Quizá hoy día, la palabra “estilo” no recuerde propiamente su origen. No la palabra misma, sino quienes hacen uso de ella. “Estilo” deriva de “stylus”, estilete, herramienta arcaica que se utilizaba para escribir sobre las tablillas de cera. Cuando en la antigüedad alguien llegaba a decir que tal escriba tenía buen estilo, se refería a que lo que escribía era legible: escribir en cera era difícil, requería destreza. El estilo era entonces la inclinación de esa anterior pluma, la postura, la poca o demasiada fuerza imprimida al trazo, el recorrido del punzón y la marca que deja. El estilo evoluciona junto con la aparición de los demás soportes de la escritura, y luego conoce el papiro, el pergamino y el papel. La tinta, el plomo y el cuchillo entran también en juego con el estilo. Pero no toda escritura es, ni fue, ni será en papel y con pluma o lápiz. Ya no decimos únicamente que alguien tiene buen o mal estilo porque escribe de determinada forma; también lo decimos cuando alguien lucha, baila, canta o pinta. Entonces el estilo también es otra cosa: también es cuerpo y entrenamiento. Qué, cómo, por qué, cuándo y dónde: lo que se escribe y se lee tiene una razón de ser. Pero, pregunto, ¿el estilo está entonces restringido a la parte que produce? ¿no hay un estilo también al leer, al corregir o al editar? Y también, ¿el estilo es individual o colectivo? Cuando uno trabaja en el mundo editorial ha de conocer ese documento que lleva por título “Manual de estilo”: la prescripción y el cómo. Sin embargo, no solo se piensa en un cómo al momento de leer, escribir o editar. No hay un manual de estilo funcional que simplifique “el estilo” porque, aunque pasen los años, este aun trae consigo la manera en que uno presiona una tecla, piensa determinada cosa, el acomodo de su cuerpo, y su respiración, y todos respiramos diferente.

Las revistas han evolucionado como lo han hecho todos los dispositivos y medios de información. Toda revista, desde la primera y hasta la de reciente publicación, incluso aquellas arbitradas, vigiladas, restringidas, tiene un mismo fin: el fin intrínseco del quehacer revistil, del rever: permitir que diversos estilos se crucen como lo hacen las fibras del papel. Las revistas son un océano de estilos. Página Salmón no tiene un manual de estilo inamovible, ni lo tendrá, hemos de confesar, porque aceptamos cabalmente la pluralidad y nos sabemos diferentes. No fijamos textos. Somos muchas las manos, las respiraciones, las inclinaciones del cuerpo y las fuerzas que imprimen una marca dejada por el lápiz o la tecla.

Jonathan

Las revistas surgen gracias a que una persona o un colectivo tienen una necesidad: leer algo diferente porque, de hecho, han leído literaturas diferentes que consideran valen la pena ser leídas, y tienen la ligera sospecha de que, si se toparon con aquellas, entonces debe haber otras escritas, por escribirse o en proceso de escritura. Y ya que “la misión del editor, del editor verdaderamente literario, es precisamente esa, la de llamar la atención sobre la existencia de valores que hasta ese momento han pasado desapercibidos” (Borrás, La Tempestad), ante la creación de una revista vislumbramos también el nacimiento de editores en potencia. 

El protoeditor todavía no sabe todo lo que desencadena crear un medio digital para depositar esas propuestas literarias. Este es solo el inicio de una profesionalización autodidacta, cuyo objetivo es disipar, después de varios años de trabajo, el pudor de nombrarse editor. Acaso el poner esa palabra después del nombre propio y una coma levante tantas sospechas de impostura como lo es autodenominarse escritor. 

Esta revista, como muchas otras, se gestó por estudiantes durante sus últimos años universitarios, pero las carreras de letras no tienen necesariamente el objetivo de graduar editores, sino críticos y lingüistas. Son estos sujetos, con un montón de lecturas canónicas y unas que otras salidas del margen, quienes abren una convocatoria lista para recibir textos de creación o de crítica. No anticipan que uno de los aprendizajes más importantes durante la formación empírica de ser editor, será reaprender a leer, tomar un par de herramientas teóricas y lanzarse a dictaminar, en tiempo real, lo que se está escribiendo en el campo literario mexicano, considerando: qué temas interesan más, en qué género se desenvuelven, con qué lenguaje se expresan, y qué atributos estéticos destacan. 

Eso se aprende leyendo entre treinta y cuarenta textos cada número, y generando un repositorio individual y colectivo, que se contrasta a su vez con las novedades de otros medios digitales e impresos, así como escuchando las experiencias de editores de la misma generación. Con la práctica nos transformamos en editores de primeros textos de una serie de personas a quienes solo conocemos por sus letras, y que, animadas por quizá sus primeras publicaciones, y con la posterior práctica de la escritura, se catapultan a otros lugares literarios. Nosotras, animadas por esa ambición de nuestros colaboradores, nuevos y recurrentes, nos catapultamos a ser editoras entusiastas y críticas aquí y en otros espacios. 

Por eso, celebramos los más de ocho años de Página Salmón como semillero literario para escritores y editores: seguimos aprendiendo a leer nuevas propuestas literarias, para ofrecerlas a los lectores que nos siguen desde que comenzó el proyecto y a los que se han ido sumando en la dimensión digital e impresa.

Andrea

La edición como una forma de cuidado; la edición como una expresión de curiosidad. Editar no es seguir una receta ni inventar una receta, sino simplemente ese momento de complicidad en la cocina en la que se ajustan los últimos detalles y preguntamos ¿necesita más sal?, ¿ya está bien caliente?, ¿te ayudo a servir? Página Salmón es una casa y cada número es una fiesta que reúne alrededor de la mesa una comunidad que no ha hecho más que crecer con los años. Editar una revista es convertirse en anfitriona, es un antes, un durante y un después, es la planeación, el trabajo y el gozo. Editar muchas veces es un trabajo de entrega, de hacer lo posible para que el evento fluya, para que la conversación sea significativa, para mantener el espacio fresco, para que todo el mundo se sienta recibido. Editar una revista independiente es terminar exhausta y aún así soñar con que la siguiente vez seremos aún más personas.

Llegué a la fiesta de Página Salmón hace aproximadamente seis años; sentí que fui la última en llegar. Al principio fui lectora fortuita, sentada a la mesa con los oídos atentos y los ojos abiertos, con la boca tan entretenida en el banquete que no se me ocurría hacer con ella otra cosa más que degustar. Poco a poco, con una discreción voraz —de esas protocolarias para los buenos modales— comencé a proponer poemas y alguno que otro ensayo sobre la comida en la literatura infantil. En la fiesta de Página Salmón, la línea entre lectora y escritora es difusa o acaso inexistente, los textos se presentan en la mesa como un descubrimiento y la conversación gira en torno a todo aquello que dice y genera y evoca lo que tenemos frente. 

Un día, mi voracidad creció más allá de toda discreción y me colé a la cocina —en contra de todos los protocolos de buenos modales—. Esta vez, sí fui la última en llegar. La cocina de Página Salmón es pequeña y las remodelaciones que ha atravesado a lo largo de los años han dejado evidencia; trabajamos apretados y muchas veces no nos damos abasto, pero nos gusta platicar mientras tenemos las manos ocupadas en todo y siempre hay tiempo para soltar una carcajada y disfrutar la fiesta. 

Página Salmón trabaja bajo los mecanismos de cada una de las personas que conformamos esta maquinaria: la pasión y el rigor de Ximena, el humor y la meticulosidad de Jonathan, la proactividad y el ingenio de Andrea, el entusiasmo y el cuidado de Elena. Hemos hecho de Página Salmón una criatura necia y noble que sigue insistiendo en trazar sus rutas de nado independientemente de la dirección que lleve la corriente. Nos gusta lanzar las convocatorias al mar y recibir en la mesa a quienes se hayan dado por aludidos, a quienes se guíen por la voracidad de la literatura más allá de los títulos nobiliarios de autores y lectores. Sabemos que editar es materializar el deseo de tener una excusa para seguir leyendo y escribiendo y hablando y cuidando, de procurar una comunidad comprometida con una polifonía de voces que hablan y se contestan, con un cardumen que integra sus propias rutas y nada en colectivo.

Elena

Empieza el 2025, año en el que la revista Página Salmón retoma sus actividades de recepción y publicación de textos, después de que durante todo el 2024 permaneciera inactiva debido a que el equipo se encontraba enfocado en las tareas relacionadas a la parte editorial del proyecto. El primer libro de la Editorial Página Salmón es un poemario que lleva por nombre Radiografía de cuerpo completo, de la escritora Olympia Ramírez Olivárez, misma que lleva varios años siendo asidua colaboradora de la revista. Radiografía de cuerpo completo es un volumen monográfico que versa sobre el cuerpo como un todo, con sus placeres, sus tristezas, sus alegrías, sus resquicios, pero sobre todo con sus desperdicios. Juguetón, amplio en las emociones por las que lleva al lector, en clave de libro de adivinanzas y además ilustrado, Radiografía es un libro (parte de la colección Rutas de nado) que representa fielmente el proyecto, de la mano de una de las poetas más talentosas que han visto los años. La escritura de esta autora nos ha hecho muy felices al compartir su lectura en las diversas presentaciones que ha tenido el libro en Cuernavaca, Guanajuato y Ciudad de México, y que nos ha unido de manera fraterna con la decena de librerías independientes mexicanas que lo han acogido.

Esta breve, pero significativa pausa nos ha permitido tomar alguna distancia sobre el quehacer que llevábamos a cabo en la revista. De estas distancias siempre vienen nuevos puntos de vista y reflexiones sobre lo que significa hacer una revista literaria en la contemporaneidad. No es que antes no reflexionáramos de manera continua sobre esto, pero entrar al mundo editorial ha sido tan aventurero, ha sido como un nuevo salir al mundo, un nuevo comienzo que, si pudiéramos rescatar algunas de las cosas que hemos aprendido, es la visión más integral que tenemos ahora de la manera en que la literatura se va haciendo paso en el mundo. A veces sí, este modo resulta injusto, pero siempre siempre es colectivo, siempre coproducido, siempre plural, por más que nos quieran restringir a un puñado de autorxs que vale la pena leer ahora.

Está por ver la luz nuestro nuevo libro, dentro de la misma colección, y aunque no les podemos adelantar mucho, sí podemos decirles que es parte de la continuidad que Página Salmón ha encontrado entre lo digital y lo impreso.

Ximena

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