Trabajando se come y comiendo se vive. Apréndete mi sabiduría.
Juan Rulfo

Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno es considerado uno de los autores más importantes para la literatura latinoamericana. Desde la publicación de su obra, a mediados del siglo XX, su nombre: Juan Rulfo, ha quedado marcado como un referente de la innovación literaria. 

En la actualidad, si se menciona este nombre frente a una persona con una noción básica sobre literatura, esta probablemente lo asociará con su magnum opus: Pedro Páramo; si fuera frente a un literato, este podría hablar sobre cómo su obra revolucionó la literatura debido a su peculiar construcción narrativa, o sobre los espacios rurales retratados en su escritura. Tantos aspectos han sido estudiados que me resulta imposible enumerarlos. 

Juan Rulfo es un Autor consagrado, esto se puede afirmar con base en (1) el número de obras que se han vendido, en 1985, El País publicó una nota afirmando que ya circulaban alrededor de medio millón de copias de Pedro Páramo; (2) la diversidad de idiomas a los que su obra está traducida, cerca de 50 según el sitio oficial del Gobierno de México y (3) la inmensa cantidad de trabajos académicos que han sido dedicados a su obra.

La imagen presentada de Juan Rulfo es una imagen enaltecida, que lo coloca muy por encima de la persona promedio. Incluso sus pares reconocen ampliamente su producción literaria. En una publicación de la Secretaría de Cultura, se narra la experiencia de Gabriel García Marquez con la escritura de Rulfo:

Así contó el propio García Márquez su descubrimiento de Juan Rulfo, un hallazgo que le provocó una conmoción tan importante como cuando en su juventud leyó La metamorfosis, de Franz Kafka. “Al día siguiente leí El Llano en llamas y el asombro permaneció intacto; mucho después, en la antesala de un consultorio, encontré una revista médica con otra obra maestra desbalagada: La herencia de Matilde Arcángel; el resto de aquel año no pude leer a ningún otro autor, porque todos me parecían menores” (Secretaria de Cultura).

Juan Rulfo es un dios de la literatura, un objeto de admiración e hiperfijación, a tal grado que su estatuto como ser humano se ha diluido cada vez más con el paso de los años. Este escrito busca explorar el tratamiento de la figura de este Autor explorado por Cristina Rivera Garza en su libro Había mucha niebla o humo o no sé qué (2016), un ejercicio peculiar de acercamiento a la figura enaltecida de Juan Rulfo, que derroca esta imagen y la baja al nivel de persona otra vez. Este acercamiento se realiza enlazando los principales planteamientos de “La muerte del autor” de Roland Barthes y “¿Qué es un autor?” de Michel Focault.

En Había mucha neblina o humo o no sé qué, Cristina Rivera Garza reconstruye al hombre a quien ella llama “mi Rulfo mío de mí. La mera existencia de este sobrenombre nos invita a cuestionar la naturaleza de la relación de Rivera Garza con Rulfo. Como lectores es fácil establecer relaciones parasociales con nuestros escritores favoritos, al final del día son las palabras lo que une a los seres humanos.

Rivera Garza utiliza diversas técnicas para aproximarse a Juan Rulfo: desde una narrativa histórica, hasta la re-escritura y las re-imaginaciones; así, la autora logra posicionarse en el universo rulfiano. Ejemplos de estas técnicas incluyen el cambio en el sexto fragmento de Pedro Páramo, convirtiéndolo en verso: “Sonaba: plas, plas, /y luego otra vez plas, /en mitad de una hoja de laurel que daba /vueltas y rebotes /metida en la hendidura /de los ladrillos” (Rivera Garza: 68), o el cuento “Allá te comerán las turicatas”, creado a partir del diálogo entre dos personajes en Pedro Páramo. El lector se pregunta la razón del cambio: ¿será una apropiación de la escritura de Juan Rulfo?, ¿o simplemente se trata de un ejercicio de recepción activo?, ¿cuál es el verdadero papel de Juan Rulfo en la escritura de Cristina Rivera Garza?

En el siglo XX surgieron diversas propuestas teóricas literarias que estudiaban la función de un autor en un texto y el porqué un autor era diferenciado del resto de la población. Estos teóricos buscaban poner un mayor énfasis en el papel del lector, más específicamente en lo que este podía ofrecerle a la obra literaria, que se nutre de las aportaciones críticas de los lectores y de las constantes reinterpretaciones de los textos que se ofrecen.

Uno de los teóricos que buscó resaltar este aspecto fue Michel Foucault. Con su conferencia “¿Qué es un autor?”, propone que el nombre del autor se diferencia del nombre propio común, pues no comparten las mismas connotaciones: 

[La figura del Autor] ejerce un cierto papel respecto de los discursos: asegura una función clasificadora; un nombre determinado permite reagrupar un cierto número de textos, delimitarlos, excluir algunos, oponerlos a otros. Además, establece una relación de los textos entre ellos […] (Foucault: 14).

Siguiendo esta tesitura, el nombre Juan Rulfo remite automáticamente a Pedro PáramoEl llano en llamas, o incluso a El gallo de oro: su nombre se ha convertido en un sinónimo de su producción literaria. La función del autor, según el planteamiento de Foucault, se hace presente en el redescubrimiento que realiza Rivera Garza, pues a pesar de que la figura de Juan Rulfo nunca desaparece, sí es enturbiada por la idealización, incluso mitificación, realizada por parte de la crítica literaria y los lectores.

Considerado como parte esencial del canon de la literatura latinoamericana, su obra es constantemente puesta en un pedestal; está ahí para ser estudiada y admirada. Esta es la razón por la cual el ejercicio que realiza Cristina Rivera Garza es peculiar, ya que al modificar las palabras que han sido glorificadas, ella le regresa a Rulfo su estatuto de ser humano. 

Rivera Garza nos ayuda a recordar al Rulfo editor, Rulfo artista visual, Rulfo bohemio, Rulfo proveedor; Rulfo de carne y hueso, Rulfo jefe de familia que tenía bocas por alimentar, una persona que no podía darse el lujo de vivir del arte por lo que trabajó en la compañía de llantas Goodrich-Euzkadi. Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, un empleado a sueldo que, como el resto de la clase obrera, se vio obligado a vivir en el panorama laboral de México, durante el llamado “milagro mexicano”, construido a base de sudor y sangre. Juan Rulfo autor de una de las mejores composiciones literarias del siglo XX. 

Otro de los teóricos que estudió el papel del autor fue Roland Barthes con su ensayo “La muerte del autor”, Barthes comienza esta reflexión realizando una crítica a las interpretaciones de obras literarias que buscan sustentarse en la vida del Autor: 

[…] La explicación de la obra se busca siempre en el que la ha producido, como si, a través de la alegoría más o menos transparente de la ficción, fuera, en definitiva, siempre, la voz de una sola y misma persona, el autor, la que estaría entregando sus “confidencias” (Barthes 1).

Cristina Rivera Garza no derrumba lo que Barthes determina como el imperio del Autor, pues las nociones que plantea siguen estando profundamente vinculadas a la vida de Juan Rulfo, como ella misma lo menciona: “supongo que escribir un libro sobre o alrededor de un autor es, también, investigar los muchos poros a través de los cuales esa obra y esa vida se entendieron, o se medio entendieron o se entendieron mal” (Rivera Garza: 15).

Al tratar de explicar la vida de Juan Rulfo, para relacionarla con su producción literaria, se piensa en su infancia, en su afición viajera; se hurga entre los acontecimientos de su vida buscando el origen de su conexión con el campo. Rivera Garza nos dice, en cambio, que Rulfo es un autor citadino cuya obra se ve marcada por la migración; sin embargo, esta afirmación surge de su propia condición migrante, de nuevo colocándose en el mismo nivel de Rulfo, como su igual, ambos autores y ambos personas: 

Los textos rulfianos, que temáticamente exploraron el campo mexicano y tuvieron como personajes a campesinos y hacendados, fueron producto, sin embargo, de ese éxodo campo-ciudad del que resultaron las grandes metrópolis modernas […] Los textos rulfianos son, sobre todo, textos en proceso de migración. […] No por nada la primera frase del texto fundacional incluye una indicación de movimiento y una indicación de procedencia. Vine. De un allá a un aquí. Vine a importa más que vine de. Los migrantes sabemos eso (Rivera Garza 69).

En Había mucha neblina o humo o no sé qué se realiza un ejercicio hermenéutico que plantea una reescritura y reinterpretación de Pedro Páramo a partir de la cuestión material de la obra literaria, por lo que no se puede afirmar que el trabajo cae bajo las mismas categorías planteadas por la crítica literaria tradicional. Rivera Garza hace por Rulfo lo que muchos escritores hicieron por sí mismos, haciendo de la imagen de Juan Rulfo, una de una persona que como todas las demás, debía trabajar para poder subsistir, como ella misma lo dice: “entre vivir la vida y contar la vida hay que ganarse la vida” (Rivera Garza 14).

Cristina Rivera Garza se apropia de Pedro Páramo al transcribirla, al recorrer el mismo camino que Rulfo recorrió, al imaginar su vida y reconstruirla a partir de diversas fuentes como biografías, ensayos, videos e incluso testimonio orales. Como lectora crítica realiza un ejercicio de recepción activo, creando algo a partir del texto original, Rivera Garza nos presenta cada uno de los fragmentos que constituyen a su Rulfo, suyo de ella; con una mezcla entre producciones literarias transita el viaje de Rulfo persona y Rulfo autor en un intento por llegar a un nivel de comprensión más alto de esta figura. Desde la materialidad de la escritura nos resalta el carácter humano de ambos y, al final del día, la necesidad de ganarse la vida de una forma u otra.

Al mismo tiempo invita a los lectores a construir su propia versión del escritor mexicano, invita a la reflexión y la realización de un nuevo ejercicio de lectura; nos presenta los resultados de su investigación, de su viaje; nos narra su camino en este sendero de descubrimiento al tiempo que sugiere al lector esta misma posibilidad. 

En conclusión, Cristina Rivera Garza mata a la figura del Autor, mata a Juan Rulfo, lo separa de la imagen idealizada que se ha creado a su alrededor y resucita a Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, una persona multifactorial. Nos muestra que su vida nunca giró alrededor de la escritura, pues esta solo formó una parte de su vida. La escritura de Juan Nepomuceno coexiste con su pasión por la fotografía, su interés en el cine, sus relaciones amorosas y su necesidad de trabajar y ganarse la vida, como cualquiera de nosotros.

Referencias

Barthes, Roland. (2009 [1968]). «La muerte del autor«. Trad. C. Fernández Medrano. Teoría Literaria y Enseñanza de la Literatura. Apuntes para picotear.

«Editados medio millón de ejemplares de ‘Pedro Páramo’«. (1985). El País.

Foucault, Michel. (2005 [1968]). «¿Qué es un autor?«. Universidad de Buenos Aires.

Rivera Garza, Cristina. (2016). Había mucha neblina o humo o no sé qué. Penguin Random House.

Rulfo, Juan. (2020 [1955]). Pedro Páramo. Cátedra.

«Juan Rulfo, un clásico mexicano de la literatura universal«. (2014). Secretaría de Cultura.

Imagen tomada de Pinterest

Ximena Ceja (Toluca, México, 2004). Estudiante de Lengua y Literatura Hispánicas. Sus intereses y temas se centran en la poesía, la literatura contemporánea, el misticismo y el arte.

Juan Rulfo, reimaginación textual, literatura contemporánea, materialidad, literatura mexicana

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Escrito por:paginasalmon

Un comentario en “La muerte y resurrección de Juan Rulfo: aproximaciones a Había mucha niebla o humo o no sé qué (2016) de Cristina Rivera Garza | Por Ximena Ceja Flores

  1. ¡Qué gran análisis! Creo que cuando un escritor se ha convertido en leyenda, es difícil bajarlo de ese pedestal, sin embargo, Rivera Garza logra hacerlo sin negar la importancia de su obra en la literatura mexicana.

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