Desperté luego de escuchar gritos. —¡Verga, mi coche! —externaba Carmina, mientras Diana aullaba: —¡Ya no vamos a salir! Y, en efecto, las puertas del automóvil, al menos de mi lado, estaban bloqueadas. Todo a mi alrededor era oscuridad. De pronto me di cuenta: si chocábamos y era grave, yo, que dormía en paz mientras bajaba…
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