y si alguna vez suspiro y mis suspiros saben a sal
que sepas que los mares son míos
los que cargo
en el vaivén de mi voz
en el abismo del espejo
en la espuma de mis pasos
que la arena viene de adentro
que son mis tormentas las que erosionan la roca
que son mis ríos los que arrastran el peso de una nube calcificada que se resiste a llorar
los que se llevan el peso de una nube calcificada que se resiste a llorar
los que arrullan con ternura una nube calcificada que se resiste a llorar
hasta que un día
la nube llora
y cae sobre la tierra seca
y despierta las raíces
y se convierte en río
río que arrastra y lleva y arrulla
río que lleva las nubes al mar
a que se salen y suelten
[si alguna vez mis suspiros saben a sal
será porque vengo y devengo
de una tradición de mujeres cíclicas]
mi cielo
eres el cielo que me roza el horizonte
que me recorre el oleaje
hasta el más remoto de sus rincones
el cielo que me abarca hasta la última gota de superficie
–de superficie–
que me conoce hasta la última lágrima cadente
disuelta en los destellos de los rayos
–tus rayos–
que sin romper la tensión superficial
penetran las aguas como remolinos de luz
y crean espacios infinitos
dimensiones etéreas
lugares seguros
hogares
pero nunca
nunca
nunca
nunca
acarician el fondo
el lugar
donde se origina
la sal
–mi sal–)
aunque el mar sepa estar en calma
aunque los ríos sean dulces
aunque las nubes olviden su naturaleza líquida
aunque el suspiro esté hecho de viento
–de cielo–
la sal es mía
Imagen tomada de fineartamerica