Es normal el fracaso y, de ser posible, hay que darlo por sentado. Una, dos, veinte veces va a suceder –sigue sucediendo–. Te mueves –yo apenas sé flotar– en un mar habitado por quienes tienen objetivos similares. Ves el centenar de nombres entre los seleccionados para formar parte de un nuevo número. Ahí te reconoces…
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