De madrugada. Serán las 3 o 4 de la mañana. El asfalto se queja, se extiende y se estremece. Un perro pardo y flaco se arrastra en las banquetas sucias buscando migajas, orines secos, un poste, un indicio. Olfatea. La cola entre las patas. La cola en movimiento. Avenida Reforma se convierte en un tugurio de aventuras para aquel perro y para los espectros humanos que merodean los alrededores. Un taxi, dos taxis, un oficinista borracho, el Ángel de la Independencia, el veneno del ruido de la ciudad del ruido, otro perro, otro borracho, otra esquina y otra y otra y Eje Central y Bellas Artes y otro chilango. Tacos, quesadillas y cerveza Corona. Fútbol en domingo. Alguien lee a Efraín Huerta mientras otro le reza a la Santa Muerte. Pronto va amanecer; la poderosa urbe comienza el proceso de carburación.
Reforma y esquina con González Bocanegra; ahí está el niño y se llama Sergio o Antonio o José Luis, tendrá unos cinco años, casi los seis. Sus brazos aletean el viento fresco de la noche, sus manos juegan con los reflejos de las luces de neón, patea una lata y una moneda de dos pesos salta de su bolsillo, el niño ignora el ruido, el cielo sin estrellas pintado de gris, ignora al oficial de policía que pasa casi ciego, sonámbulo: ignora el hambre de su estómago. Mamá está tendida sobre unos pedazos de cartón, ella duerme, el niño juega. El niño levanta las manos de mamá y las pasa por su rostro. El rostro del niño tiene marcas de tierra y de polvo. El niño esconde debajo de una cobija un jugo de durazno, el niño le da un trago de vez en cuando a la botella y después un beso en forma de caricia a la frente de su madre. Su madre no despierta. El niño tararea una canción, se ríe, baila, se tambalea y después observa pensativo las vitrinas del otro lado de la avenida, las cortinas de metal y los anuncios de la próxima obra de teatro; ve la publicidad de ropa deportiva, de coca cola y las alcantarillas, algo quiere entender pero lo distrae el sonido de un automóvil que pasa. El niño tiene frío y se acurruca en los brazos de su madre tendida en la banqueta. El niño mueve a mamá para que despierte un momento. Mamá no responde. El niño tiene hambre. Mamá duerme. El perro encuentra un pedazo de carne rancia. La ciudad se hace más grande cada vez, se extiende, se alarga; Paseo de la Reforma se hace infinita.
…hoy el subsecretario de salud habló de los pobres más pobres, de los que no tienen dónde vivir, de los que literalmente no tienen dónde morir, habló de personas que sufren la calle, los desplazamientos, que viven al margen de toda ayuda y lejos, muy lejos de la mano de Dios –Cambio de estación– XHEP AM Sabrosita 590 desde prolongación Paseo de la Reforma 115 Paseo de las Lomas Santa Fe en Álvaro Obregón Ciudad de México sintoniza el 590 de AM Sabrosita los campeones de la Salsa –Cambio de estación– …piensa ¡oh Patria querida! que el cielo un soldado en cada hijo te dio, u-un soldado en cada hijo te dio…
Entre los cristales y las grietas del pavimento se comienza a observar el azul oscuro que proviene del amanecer cada vez más cerca. Aquel niño intenta acurrucar su cabeza nuevamente en el vientre inflado de su madre, como intentando tener alguna reminiscencia del que fue su primer hogar. El niño ve que de a poco Avenida Reforma se comienza a poblar de automóviles; lo estremece el ruido de una bicicleta que pasa cerca arrastrando un costal repleto de aluminio. El niño observa el giro de la llanta, al perro del rincón engullendo algún otro desperdició; el niño sube sus ojos a los ojos cerrados de la madre y un golpecito en el estómago le provoca abrazar su cuerpo buscando calor.
El día inaugura los primeros rayos, se comienzan a colar por entre los espacios y los techos de los edificios. Los transeúntes empiezan el peregrinaje cotidiano, unos pasan, otros esperan el primer autobús, la primera ruta; uno se ha detenido frente al niño y a su madre, hace un comentario; después llega otro transeúnte, comienzan a platicar, después otro y otro, y ya son seis, siete individuos rodeando al niño que presiente el miedo que se conjuga con el hambre y el frío. Un grupo de personas observan la escena. Dos oficiales de policía se acercan, uno le hace el llamado al niño; lo interroga. Que cómo se llama, con voz baja el niño dice que Toño, que cuántos años tiene, que no se acuerda, que si tiene hambre, con la cabeza dice que sí. El oficial señala y pregunta que si es su mamá, Toñito con la cabeza de nuevo afirma. Que si qué quiere comer, le pregunta el policía, una torta, contesta Toño.
Han pasado quince minutos, el niño está comiendo con hambre pero con calma junto con su jugo de durazno. Algo quiere entender. Pero no puede.
Ocho minutos después aparece una camioneta de la SEMEFO; Toño no entiende, no sabe, por qué han metido a su madre dentro de una bolsa negra. Mientras tanto, la Ciudad de México se prepara para un nuevo día.
Imagen tomada de Matador Network