Tras varios meses de revisar Cultura Colectiva he terminado por pensar que no se trata de otra cosa que la versión hípster de Vanidades. Las comparaciones son siempre odiosas: lo entiendo y me disculpo; sin embargo, confío en que mis amigos lectores de Vanidades toleren con benevolencia un símil tan desfavorable. A pesar de enarbolarse como una plataforma dedicada a la cultura, en el nombre llevan la penitencia, me cuesta mucho trabajo creer que su vocación sea muy diferente de la de ésta o cualquier otra revista del corazón: como yo lo veo, una revista cultural no adquiere ese estatuto por tratar de cine, fotografía y viajes, sino por dedicarse al análisis y difusión críticas del quehacer humano.
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