamos conscientemente como un cuerpo colectivo que reconozca sus simbiosis y nos dejamos de humanismos baratos.
En las instituciones privadas de educación básica y media superior (sin importar el contexto del alumno) poco o más bien nada se enseña sobre las complejidades políticas del mundo y mucho menos se fomenta la conciencia de clase. El vomitivo imperativo es: Consigue el éxito no importa por qué o sobre de qué. ¿Recuerdan los primeros meses en que entró UBER a México y algunos gremios de trabajadores del transporte público quisieron detenerlo? Pues a cierta gente yo la vi muy activa defendiendo sus intereses y comodidades tras el hashtag #UberSeQueda. Bueno, la clase alta de la Ciudad está preocupada por asuntos como ése, y también en cierta medida por los derechos civiles de los homosexuales. Aunque también creen fervientemente en lo determinante del esfuerzo, en los títulos universitarios, los reconocimientos, los alumnos genio, ¡el poder de la Ciencia! ¡ay!, los diplomas, asegurar el futuro, los intercambios y el número de egresados que puedan llegar a instituciones o empresas extranjeras: todo eso se paga solo, el prestigio siempre regresa en formas capitalizables.
Hay escuelas de educación básica privadas que basan su existencia en esos convenios, ya que, en un porcentaje considerable, alimentan universidades como la Anáhuac, La Iberoamericana, el ITAM, etc. El ITAM, para quien no lo sepa, cobra una colegiatura de alrededor de 60,000 pesos el semestre (sin beca), cuota que va aumentando conforme uno avanza de semestre en semestre. ¿Cómo se ve eso de accesible en contraste con el salario mínimo en México? En fin…
Bueno, pero en concreto el evento es el siguiente: cuando yo tenía 13 años fui a la fiesta de una amiga. Iba a ser su cumpleaños y saliendo de la escuela fuimos a su casa a cambiarnos el uniforme escolar. De entre las cosas que podíamos platicar surgió el hipotético tema: ¿por quién votarías tú? Yo dije que si pudiera votar lo haría por AMLO. Mejor hubiera mantenido la boca cerrada.
En ese entonces una de las ideas que tenía a todos aterrados (ahora es lo de la homologación venezolana) es que AMLO había declarado que iba a haber una repartición equitativa de los bienes una vez que él fuera presidente, quien tuviera más, pues les iba a dar a quien tuviera menos y cosas así. Muchos lo interpretaron como la práctica comunista de convertir edificios habitación privados en edificios comunales.
-No seas pendeja, ¿qué no te da miedo que metan a un montón de pobres a tu casa?
No. Tal vez no tenía miedo porque tenía menos qué perder. Mi amiga tenía sus motivos para temer, ligados a que su casa era un 400% más grande que la mía: con jardín para fiestas y cuarto de servicio. “Ha de ser algo biológico”, pensé, ¿cómo culparla? Así, todos estos recuerdos vinieron a mí porque hace un tiempo un conocido publicó un artículo titulado “Morena: votos, votos y más votos”.
Si no fuera un ensayo de opinión (o lo que sea que es) tan malo, tan plano, tan falto de ideas, tan de a destajo, tan que pertenece a la repetición, me atrevería a poner en duda lo que en este momento ya todos sabemos: AMLO es un marcador de clase. Puedes sumarte a la tendencia de la inviabilidad del proyecto político sin explicar por qué no es viable (por cierto, ya seriamente, ¿qué hace a algo viable o no viable?), pero definitivamente no se puede ser politólogo del ITAM, egresado del Colegio Nuevo Continente y pertenecer a “los convencidos” por AMLO.
Pero como tampoco es el objetivo principal de esta entrega exhibir a los obvios, me gustaría llevar esa cerrazón e higiene a un nivel distinto, a uno epistemo-ontológico ayudada de la ciencia ficción más compleja, la más contaminada, de verdad que ya es un vertedero. Llevarla hacia lo que Reza Negarestani, filósofo iraní, conceptualizara como la esquizotragedia de los sistemas cerrados para atraer el afuera.
Ciclonopedia. Complicidad con materiales anónimos (2008) ha representado (así me lo parece) algo refrescante para el mundo de la filosofía, la narrativa, la teoría y la ciencia ficción por igual. El pensamiento de Negarestani está anidado en el materialismo racional, el materialismo especulativo, el realismo especulativo y de manera más amplia parece adscribirse a la filosofía orientada a los objetos, corrientes finiseculares que no han pasado por el mundo sin sus necesarias críticas, pero de las cuales se rescata la humildad ontológica con la que sus modelos buscan pensar los objetos (unitarios) y reales que componen el cosmos. Con menos culpa, con menos trauma, una multiplicidad de metodologías son empleadas por Negarestani para explicar la inespecífica zona que representa el Medio Oriente como una entidad sintiente y viva.
En español, la editorial que publica la Ciclonopedia es Materia Oscura, y a pesar de varios descuidos en la edición, hay que agradecerle todo el esfuerzo que ha de haber representado la edición de este texto. Si su lectura es algo pesadillesca por su propia complejidad orgánica, el traducirlo y editarlo es un trabajo de reconocerse. Gracias. Ahora, la crítica yo la pongo en su etiquetación y en el comentario que se incluye en la contraportada que no tiene nada que ver con el libro: “la locura de este libro es rigurosa”, “una mezcla de filosofía y delirio”.
Antes de pasar a sus contenidos, para desmontar esta percepción de locura creo que es necesario hacer un repaso por los puntos clave de la teoría filosófica de Reza, al mismo tiempo que hacer presentes sus antecedentes como pensador perteneciente a la CCRU:
La narrativa hipersticional de la CCRU es heredera de una práctica de citación estratégica utilizada por H.P. Lovecraft, August Derleth y autores posteriores de la weird fiction. El término Mitos de Cthulhu hace referencia a un conjunto de obras inaugurado por Lovecraft y Derleth, las cuales comparten un sistema mítico de horrores cósmicos, libros prohibidos y cultos secretos.” (Morales)
En 2014 y 2015, respectivamente, Negarestani dictó dos conferencias: “Frontiers Manipulation” y “It Is Only What It Does: Selves, Agents, and Artifacts”. En la primera habla sobre epistemología de la materia apoyado en la teoría de sistemas para derivar en una aproximación que se lee como filosofía de la ingeniería. La materialidad es algún tipo de organización que conlleva una jerarquización, la cual tiene su propia complejidad y registros, que no responde a la física propiamente dicha. Pues esta física nos habla de óptimos, los fenómenos acontecen porque es la manera más óptima de realizarse: pero para los sistemas no es lo mismo, la vida no es efectiva u óptima de ninguna manera. La sistematicidad de los sistemas no puede responder a ninguna rigidez o arquitectura intrínseca al sistema. La manera de enterarse o detectar un sistema depende del comportamiento y las funciones integradas, una indetectabilidad que depende de la manipulación. Y aquí es donde llegamos a algo importante para Reza: para poder conocer hay que construir: “To understand the system you have to manipulate it”. Las ingenierías son proyectos éticos. Know your-self. Material self. “Constructibility becomes isomorphic to understanding”. Como ‘describir’ y ‘explicar’ no son lo mismo, para hacer lo segundo hay que intervenir, y los proyectos éticos-ingenieriles se arman de dispositivos de manipulación, herramientas de la intervención que se convierten en hipótesis vivientes que no guardan ninguna verdad permanente y permiten errores. Los sistemas, en sus distintos niveles (macro, micro, superficie, nivel atómico), siguen integrados y siguen funcionando.
En la segunda de las conferencias mencionadas, Reza aborda el problema de la inteligencia: ¿Qué se necesita para darse cuenta de lo sapiens? En esta ocasión parte del geist hegeliano que resulta necesario porque presenta un mapa de la inteligencia. Algunos puntos que menciona son: 1) la libertad de hacer algo; 2) formarse un concepto de sí mismo; y 3) transformación. Para Reza “To be sapient is to be an artifact that realices that it is sapient”. El concepto de general intelligence no tiene que ver con un realizador especial o con un algoritmo especial sino con su reconocimiento, su salida de la fábrica social de la inteligencia y de su integración. “Intelligence can be distinguished by its increasing capacity for purposive action under intelligibility of its own structure”. Esto quiere decir que podemos advertir inteligencias en varias cosas y en varios niveles y que estas inteligencias se han reconocido a sí mismas como tales.
Uno de los ejemplos desde donde la Ciclonopedia construye sus explicaciones de la política de Medio Oriente es desde lo “Antiguo Sin Tradición”, de geometrías de Oriente Medio, de Matemática mesopotámica y los símbolos y preceptos del zoroastrismo, la cultura de la guerra asiria, así como desde el conocimiento apócrifo de Hamid Parsani y su libro Desfigurando la antigua Persia. Pero también regresa al materialismo presocrático de las sustancias.
El petróleo, la guerra, el polvo del desierto, las máquinas perforadoras, el yihadismo, todo hace una narrativa coherente si pensamos que cada una de estas entidades es una entidad autónoma que sobrepone sus intereses vitales y sistémicos uno sobre el otro. Voluntades que están fuera del mundo humano y que toman a la Tierra como un instrumento para derrocar la tiranía del Sol. Colocado no sólo como el centro de nuestro mundo, sino como el controlador del vitalismo, otras entidades en su manejo de la tierra se sobreponen a su control sobre la vida:
El mito del Vitalismo no ha cambiado desde la Edad Oscura, la tierra antropomórfica como centro del mundo simplemente ha sido sustituida con ingenio por un Heliocentrismo neo-ptolemaico. “El Sol en el centro de nuestro mundo” es la consecuencia de nuestra sumisión al Capitalismo Solar. Y, sin embargo, esa sumisión es el precio que hay que pagar por creer que el Capitalismo Solar es la garantía del vitalismo eterno. (326)
El cadáver negro del sol, epíteto del petróleo en las mitologías antiguas, aparece por demás relevante en el modelo de Reza:
… el proceso tecnocapitalista de desertificación en la Guerra contra el Terror como el ethos radical monoteísta que lleva hacia el desierto convergen en el crudo como objeto de producción, pivote del terror, combustible, lubricante político-económico y entidad cuya vida está directamente imbricada en la tierra. Mientras que para el tecnocapitalismo occidental el desierto produce la crudificación de las máquinas de guerra y el hiperconsumo propio de un capitalismo dirigido a la singularidad, para la yihad el crudo es catalizador que acelera la llegada del Reino (el desierto). Así para la yihad, el desierto se encuentra al final de un oleoducto. (63)
Es decir, que las dos facciones que conocemos como yihad y los países miembros de la Guerra contra el Terror (dígase EE.UU.) se unen por la “voluntad” monoteísta de la devastación, no son, en otro nivel, dos fuerzas ideológicamente encontradas, sino que se suman a través de la petropolítica para devastarlo todo controlados por la entidad de la guerra, ya que no sólo el petróleo deriva combustibles que mueven todas las máquinas de guerra, sino porque cada perforación y proyecto de minería de extracción del crudo viene acompañado de una corporación y de un ejército.
El monoteísmo en su encarnación final es una llamada al Desierto; es la morada monopolística de lo Divino, el cual a la postre exige que todo sea arrasado para cumplir con su omnipresencia y su unidad. Es por eso que para los yihadistas radicales, el desierto es un campo de batalla ideal: desertficar la tierra es convertirla en un espacio listo para la modificación, en el nombre del monopolio de lo Divino y en oposición a los ídolos terrestres. En la línea de los yihadistas wahabitas y talibanes –para quienes cualquier cosa erecta, cualquier verticalidad, es un ídolo manifiesto–, el desierto, horizontalidad militante, es la tierra prometida de lo Divino. (62)
Por último, en este giro ontológico representado por la Ciclonopedia, él mismo está situado en una reubicación de lo exterior con respecto a lo interior. Cuando las perforadoras buscan penetrar hasta el subsuelo y extraer el petróleo, no es su propia dirección la que guía la acción, sino que, como anfitriones de una infección, son el medio por el que el agente xeno, ubicado en el núcleo, busca la salida al último escenario, al del último monoteísmo. El petróleo es alienígena cuando consideramos sus orígenes primordiales, no su descenso al centro de la Tierra. A este proceso, al “proceso de degeneración de un cuerpo sólido mediante la corrupción de sus superficies se le llama exterración”. (104)
En el sistema vivo de la casa de mi amiga adolescente asistimos a un ejemplo de prácticas políticas sanitarias y de salud excesiva de cerrazón y de procuración contra las infecciones. Para Reza Negarestani el terror de atraer el exterior es que la propia estructura humana pueda ser sobrepasada y quebrada en varias partes al no coincidir la inmensidad con el cuerpo anfitrión:
Aperturismo y exterración, AMLO, el Islam, la religión del Apocalipsis.
Imagen tomada de Sputnik News