“Estoy convencida de que siempre que como o bebo algo… me sucede algo interesante” (Carroll 44) reflexiona Alicia cuando encuentra un pequeño botellín al lado de una ventana en casa del Conejo Blanco. Ignorando el encargo de buscar un abanico y guantes en su casa, Alicia decide satisfacer su curiosidad y beber del recipiente: “voy a ver qué efecto me va a causar este brebaje. ¡Ojalá me haga crecer de nuevo, pues ya estoy bastante harta de ser una personilla tan diminuta!” (44). Esta inferencia parece ser la más lógica en un lugar donde todo aparenta desafiar el sentido común. Alicia pronto nota que en el País de las Maravillas los humanos hacen recados para animales y reciben órdenes de alimentos como pastelitos y botellas que, además, producen cambios en el cuerpo de la persona que los ingiere.
En uno de los episodios más conocidos de la obra, Alicia descubre “un pequeño frasquito […] que alrededor de su cuello tenía colgado un cartelito de papel en el que se leía la palabra ‘BÉBEME’ hermosamente escrita en grandes caracteres” (17-18) y, posteriormente, dentro de una cajita de cristal, “un diminuto pastelillo sobre el que se leía ‘CÓMEME’ hermosamente escrito con letras de grosella” (20). La aparición de estos alimentos coincide con el deseo de Alicia de tener la talla adecuada para ingresar al jardín que se esconde detrás de una de las puertas que rodean al vestíbulo en el fondo de la madriguera del Conejo. Su apetencia por explorar el jardín –y satisfacer su ardiente curiosidad– es lo que en un primer lugar conduce a Alicia a aceptar los alimentos presentados por el País de las Maravillas y, por consiguiente, las reglas de este. Sin embargo, existe un inconveniente: durante gran parte de su recorrido, Alicia no logra dar la talla para navegar las situaciones que se le presentan.
En el transcurso de su estancia en el País de las Maravillas, los constantes cambios de estatura reflejan a su vez los frustrantes cambios de humor y de rol en las interacciones de Alicia con los diferentes personajes. Estas transformaciones son provocadas por la ingesta de alimentos, como se sugiere al final del capítulo cuatro, “El Conejo envía un Pepito”. Después de trazar un plan para recobrar su propia estatura y encontrar la manera de entrar en el jardín, Alicia deduce que para lograrlo tendrá que comer o beber una cosa u otra. A pesar de llegar a una conjetura razonable, en tanto a lo racional de la situación, queda un gran misterio: ¿comer qué? Tal y como lo hizo a través de las botellas y los pasteles, el País de las Maravillas parece responder la pregunta de Alicia al poner en su camino a una Oruga y una gran seta.
Comer y beber, entonces, son actos centrales y reveladores en la narrativa de Lewis Carroll. La comida desencadena la progresión de la trama: son los eventos alimentarios en Alicia en el País de las Maravillas los que conducen a la protagonista a través de los diversos encuentros con otros personajes y la ayudan a, finalmente, ingresar al jardín. Asimismo, la experiencia de Alicia con los alimentos la lleva a sospechar de su consumo y a sentirse intranquila después de ingerirlos. Las ansiedades que experimenta Alicia respecto de la comida son también las ansiedades de su época. Es por ello que sugiero que, al estudiar los eventos alimentarios de la obra, se puede notar el diálogo que Alicia en el País de las Maravillas sostiene con otros textos –por ejemplo, manuales de conducta para niñas– y, con ello, develar las preocupaciones, ideas y creencias acerca de la infancia, feminidad y apetitos de su época. De esta forma, el alimento que se le presenta a Alicia en el País de las Maravillas no solo responde la pregunta ¿qué comer?, sino que también sugiere a sus lectoras y lectores una forma correcta de hacerlo, reafirmando con esto la idea victoriana de una feminidad asociada con el autodominio y el control del apetito.
Lewis Carroll no fue el único autor que utilizó la representación de los alimentos como estrategia para transmitir una enseñanza a sus lectoras y lectores. Carolyn Daniel señala que las fantasías alimentarias son uno de los ingredientes principales de la literatura infantil, pues tradicionalmente se ha creído que niñas y niños tienen mayor aprecio o interés por la comida (2). Por esta razón, los eventos alimentarios en libros infantiles resultan buenos recursos para socializar a las infancias. Daniel explica que la descripción de festines seduce a quien la lee: “through mimesis it ‘naturalizes’ the lesson being taught; and through the visceral pleasures (even jouissance) it produces, it ‘sweetens’ the discourse and encourages unreflexive acceptance of the moral thus delivered” (4). Las representaciones alimentarias pretenden enseñarle a su público infantil qué, cómo, dónde y con quién comer: “we must eat correctly in order to be human […] it is vital for children to learn what they can and cannot eat according to prevailing cultural rules” (Daniel 5). De esta forma, la literatura infantil y la representación de eventos alimentarios enseñan a niñas y niños a encarnar la cultura.
En Alicia en el País de las Maravillas se lleva a cabo un proceso similar: Alicia, la protagonista, tiene que aprender a comportarse como una niña victoriana de clase media; es decir, tiene que aprender a seguir y respetar las convenciones sociales. La forma en la que adquiere estos conocimientos es a través del recorrido por el País de las Maravillas. Esta aventura comienza a partir del deseo de entrar al jardín. Para poder lograrlo, Alicia debe de tener la estatura adecuada y solamente la obtiene a partir del control de sus apetencias. Lewis Carroll utiliza como estrategia la representación de eventos alimentarios para reafirmar la idea de autodisciplina en niñas y mujeres.
De acuerdo con lo anterior, propongo que la comida presentada en esta obra se puede clasificar en comida fantástica y comida real. La primera aparece durante la primera parte del recorrido de Alicia en el País de las Maravillas y tiene como función prepararla para ingresar al Jardín. La segunda, se presenta en eventos alimentarios que sirven para que Alicia reafirme su identidad como niña victoriana, lo cual le permite despertar de su curioso sueño.
Comida fantástica
Considero como comida fantástica aquellos alimentos cuyo consumo produce cambios en la estatura de Alicia y que se le presentarán antes de que logre entrar al jardín. Dentro de esta categoría se encuentran las botellas, los pastelillos y la seta que aparecen durante la primera parte del recorrido de Alicia en el País de las Maravillas. Otra característica que comparten estos alimentos, además de provocar cambios de estatura, es que en dos de tres ocasiones son brindados por otros personajes para tratar de ayudar a Alicia a recobrar cierto control sobre su cuerpo y, por consiguiente, sobre su humor e identidad. Por esta razón, sugiero que su función es la de enseñar a la protagonista a dominar su curiosidad y, consecuentemente, su apetito. Para demostrar este punto analizaré primero los eventos en los que aparecen las botellas y los pastelillos y después las escenas en donde Alicia come de la seta.
Cómeme, bébeme: de botellas y pastelillos.
La travesía de Alicia en el País de las Maravillas comienza con una caída: después de no resistir la tentación y perseguir al Conejo Blanco, Alicia desciende por su madriguera (12-13). Este inicio puede asociarse con la caída de Eva quien, al igual que la protagonista de Carroll, se deja llevar por su curiosidad y come del fruto prohibido. Helena Michie comenta que este motivo se encuentra en algunas novelas victorianas: “It is the mythic or metaphoric sub-texts of the novels, then, that woman act up their own hunger, reach for and periodically redefine the apple that is denied to them on realism’s apparently seamless surface, its apparently uncracked platter” (13). En el País de las Maravillas, la manzana de Eva se transforma en botellas y pastelillos que invitan a su comerlos y que, al igual que la fruta, su consumo representa la incapacidad de entrar al jardín[1].
No es sino hasta que Alicia aprende a dominar su curiosidad que se le permite entrar por fin al jardín. Como pronto descubre la protagonista, desobedecer y dejarse llevar por sus deseos puede tener consecuencias que pongan en riesgo su existencia. El segundo encuentro con la comida fantástica ha sido previamente referido al inicio de este trabajo: el Conejo Blanco le encarga a Alicia ir a buscar un abanico y guantes a su casa. Sin embargo, la protagonista ignora estas indicaciones y decide satisfacer su hambre de conocimiento. Su desobediencia termina por poner en riesgo su existencia, pues después de beber, crece tanto que casi pierde su cabeza al romperse el cuello con el techo de la casa (44). Tras reducir su estatura gracias a los pastelillos que le da el Conejo Blanco, Alicia repite su deseo de ingresar al jardín y, para hacerlo, deduce, tiene que comer algo que le permita tener la talla adecuada. Es ahí cuando se encuentra con la Oruga Azul.
Un lado de la seta
El primer encuentro que tienen la niña y la oruga es un tanto accidentado. La conversación de ambos personajes gira en torno al tema de identidad: “¿Quién eres tú?”, pregunta más de una vez la Oruga. Por más que intenta explicarlo, los cambios de estatura y la incapacidad de recordar las rimas y canciones le impiden a Alicia delimitar su identidad y enunciar quién es ella: “Mucho me temo, señor, que no sepa explicarme a mí misma […] pues no soy la que era […] no me acuerdo de las cosas de la misma manera que antes…, ¡y no pasan ni diez minutos sin que cambie de tamaño!” (55-57). El interés de la Oruga se centra en este último punto y le pregunta a Alicia si se siente satisfecha con su estatura actual, a lo cual Alicia responde que preferiría crecer un poco más. Como solución a este problema, la Oruga simplemente le dice: “un lado [de la seta] te hará crecer; el otro menguar” (63). Después de mordisquear primero un trocito de uno y luego del otro, Alicia logra recobrar su estatura habitual y continuar su viaje a través del País de las Maravillas.
Después de su conversación con la Oruga Azul, Alicia come la comida fantástica de forma mucho más mesurada: en lugar de terminarse por completo los alimentos, Alicia da pequeños mordiscos. Este dominio le permite tener mayor control sobre su estatura –lo cual representa obtener un mayor control sobre sí misma– y la auxilia en sus encuentros con personajes como el Sombrerero Loco y la Reina de Corazones.
Comida real
Entiendo como comida real aquellos alimentos cuyo consumo no produce ningún cambio físico en la protagonista y que se pueden ubicar fuera de la diégesis. Dentro de esta categoría se encuentran el té, la mantequilla y las tartas que aparecen en los capítulos “Una merienda de locos” y “¿Quién robó las tartas?”. Contrario a la comida fantástica, Alicia se limita solamente a observar esta comida sin consumirla. Considero que la función de estos alimentos es la de reafirmar la identidad de Alicia como niña victoriana, pues en ambos capítulos la protagonista demuestra tener mayor dominio de su apetito y de su humor. Para demostrar este punto, analizaré la fiesta de té y el juicio que prescinden el Rey y la Reina de Corazones sobre unas tartas robadas.
La fiesta de té
Después de recobrar su estatura habitual, Alicia deambula por un bosque hasta encontrarse con el Gato de Cheshire quien la guía hacia la Liebre de Marzo, no sin antes advertirle que todos los habitantes del País de las Maravillas están locos. Tan pronto como Alicia llega a la casa de la Liebre, se da cuenta de que los personajes están disfrutando de una merienda: “La Liebre de Marzo y el Sombrerero estaban tomando el té frente a la casa, en una mesa dispuesta bajo un árbol; sin cuidado alguno apoyaban sus codos sobre un lirón que dormía profundamente entre ellos y hablaban sin más por encima de su cabeza” (82). Como mencioné antes, sugiero que esta escena entabla un diálogo con los libros de modales de la época; por ejemplo, con el libro de reglas para niñas y niños de Whalley de 1701.
Este tipo de textos ayudaban a moldear las nociones de masculinidad y feminidad en relación con los alimentos que se les permitía comer a las infancias. Por ejemplo, se mencionaba que los niños podían comer carne, cebolla y especias; mientras que se invitaba a que las niñas comieran pescado y té. Además, en estos textos se podían encontrar normas que dictaban la conducta apropiada de las y los infantes en la mesa. A continuación, presento algunas de las reglas que niñas y niños debían de seguir:
Rule 1. Come not to the Table unwash’d or not com’d.
Rule 2. Sit not down till thou art bidden by thy Parents or Superiors.
Rule 9. Speak not at the Table; if thy Superiors be discoursing, meddle not with the matter.
Rule 21. Lean not thy Elbow on the Table, or on the back of thy chair. (Whalley en Daniel 41).
Al contrastar estas reglas con la descripción de la fiesta de té, se puede notar que los participantes de la merienda transgreden varias normas. Por ejemplo, el Sombrerero y la Liebre platican entre ellos y tienen una mala postura, rompiendo así las reglas 9 y 21 respectivamente; y, al sentarse sin ser invitada, Alicia rompe la segunda regla. Con ello, sugiero que la función de este episodio es enseñarle a las lectoras y lectores la forma en la que no se deben de comportar en un evento social como lo son las fiestas de té.
La actitud grosera y las transgresiones a lo que dictan los manuales de conducta hacen de la experiencia una verdadera pesadilla. Alicia se levanta de la mesa y reconoce que “¡Era la merienda más estúpida que he visto!” (94). Conforme se aleja de la fiesta de té, Alicia entra de nuevo al bosque donde encuentra una puerta que la lleva al vestíbulo inicial. Una vez ahí, se dice a sí misma “Esta vez haré las cosas un poco mejor” (94) y, tomando la llave dorada, comienza a mordisquear la seta hasta que por fin logra tener la estatura adecuada para entrar al jardín[2].
¿Quién robó las tartas?
Una vez en el jardín, Alicia conoce al Rey y a la Reina de Corazones, y al resto de su corte mientras se disponen a jugar un partido de croquet. Sin embargo, su diversión se ve interrumpida cuando comienza el juicio contra una Sota que es acusada de haberse robado las tartas de la Reina. Antes de revisar las evidencias y escuchar los testimonios, el Rey propone como castigo decapitar al acusado. Me parece que es posible trazar un paralelo entre esta escena y la escena en casa del Conejo Blanco en la que Alicia bebe de la botella y sufre las consecuencias de sus acciones. En ambos casos se castiga la incapacidad de controlar los apetitos. En ambos casos, la falta de mesura se puede castigar con la muerte: en el caso de Alicia con el peligro de romperse el cuello y en el de la Sota con la amenaza de decapitación.
El hambre de la Sota acusada puede relacionarse con el hambre que demostró Alicia al principio de su aventura. Sin embargo, este episodio funciona para demostrar que Alicia ha aprendido a controlar sus apetitos y ya no actúa con base en ellos. Al principio de la escena se menciona que “en el centro del mismo Tribunal se encontraba una mesa con una espléndida bandeja de tartas; tenían tan buen aspecto que Alicia, de solo verlas, se sintió muy hambrienta” (135). Sin embargo, esta vez, a diferencia de las anteriores, Alicia no hace nada para satisfacer su hambre. Este dominio de su apetencia la ayuda a testificar frente al Rey y señalar lo irracional del juicio. Mientras lo hace, Alicia recupera su tamaño normal y despierta del curioso sueño.
Los eventos alimentarios en los que aparece la comida real tienen una función didáctica. La fiesta de té muestra el caos que se puede crear al no seguir las reglas dictadas por los manuales de conducta y el juicio muestra que comer de forma no autorizada tiene consecuencias. Cuando Alicia aprende estas lecciones, puede abandonar el País de las Maravillas y retomar su vida como niña victoriana.
El interés por la comida que caracteriza a Alicia al principio de la historia, así como la representación de comida y los eventos alimentarios en el texto develan las ansiedades de la época victoriana entorno a la curiosidad y apetitos femeninos. Analizar la comida y sus descripciones en obras infantiles nos ayuda a mirar los textos canónicos bajo otra luz y descubrir en estas reflexiones la forma en la que se nos ha enseñado a relacionarnos con la comida: no solamente somos lo que comemos, sino también la forma en la que lo hacemos. En el caso Alicia en el País de las Maravillas, se propone que el consumo de alimentos sea con mesura reafirmando así la idea de la autodisciplina.
Referencias
Carroll, L. (2017). Alicia en el País de las Maravillas y Alicia a través del espejo. Editorial Alianza.
Daniel, C. (2006). Voracious Children: Who Eats Whom in Children’s Literature. Routledge.
Michie, H. (1987). The Flesh Made Word: Female Figures and Women’s Bodies. Oxford University Press.
[1] El uso del espacio del jardín podría interpretarse como símbolo del Jardín del Edén al que Eva no tiene permitido ingresar después de haber satisfecho su curiosidad y comido de la manzana. Lo mismo sucede con Alicia, quien después de comer y beber de la comida fantástica, no puede entrar al Jardín. Considero que esto refuerza la asociación entre la niña y Eva.
[2] Considero que en este momento se puede dar por concluido el mito de la caída, pues el ingreso de Alicia al jardín puede interpretarse como el dominio sobre la curiosidad y apetito de la niña.
Ilustración de Antoine Zimmermann