El día había llegado. Cuando el señor Ishido-san se inclinó frente a Shigeru, éste sabía que era el momento de demostrar quién era. El sol revivía todo el cielo; las nubes, una a una, se trasladaban apaciblemente sobre el prado celestial. El silencio, como el oro, brindaba honor a quien lo sentía de verdad. Shigeru…
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