Fotografía de N. Obed Eran las 11 de la mañana cuando la luz que se colaba por la rendija de la persiana me despertó a lengüetazos. Tardé algunos segundos en recobrarme del sueño, en recuperarme de esa otra realidad que había estado viviendo. Aquellos sueños estrambóticos gozaban de una fastidiosa cotidianidad, pero el de la noche…
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