Fotografía: Instrumentos y aplicaciones, por Brenda Álvarez
“Siempre están ahí, aunque no existan, aunque ya no estén, aunque todavía no estén”
-Jacques Derrida, Espectros de Marx
“Creímos que lo estábamos inventando, pero todo el tiempo los Nma nos estaban diciendo qué escribir”
-Echidna Stillwell en correspondencia con Peter Vysparov, 28 de mayo de 1949
La Unidad de Investigaciones sobre Cultura Cibernética (CCRU) estuvo activa como parte del departamento de filosofía de la Universidad de Warwick, Inglaterra, desde 1995 hasta cerca del 2003. A partir del ‘97, la CCRU publicó en el sitio ccru.net una serie de escritos anónimos y pseudónimos que combinaban la ciencia ficción y la reflexión filosófica en un género que ha sido llamado “teoría-ficción”. Algunos miembros del colectivo son Nick Land, Anna Greenspan, Mark Fisher, Reza Negarestani y Luciana Parisi. Además de sus escritos, la CCRU colaboró con artistas tales como kode9 y 0[rphan]d[rift>] en una serie de presentaciones multimedia, performances y producciones musicales. Debido a complicaciones institucionales, la CCRU dejó de existir oficialmente en 1998, por lo que el proyecto tuvo que continuar de forma no oficial hasta 2003. A partir de 2004, los autores se trasladaron al blog Hyperstition, a partir de cuyas entradas se construyó el libro Cyclonopedia de Negarestani.
Pero ésta no es la historia que la CCRU cuenta de sí misma. Los textos que conforman la sección “id(entity)” de ccru.net se refieren a la unidad de investigación por el nombre Ccru (pronunciado “Cu-cru”) y la describen como “habitante de la cripta” y “abominación politentacular”. Según el texto “Communique 1”, la fundación de la CCRU en 1995 fue el despertar de Ccru, quien se creó a sí misma desde el futuro; la Universidad de Warwick no fue más que un hábitat temporal. Otro texto, “Who’s Pulling Your Strings?”, presenta el testimonio de una mujer que afirma haber sido una marioneta humana utilizada por Ccru para asesinar a Bill Gates (quien fue reemplazado por un doble): la unidad es una fachada para una conspiración satánica para apoderarse del ciberespacio. Así, la CCRU se auto-inserta como personaje en un universo narrativo.
¿Pero qué tipo de universo es el de la CCRU? Los escritos no nos llevan a mundos fantásticos, ni nos pintan una historia alternativa de nuestra realidad. A primera vista, textos como “Lemurian Time-War”, “Miskatonic Virtual University” o “Barker Speaks” parecieran ser ensayos o reportajes no-ficcionales. En ellos, académicos inexistentes presentan teorías excéntricas, no más falsificables que los Illuminati u otras ficciones aceptadas por un número sorprendente de personas. A través de las especulaciones de múltiples personajes fraudulentos, el universo narrativo de Ccru invade la realidad como una niebla, distorsionando y oscureciendo nuestro entendimiento del mundo. Se trata de una niebla espesa, aceitosa, nacida en las entrañas de la tierra, que se abre paso por las grietas de la corteza hasta romper la superficie e invadir la atmósfera. Tóxica, alucinógena, la niebla es un ser pensante radicalmente ajeno que alberga en su interior microbios narrativos que infectan al lector y distorsionan su realidad, llenando el mundo “real” de conspiraciones interestelares, insurgencias submarinas, psicodelia neuro-electrónica, espíritus milenarios y abominaciones geocósmicas.
Los escritos de Ccru son máquinas excavadoras para abrirle paso a la niebla; su principal mecanismo es la hiperstición, unión de los términos hype y superstición, proceso por el que las ficciones adquieren realidad propia. La movilización del hype entendido como “una incredulidad positiva, diseñada para desprogramar ideologías y potenciar mutaciones” (40) hace que las ficciones adquieran una capacidad de efectuar cambios en el mundo “real”, se crea o no en ellas. En este marco, realidad y ficción no son opuestas, “en su lugar, la realidad se entiende como compuesta por ficciones –terrenos semióticos consistentes que condicionan las respuestas perceptuales, afectivas y conductuales”. (25) Ccru explota los mecanismos de la hiperstición para construir nuevos terrenos semióticos que desmantelen estructuras sociales hegemónicas mediante la “producción experimental de cuerpos colectivos”. (8)
El presente texto nos propone acercarnos a Ccru desde la perspectiva de la fantología inaugurada por Jacques Derrida, pues la complejidad temporal de la hiperstición y su rol desestabilizador son características importantes de los fantasmas derrideanos. Las hipersticiones movilizan presencias fantasmales para resistir las narrativas hegemónicas de la realidad. Varios recursos narrativos de la escritura hipersticional se derivan de una práctica de citación estratégica característica de H.P. Lovecraft y los autores de los Mitos de Cthulhu, a quienes la CCRU recupera de forma crítica.
En su libro de 1993, Espectros de Marx, Derrida reflexiona sobre la permanencia del espíritu marxista tras el fin de la Guerra Fría. En oposición al “fin de la historia” planteado por Fukuyama, el filósofo francés analiza la obra de Karl Marx a partir de la figura del fantasma: una presencia ausente que disloca las estructuras temporales y desestabiliza el binario carne/espíritu. El fantasma se hace presente y produce efectos en el mundo a pesar de no tener existencia positiva e identificable, por lo que su clasificación ontológica es indecidible. En lugar de una ontología, Derrida propone una fantología de estas presencias espectrales. Desde esta perspectiva, la realidad material está bajo constante asedio por lo virtual: restos persistentes del pasado, anunciaciones proféticas del futuro y visiones irreales del presente perturban constantemente el flujo lineal del tiempo.
Tras la caída del “socialismo realmente existente”, el capitalismo se ha esforzado en conjurar, hacer desaparecer, al espectro comunista mediante propaganda como el ya mencionado concepto del “fin de la historia”. Esta tensión entre las supuestas realidades ontológicas y las irrupciones fantológicas significa que encontrarse con un fantasma conlleva una promesa de justicia para con el mismo. Sin embargo, como explica Ernesto Laclau en su reseña de Derrida, se trata de una justicia por venir cuya forma específica es indecidible: el fantasma nos obliga a tomar una decisión, pero no nos dice qué hacer. Debido a esto, no es posible derivar una postura ética o política única de la fantología; los fantasmas acarrean consigo una multiplicidad de posibles compromisos, con o contra ellos.
Esta tensión entre lo ontológico y lo fantológico es central al proyecto hipersticional de la CCRU, tanto en contenido como en forma. En el ensayo “Lemurian Time War”, los autores reportan un descubrimiento llevado a su atención por un tal William Kaye: el escritor William S. Burroughs estaba al tanto de una guerra secreta entre la misteriosa Orden Arquitectónica del Escatón (AOE, por sus siglas en inglés), con origen en la Atlantida, y las culturas olvidadas del continente de Lemuria. [Aquí es conveniente recordar que la palabra lémur viene del latín lemures, que significa fantasma.] La CCRU llama a este conflicto “la Guerra Lemúrica del Tiempo”, pues la Orden intenta imponer un tiempo lineal aplastando las influencias de los lémures, que se caracterizan por sus “hechicerías temporales, tráficos demoníacos y espirales confusas de tiempo sin fin”. (56) Del mismo modo en que el capitalismo “triunfante” conjura el fantasma del comunismo para posicionarse como la única realidad posible, la misión última de la Orden es asegurarse de que Lemuria “no existe, ha existido ni existirá”. (67) Sin embargo, exorcisar al fantasma es también perpetuar su presencia: a pesar de los esfuerzos de la AOE, los lémures continúan su existencia espectral en las tradiciones de las tribus Nma del sudeste asiático y en las tecno-hechicerías de las subculturas cibergóticas conocidas como K-Goths.
La niebla narrativa de la Guerra Lemúrica del Tiempo alberga presencias fantasmales que distribuyen viralmente un sistema de especulación filosófica de herencia deleuze-guattariana. Para este fin, la CCRU abandona la atribución personal de autoría y en su lugar opta por “un experimento continuo de colectividad, producción colectiva, anonimidad y máscaras”. (8) Los textos se distribuyen de forma anónima bajo el nombre colectivo de la CCRU, y los conceptos presentados en ellos no se atribuyen a ninguno de los miembros de la unidad, sino a una variedad de personajes, llamados carriers, que son tratados como sujetos históricos reales. Dichos carriers escriben y descubren múltiples textos ficcionales, pseudobiblia, que son presentados al lector mediante citas y alusiones ocasionales. Los autores se evaporan en los carriers, cuyas ideas se condensan en los pseudobiblia. Devenir anónimo es devenir niebla.
La niebla nos oscurece la visión y trae imágenes anacrónicas. Los fantasmas de Ccru rompen con el flujo lineal del tiempo gracias a una maniobra narrativa que llamaré implantación retrocronal, que se define por la inserción fraudulenta de entidades ficcionales en la continuidad histórica “real”. Esta maniobra invierte la relación temporal entre los escritos y las fuentes que los inspiran, incrementando la verosimilitud de los textos y las ideas presentadas en ellos. Para explorar líneas de investigación más allá de lo permisible por los procesos de autoría tradicionales, los carriers y pseudobiblia se implantan en puntos espaciotemporales donde tenga sentido que se haya generado la información a transmitir: así, Ccru instala carriers en el pasado remoto para crear una tradición a “recuperar”, en el pasado cercano para llenar “agujeros” en los antecedentes teóricos, y en el futuro inmediato para proyectar especulaciones tecnológicas. La realidad se ve infestada por entidades ficcionales.
Un carrier no es un pseudónimo, sino un constructo narrativo que funciona en parte como personaje en una trama y en parte como transmisor indirecto de conceptos teóricos. La CCRU funciona como carrier que “estudia” y “divulga” información de y sobre los carriers, que pueden ser tanto personales como colectivos. Los carriers de la CCRU pertenecen a distintas épocas, disciplinas y afiliaciones, creando un ecosistema teórico-ficcional en lugar de una “corriente” ideológica específica. Podemos separarlos en siete grupos según afinidad temática: los académicos del Cthuhlhu Club, la Orden Arquitectónica del Escatón, las insurgencias de Atlantis Negra, los “científicos locos” de la Universidad Virtual de Miskatonic, las subculturas urbanas como los misteriosos K-Goths, los grupos étnicos de los Nma y los Tzikviks, y la CCRU misma.
La narrativa hipersticional de la CCRU es heredera de una práctica de citación estratégica utilizada por H.P. Lovecraft, August Derleth y autores posteriores de la weird fiction. El término Mitos de Cthulhu hace referencia a un conjunto de obras inaugurado por Lovecraft y Derleth, las cuales comparten un sistema mítico de horrores cósmicos, libros prohibidos y cultos secretos. Las obras pertenecientes a los Mitos se caracterizan por una cosmovisión en la que los seres humanos están a la merced de seres incomprensibles que son, como el universo mismo, profundamente indiferentes a la existencia humana. De acuerdo con S.T. Joshi, los Mitos de Cthulhu no son los cuentos mismos, ni la filosofía de sus autores, sino el conjunto de recursos narrativos utilizados para comunicar dicha filosofía. (205) Aquí cabe señalar que el mismo Lovecraft no gustaba del término “Mitos de Cthulhu”, inventado por Derleth, y en su lugar se refería al marco mítico de sus historias como “Yog-Sothothería”. Esta diferencia terminológica es importante pues recalca que el aparato ficcional de los mitos no es un cuerpo de conocimiento específico, sino una práctica escritural, una suerte de hechicería literaria.
El fantasma futuro de Ccru ya acechaba en la Yog-Sothtothería de Lovecraft. A grandes rasgos, los recursos identificados por Joshi son: “a) ‘dioses’ inventados y los cultos y adoradores que crecen alrededor de ellos, b) una creciente biblioteca de libros prohibidos y saber oculto, y c) una topografía ficticia de Nueva Inglaterra”. (205) Estos tres recursos narrativos son retomados por la CCRU en forma de a) el Pandemonio y las culturas lemúricas y neolemúricas, b) el conjunto de carriers y sus pseudobiblia, y c) los continentes perdidos de Atlantis, Mu y Lemuria. La finalidad de estos panteones, bibliotecas y topografías ficcionales es posicionar a los textos en un espacio fantasmal entre la realidad y la ficción.
La ambigüedad del estatus ficcional en la weird fiction lovecraftiana y el proyecto de la CCRU se logra mediante lo que Leif Sorensen llama “el efecto archivo”. En su ensayo “A Weird Modernist Archive”, Sorensen explica que los autores que publicaban en la revista Weird Tales, entre ellos Lovecraft, hacían uso de una práctica de citación estratégica para construir un archivo compartido (el conjunto de las entregas de Weird Tales) que a su vez remite a otro archivo constituido por alusiones compartidas a pseudobiblia. Este archivo pseudobibliográfico no es un conjunto de textos completos, sino una red fantasmal de títulos sin contenido, fragmentos sin contexto y autores sin biografía que sugieren la existencia de un universo desconocido de conocimientos esotéricos. Al estar compuesto por fragmentos sugerentes en lugar de textos reales, el archivo pseudobibliográfico tiende a crecer de forma póstuma: los pseudobiblia se vuelven reales gradualmente conforme nuevos autores los retoman y elaboran nuevas referencias, en un proceso muy similar al de la hiperstición. Gracias a este proceso, la weird fiction adquiere lo que Lovecraft llamaba “verosimilitud maligna”, la capacidad de engañar al lector lo suficiente para que crea reales los horrores descritos. El ejemplo paradigmático del efecto archivo es el famoso árabe loco Abdul Alhazred, el proto-carrier autor del infame Al Azif o Necronomicón.
La verosimilitud maligna era de gran importancia para la poética de Lovecraft: “Mi propia regla es que ninguna historia weird puede producir verdadero terror a menos que se diseñe con todo el cuidado y la verosimilitud de un fraude”. (251) Esta idea del fraude como herramienta para producir terror es también central al proceso hipersticional. En una entrada del blog Hyperstition, Nick Land explica que la función de un carrier oscila entre dos extremos: por un lado, se trata de una ficción que produce “un rango de efectos ‘tipo-fraude’ […] en el otro extremo, propuesto aquí como una norma, se trata de unidades de relativización sistémica que funcionan para precipitar agendas excéntricas”. Ambos extremos no son opuestos: los efectos fraudulentos del carrier alimentan la credibilidad de las agendas que transmite, la cual permanece aún después de que el fraude es desmentido.
Donde los autores de los Mitos de Cthulhu se limitaban al cuento (y en ocasiones la poesía), la CCRU recurre a múltiples géneros literarios para maximizar la verosimilitud maligna. Los escritos de la CCRU incluyen ensayo, fábula, reportaje, poesía mística, entre otros tipos de texto. Recurrir a géneros tradicionalmente no-ficcionales otorga mayor credibilidad a las ideas presentadas por el texto..
La CCRU lleva el efecto archivo de la weird fiction todavía más lejos que Lovecraft y sus sucesores, pues no solamente construye una red de referencias intertextuales a libros y autores ficticios, sino que además siembra semillas fantasmales de nuevas áreas de conocimiento. En palabras de Land, “la función principal de un carrier hipersticional es pensar lo que ningún ego natural puede”. Las referencias fantasmales a las teorías de Daniel Barker o los estudios etnográficos de Echidna Stillwell adquieren credibilidad y efectividad al establecer conexiones con campos de conocimientos más validados, como la ciencia, las matemáticas y las tradiciones místicas. Para cada campo o tradición relevante existen disciplinas especulativas validadas mediante la implantación retrocronal de carriers que las describan.
La hiperstición de la CCRU no solamente actualiza el sistema lovecraftiano, sino que lo resignifica desde una postura crítica. Los fragmentos epistolares que conforman el texto “Cthulhu Club Origins” nos explican que la antropóloga Echidna Stillwell intentó contactar a Lovecraft, su contemporáneo, para hablar sobre las tribus Nma. Sin embargo, la perspectiva anglocéntrica del escritor de Providence estaba profundamente distorsionada por prejuicios racistas y coloniales, por lo que Stillwell se aleja de él y contacta en su lugar al capitán Peter Vysparov y compañía, fundando así el Cthulhu Club. De este modo, la CCRU se distancia de Lovecraft y lleva su proyecto hipersticional a nuevos rumbos.
Así como la fantología derrideana introduce una multiplicidad de posibles posturas ético-políticas, los autores de la CCRU consideran que la hiperstición es “metódicamente inseparable de una ‘polytica’ [polytics] o promoción de la multiplicidad”. En lugar de proponer un conjunto de entidades ficcionales con una postura política coherente y unificada, los textos producen un entorno narrativo polívoco habitado por múltiples posiciones de enunciación política: la realidad monolítica de la AOE encuentra resistencia desde diversos frentes como las insurgencias de Atlantis Negra, las hechicerías de los descendientes de las tribus Nma, la psicodelia tecnológica de los K-Goths y la conspiración “satánica” de Ccru.
En resumen, el proyecto hipersticional de la CCRU moviliza presencias espectrales mediante la implantación retrocronal de carriers y pseudobiblia para promover una polytica contracultural que desmantele estructuras hegemónicas de pensamiento. El efecto archivo producido por las referencias a entidades ficcionales permite introducir conceptos especulativos que inviten a futuros escritores a explorar nuevas líneas de investigación. Esta producción fantasmal requiere un abandono de la atribución personal de autoría: el autor debe volverse fantasma, sumergirse en la multiplicidad para abrir canales de comunicación con aquello que no es real pero podría serlo. Donde las obras de Lovecraft y compañía perpetúan perspectivas anglocéntricas profundamente problemáticas, la CCRU critica fuertemente los sistemas de dominación coloniales y capitalistas. En lugar de criticar desde una postura específica, el proyecto hipersticional promueve una multiplicidad de posturas de resistencia. Esta resistencia no consiste en exorcizar las fuerzas fantasmales que acechan el mundo, sino en aprender a comulgar con ellas, abrirles paso y hacerles justicia para agrietar el monolito de la “realidad” cotidiana. Llamar a la niebla.
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