El humo no te deja dormir. Una tos áspera te levanta de la tumba del sueño. La asfixia te devuelve a la vida. Te arden los ojos y los tallas con fuerza. No comprendes qué pasa, así que te levantas de la cama para averiguar de dónde proviene. Tienes miedo. Temes lo peor. Cualquiera creería…
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