Fotografía de Daniel González

Dramaturgia y dirección: David Gaitán
Escenografía e iluminación: Alejandro Luna
Diseño de vestuario: Mario Marín del Rio
Diseño sonoro y música original: Rodrigo Espinoza
Diseño de maquillaje: Amanda Schmelz

Elenco:
Carolina Politi    Yocasta
Raúl Briones      Edipo
Adrián Ladrón    Creonte
Diana Sedano     Tiresias
Ramón Morales   Mensajero

Edipo: nadie es ateo se presenta en corta temporada del 9 de agosto al 23 de septiembre del 2018, en el Teatro Juan Ruiz de Alarcón del Centro Cultural Universitario. La obra confronta dos aspectos que podrían considerarse opuestos en nuestros días: la razón y la fe, observados desde el universo mítico que funda buena parte de nuestros constructos sociales y culturales. En Página Salmón tuvimos el privilegio de conversar con el elenco y el director y escritor de una puesta en escena que nos invita a perdernos en los laberintos inconscientes del destino.

Dividimos la entrevista en dos entregas: en ésta, la segunda de ellas, Carolina Politi, Ramón Morales y Adrián Ladrón nos comparten sus impresiones acerca de las barreras subconscientes que surgen al enfrentarse a un texto mítico, de astrología, y del carácter simbólico de las profecías, de los retos que sus personajes les supusieron a la hora de levantar la puesta y de las incomodidades que el arte genera en el ser humano.

Miguel Ángel Lara Reyes: Presentar un mito fundacional puede resultar atractivo para ciertos espectadores y complicado para otros tantos, ¿cómo asegurarse un público tan diverso como lo es el mexicano de hoy, en un sentido amplio del término?

Carolina Politi: Cuando uno se enfrenta con un mito griego supone que se mete en un lugar hondo. Pero en realidad pienso que no: suponerlo no configura la experiencia que es atravesarlo. Me queda muy claro que el mito llega hasta nuestros días porque no es una construcción intelectual, es más bien un armado que surge de una capacidad de percepción de algo muy esencial: el conflicto vincular humano. Es una mirada que nos ha atravesado desde los griegos y es algo que está armado de tal manera que al momento que haces contacto con la metáfora, te toca en un lugar que ni siquiera preparas para que sea tocado.

Ramón Morales: Edipo es la madre de las tragedias, arrancar de eso ya es un compromiso muy, muy grande: cómo abordarla y cómo traerla al contemporáneo, cómo compartirla con el público de México en el 2018 nos marcó la pauta que como creadores tomamos, la idea de que no es el destino lo que rige al hombre. Si bien el hombre es responsable de lo que hace, de sus decisiones y de sus consecuencias, no abordamos a los personajes como si fueran peones en un juego donde las reglas ya están impuestas y el destino marca una pauta. Los abordamos desde la perspectiva de que también son dueños de sus propios actos y a partir de ellos ocurren ciertas consecuencias que inevitablemente llegan en determinado momento: caen porque tienen que caer.

CP: Y ahí yo diría que es donde el destino te encuentra. Creo que hay momentos en la vida de todos nosotros, cuando somos chicos, en que algo nos deja una evidencia: una marca, una herida, un conflicto, una situación que nos atraviesa y nos cuenta algo de nosotros. A partir de ese momento, por dolor, empezamos a correr en contra de ello. Es algo de lo que pasa en el planteamiento de Edipo, que los personajes supieron algo en un principio y corrieron en direcciones contrarias a esa verdad. La paradoja es que hay una verdad que nos contienen a todos y nosotros, al intentar adaptarnos a ella, a esta encarnación de relaciones psíquicas, armamos estructuras defensivas para cubrir la verdad dolorosa, ¡pero la verdad siempre sale!

Para mi ése es el lugar más maravilloso del mito, que te pone de frente a ese conflicto que podemos llamar el “Gran Misterio”: ¿qué hacemos acá?, ¿cómo estamos determinados por algo que nos resulta un misterio? Hay algo desconocido que en tanto lo rechacemos nos mete en un problema, pero en cuanto lo tomamos nos organiza pues al momento de tomar la verdad hay una especie de paz.

MALR: ¿Qué podemos esperar de personajes ampliamente conocidos en una adaptación contemporánea y pensada para el público mexicano?

RM: Yo tengo el honor de interpretar al Mensajero, un personaje que funciona como el puente entre el pueblo y el reino, entre Edipo y Yocasta, entre estos personajes que toman decisiones de Estado. Es un personaje que representa al Pueblo: sus pensamientos y cómo ven a sus reyes, una especie de consciencia colectiva.

Me parece algo maravilloso lo que logró David (Gaitán) con el texto: simplemente una genialidad. Hay diálogos que considero poesía involuntaria. Cuando a mi personaje le toca leer ciertos mensajes que el pueblo le envía a su rey, resultan conmovedores. Son cosas que yo creo que todos deberíamos escuchar en la vida; entonces encuentro muy valioso contar con alguien como David como director, que haya plasmado esas palabras y que tenga la capacidad de compartirlo en escena. Es una oportunidad maravillosa tanto para nosotros de representarla como para el público de presenciarla.

CP: Es cierto, toma el mito y va más allá de lo que se ha escrito: ofrece la oportunidad de que se desplieguen discusiones que en otras versiones no encuentras. Concretamente, por ejemplo, la posibilidad de la mirada del Mensajero, la posibilidad de escuchar un poco más a Yocasta, la posibilidad de encontrar a Edipo en otra instancia, es decir, dentro del palacio, no afuera; la mirada, la opinión, la presencia de Tiresias. Otorga la oportunidad de observar el mito en un espectro más amplio y eso obliga a reflexionar en todo momento. Siento que a cada paso se van respondiendo preguntas y abriendo otras.

Es la primera vez que trabajo con David pero sin duda hay una intuición muy fina en su dirección. También una mente amplia, generosa, curiosa… esa sería una linda palabra para David: es un tipo curioso que puede articular su curiosidad y darle cause; algo increíble.

RM: No coloca a los personajes en el papel de víctimas, sino como personas complejas que incluso buscan la justificación, que buscan explicar por qué hicieron esto o aquello: por qué matar es bueno o no, es decir cuál es la argumentación en un asesinato. Esa capacidad de discusión, de poner sobre la mesa un tema tan delicado, es muy interesante en esta puesta en escena.

MALR: Y que rompe quizás la dicotomía de bueno y malo, de ángel y demonio, de los opuestos trasversales.

CP: En realidad en la tragedia no encuentras esa dicotomía y creo que eso es lo que nos produce repelús: cuando uno se acerca al mito no encuentras un problema de buenos o malos, sino un problema fundamentalmente humano de preguntas que no es posible conciliar.

Ahí podríamos entonces meternos con las preguntas concretas del armado alrededor del mito, el tema del padre y la madre. Estoy cercana a la astrología: la imagen de Saturno es el padre, es el que te quiere en tanto cumples, que está ligado a la ley, al deber, a la estructura, a las instituciones y eso es un poco lo que vemos como Edipo Rey.

Por otro lado, la madre es la Luna y es el lugar del afecto y el rango del afecto. Entre nosotros (los actores) comentábamos cómo a partir de que entramos en contacto con el texto empezamos a sentir un miedo que no venía de una construcción sino del contacto directo con el mito, y poco a poco, también hablándolo, se va manifestando como si la obra nos pusiera frente a nuestros conflictos a nivel padre y madre; especialmente con el padre que está muy presente en esta propuesta: cuál es la herida original en torno al padre, de cada uno, de la relación que tuve en presencia o en ausencia de esa figura y cómo eso determinó todo el dibujo de mi existencia posterior.

Entonces el texto lo que hace es ponerte frente a ello. Ni siquiera puedo decirte como sucedió, cómo lo hicieron los griegos o cómo lo hizo Gaitán, pero de pronto estas ahí y te está doliendo la panza, no hay escondite para eso.

MALR: Creo que eso le puede entregar una experiencia muy visceral al público, entonces, ¿podemos esperar que también nos deje una especie de catarsis, un mensaje subconsciente?

CP: El teatro es eso, es venir a vernos en el espejo, lo cual me remite a lo que se leía a la entrada del Oráculo de Delfos: “Conócete a ti mismo”. Este es el problema: ¿rechazo el oráculo porque es un rollo mágico o porque me está hablando de lo que es?, y si me habla de lo que es, entonces ya no me puedo guardar las preguntas. La obra trata sobre el momento en que las preguntas se agotaron y hay que entrar en lo que se ES.

MALR: Adrián, en tu caso, ¿en quién te convertiste luego de enfrentarte al oráculo, quién terminaste SIENDO?

Adrián Ladrón: Mi personaje es Creonte, hermano de Yocasta, reina de Tebas, y cuñado de Edipo, y en el caso del mito y del original de Sófocles, es también el consejero del rey, su mano derecha; es un personaje que vive de cerca la vida política y familiar de Tebas y que está constantemente advirtiendo a Edipo acerca de las circunstancias que rodean el caso de la peste, las consecuencias de ella, la llegada de Tiresias, etcétera. Nuestro director ha hecho mucho énfasis en varios aspectos de mi personaje: primero partimos de un Creonte tremendamente inseguro, que sufre ataques de pánico, que no le gusta estar expuesto a la vida pública ni a los escenarios, ni a las masas. Vive de una manera más operativa, protocolaria, a diferencia de Edipo que es un gran exhibicionista. Es muy interesante porque planteamos desde el inicio varios rasgos de carácter y hemos ido encontrando qué tanto juegan esos rasgos en las acciones de Creonte y en las decisiones que toma. Uno podría pensar (o asumir) que en la vida política ciertos personajes cercanos al poder tienen una mayor o menor injerencia en las decisiones; o tenemos ciertas ideas acerca de los estatus de una posición y en este caso hablamos de un tipo con una inteligencia extremadamente desarrollada, pero con una enorme inseguridad. Nos encontramos con que esos dos aspectos están jugando todo el tiempo en su desempeño: él sabe lo que es correcto para su sociedad pero que no sabe expresarlo, ni siquiera sabe cómo pararse frente a Edipo, quien le impone muchísimo dada su gran seguridad, su gran desparpajo.

Entonces encontramos varios aspectos visibles: uno es la envidia que le tiene, una envidia escondida pero que a lo largo de la obra comienza a sobresalir y luego su propia inseguridad que lo pone en desventaja. Otro aspecto interesante es su pleno convencimiento de que Tiresias debe acudir, de que el oráculo debe ser visitado, a diferencia de lo escéptico que es Edipo al respecto, lo cual nos remite al título de la obra y de la idea de la fe. En este universo, Creonte tiene una enorme fe, está completamente convencido de la importancia del oráculo y de su pertinencia. La enorme crisis que viven en conjunto y en lo personal, lo va a poner a dudar de su fe. Creo que es un personaje que tiene un arco muy bien dibujado y que en lo personal me está poniendo en un enorme conflicto, el cual estoy tratando de habitar con naturalidad pero no resulta sencillo. Esa es una de las cosas que más disfruto del montaje: me está confrontando muchísimo.

MALR: Alguna vez alguien me dijo que los papeles más difíciles para un actor son los que encarnan personalidades completamente opuestas a los de quien lo interpreta. ¿Qué opinas al respecto?, ¿la personalidad de Creonte es muy diferente a la tuya?

AL: Sí. Digo, yo soy muy inseguro también, sin embargo, creo que en la manera en que me muestro hacia fuera es de una forma segura y este personaje no: él se muestra hacia fuera de una forma completamente insegura. El director, al explicarme a Creonte, me decía: “imagina un ratón agazapado en un rincón y que mira a Edipo como un león”. En ese sentido es muy diferente a mí, yo soy inseguro pero lo manifiesto de otra manera; en general me puedo plantar en un lugar y hablar con seguridad, desenvolverme y él no. Frente a lo público, por ejemplo, con las entrevistas al principio me daba mucho miedo: me quedaba sin saliva y sudaba todo. Poco a poco vas aprendiendo a hacerlo con mayor familiaridad y te vas acostumbrado. Yo creo que Creonte es ese Adrián Ladrón que cuando empezaba a hablar en público se le cerraba la garganta. El Creonte de nuestra puesta es así, pero todos los días. Creo que la dimensión que logró David con sus personajes es muy atinada, invita a acercarte.

MALR: Siempre que nos acercamos a un clásico hay una pregunta que se repite: ¿Por qué montar un clásico? Es pertinente cuestionar por qué éstas obras sobreviven, por qué después de miles de años las seguimos leyendo y nos siguen atrapando y creo que una respuesta a esa pregunta tiene que ver con la manera de abordar este tipo de teatro, una manera que nos acerque, que no nos distancie.

AL: Puede la gente pensar que se montan clásicos porque son garantía. Pero si esa es la premisa, de entrada ya vamos perdiendo. La pregunta que deberíamos hacernos es de qué manera los clásicos nos hablan de nuestras realidades, es decir, de qué manera Edipo le está hablando al México del 2018 y a estas generaciones. La respuesta que ofrece David con este texto, en primer lugar, expresa una renuncia a la idea de que el teatro en general, y el teatro clásico en lo particular, es aburrido. Al contrario, siempre vas a encontrar propuestas muy claras, incluso si nos limitamos sólo a hablar en términos del lenguaje: el mito ofrece un lenguaje que de entrada puede parecer complejo, retorico, o con figuras no tan fáciles de comprender y que de pronto demandan la atención del espectador, lo cual lo hace muy nutritivo. Pero en el caso de este Edipo, encuentras un lenguaje más cercano que, para el caso específico de los jóvenes, resulta en una invitación a quitarse el prejuicio de que el teatro aburre.

Este Edipo te está invitando con palabras cercanas, desde una poética y desde un dispositivo artístico que no intenta resolverte nada; al contrario, te cuestiona. En el caso del mito de Antígona, había un fenómeno muy particular: la gente solía salir discutiendo, unos a favor y otros en contra del planteamiento, pero generaba discusión. En general, creo que eso es muy importante. En el caso de Edipo, el mejor lugar al que podemos aspirar es si logramos que el espectador salga cuestionándose acerca de quién es él mismo o ella misma: quién soy yo.

Esos son los mejores proyectos, los que precisamente te invitan a cuestionarte quién eres y de pronto te das cuenta que hay muchas cosas que ignoras sobre ti y sobre la vida. Da una sensación hermosa el finalmente poder verlo. Quiero decir, cada situación que experimentamos nos revela una parte desconocida de nuestra personalidad, y este ejercicio al que invita la propia profesión del actor, y este tipo de proyectos en que todo el tiempo nos estamos visitando a nosotros mismos, resultan interesantísimos. Es una de las grandes fortunas de dedicarse al teatro y de quienes aprecian el teatro: precisamente a eso van y probablemente terminan enojados o molestos; muchas veces el arte te incomoda, exponen cosas que no te gustan y ¡qué bueno!, yo creo que esa es una respuesta positiva. No sé qué respuesta vaya a tener nuestra audiencia, pero si esa es una de ellas, me alegro, es bienvenida.

Escrito por:paginasalmon

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